¿Por qué los chicos no quieren casarse? El feminismo rojo

"Un feminismo basado en el odio, destruye. Un feminismo basado en el amor, construye".

El índice de fecundidad (nº de hijos por mujer) en España es muy bajo: 1,23 hijos por mujer.

El índice de fecundidad es un dato íntimamente relacionado con la economía: bonanza económica, seguridad en el trabajo, sueldos elevados, ayudas económicas del estado a las familias numerosas, todo esto tiene como consecuencia el aumento del índice de fecundidad.

En 1964 el índice de fecundidad en España fue de 3,01 hijos por mujer. (Ahí lo dejo)

Los demógrafos se preguntan ¿qué está pasando?

Para explicar el fenómeno de la reducción de la natalidad, la demografía tiene en cuenta ciertas variables:

  1. Crisis económica. No se puede formar un hogar sin dinero o inseguridad laboral.
  2. Incorporación de la mujer al mundo laboral y universitario. Esto retrasa la posibilidad de crear una familia.
  3. Expansión de los métodos anticonceptivos y modificación de la mentalidad. Las parejas prefieren tener calidad de vida personal y dar calidad de vida a menos hijos.

Estos son los factores clásicos, pero creo que desde hace unas décadas deberíamos sumar uno más: la negativa de los varones pacíficos a tener otra relación con las hembras que no sea la estrictamente lúdica.

No me estoy refiriendo en este artículo a los indeseables maltratadores de esposas e hijos, siempre repugnantes y jamás justificables, sino a los varones civilizados, familiares, pacíficos y honrados.

Feminismo ha habido desde hace siglos, por no decir desde el Paleolítico Superior, pero ese feminismo exacerbado e irracional, malicioso y traidor que embrutece la relación entre las personas, no había puesto sus garras sobre la sociedad española hasta hace unas décadas.

Un guardia civil me comentó que cuando una mujer presenta una denuncia y ellos llaman por teléfono al marido para que acuda al cuartel, pueden pasar dos cosas: si es culpable, no va, pero si es inocente, sí. Ese ignorante se pasa la noche en un calabozo hasta que al día siguiente, estando esposado, lo juzgan. Luego el juez/a determina que es inocente y lo lanzan a la calle. Nadie le ayuda, nadie le pide perdón, todo su mundo se ha derrumbado en un segundo y sin embargo el mundo sigue su curso impasible.

Los jóvenes varones honrados tienen miedo al divorcio, tienen miedo a las denuncias falsas por malos tratos, tienen miedo a tener una responsabilidad en común con una mujer: los hijos. Tienen miedo al calabozo, a la cárcel, a la ruina económica, a la pobreza, a la vergüenza, al desprecio; todo ello es consecuencia de una denuncia falsa.

Una simple denuncia falsa por maltrato psicológico (un falso insulto) provoca en el afectado un irreversible hundimiento anímico, pérdida de la autoestima, recelo de la sociedad, la justicia  y las instituciones, y un irreparable desprestigio social. Todo esto le impide vivir y trabajar con normalidad. Una denuncia falsa tiene un abyecto ingrediente de traición y maliciosa alevosía que es capaz de burlar a la justicia, y provocar el efecto deseado sin consecuencias para la delincuente, gane o pierda. Una juez le dijo a una denunciante: Ha hecho usted una denuncia de manual, pero no puedo condenarla porque la ley la protege

Es por lo tanto, lógico que un varón normal, como lo son el 99,X % de los varones españoles, se lo piense muy mucho antes de entablar una relación social y económica con una mujer. Y por eso cada vez más, nos encontramos en España “adolescentes” de 30 y 40 años, de ambos sexos, unos solteros y otros con pareja pero viviendo en casas separadas, viviendo frívolamente. No quieren compartir su vida con otra persona que les puede herir.

Una preciosa y simpática vecina que vive con su padre, nunca casada, de 42 años me comentaba el otro día que “Cuesta mucho” refiriéndose a encontrar pareja cuando sale con las amigas.

Eso es -pensé para mí- consecuencia del feminismo exacerbado de las últimas décadas.

Los hombres tienen miedo de las mujeres y de las armas que el feminismo brutal y despiadado ha puesto en sus manos.

Los jóvenes conocen muchos casos en familiares, amigos o en sus propios padres. Están asustados. Se sienten desprotegidos. No quieren acabar como su padre: solo, despreciado, deprimido y arruinado.

Ese feminismo enrojecido por el odio y el puño amenazador, tiene dos víctimas: el hombre y la mujer.

Un feminismo basado en el odio, destruye. Un feminismo basado en el amor, construye.

José Enrique Catalá

Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia. Especialista en Hª Medieval. Profesor. Autor del libro: Glosario Universitario.

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