Vivir y morir en la Segunda República

Un ejemplo más del falso “paraíso” que nos quieren vender sobre la Segunda República.

El día 23 de agosto de 1934 se produjo en Toledo un asesinato (en realidad, uno de tantos) que traería graves consecuencias para una testigo.

No estaba escrita ninguna ley, pero un empresario toledano en la Segunda República, no podía contratar a un empleado si este no estaba afiliado a la Casa del Pueblo.

Félix Moraleda, propietario de un mesón, contrató como camarero a un hombre que no estaba afiliado. Ese desafío a la Sociedad de Camareros, le costó la vida.

Los responsables de dicho sindicato decidieron condenar a muerte al empresario. Echaron a suertes la elección de los que llevarían a cabo la “sentencia” de entre los miembros de la Sociedad. Fueron comisionados tres camareros: Hilario de la Torre, camarero del café “Suizo”; Agustín Calvo, del café “Español”; y Julio Sánchez, casualmente empleado de la víctima.

Quiero detenerme un momento en este relato para hacer una pequeña reflexión: ¿Cómo es posible que la gente de izquierdas se convierta sin ninguna dificultad moral, de camarero a asesino en unas cuantas horas? Si lo echaron a suertes es porque consideraban que “cualquier” camarero afiliado al socialismo era capaz de asesinar a sangre fría, en época de paz, en defensa de aquella repulsiva ideología.

El entierro fue una imponente manifestación ciudadana de repulsa contra el crimen.

Pero apareció un testigo: la doctora Carmen Miedes, de la conocida familia toledana apodada “Los feos”. La doctora pudo ver desde un balcón a escasos metros de la escena del crimen, cómo se desarrollaba el atentado.

Carmen no dudó ni por un instante en presentarse ante el Tribunal y reconstruir milimétricamente los hechos. El 4 de octubre de 1934 (víspera del fracasado Golpe de Estado Socialista conocido eufemísticamente como: “Revolución de Octubre”), la Justicia condenó a los tres camareros a 30 años de prisión, a pesar de haber sido defendidos por el Jefe Provincial del Partido Comunista.

La ciudad entera reconoció el valor de la doctora Miedes por no temer a las represalias. Pero, finalmente, fue represaliada.

Los marxistas amenazaban e insultaban a la doctora por la calle. Recibía mofas y gestos soeces cargados de odio y rencor. Cuando tenía que visitar enfermos en las afueras tenía que ir acompañada por sus hermanos o amigos para evitar agresiones ya anunciadas.

Los izquierdistas inventaron una coplilla dedicada a la doctora:

“A los presos de Chinchilla

les vamos a regalar

la cabeza de la Miedes

para jugar al billar.

 

La cabeza de la Miedes

pronto la vamos a ver

colgadita de un farol

en medio de Zocodover.”

Pasó el año 1935 soportando las amenazas, pero tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de 16 de febrero de 1936, la Diputación Permanente de las Cortes aprobaba el 21 de febrero de 1936 la amnistía de todos los condenados por los sucesos de la Revolución de Octubre de 1934, por propuesta de Azaña. Pero ni eso fue verdad, puesto que los tres camareros asesinos, también salieron en libertad y volvieron a Toledo.

Los marxistas festejaron su retorno y aumentaron las amenazas sobre cortarle la cabeza a la doctora Miedes, por lo cual, esta lo puso en conocimiento del Gobernador Civil. Esta fue su respuesta:

“Lo menos que yo puedo conceder a los ganadores del Frente Popular es la cabeza de una mujer si me la pidieran”

Entonces pidió protección al Gobernador Militar, Coronel Moscardó. Este le comentó que dentro de la legalidad, él no podía darle protección, pero que como Gobernador Militar no podía consentir un crimen excepcional como ese. Dijo que se quedasen en casa y si intentaban asaltarla, procurasen avisarle, y en un cuarto de hora estaría allí con las tropas.

Por la noche se produjo la manifestación que llegó a la puerta de la casa de Carmen. Se produjeron insultos y amenazas pero no llegaron a asaltar la vivienda, a pesar de que las mujeres animaban a los hombres a que lo hiciesen.

Carmen Miedes fue finalmente asesinada por milicianos socialistas, al lado de las murallas de la ciudad, el día 4 de agosto de 1936. Su cadáver fue enterrado en una fosa común. Sus restos no han sido localizados.

José Enrique Catalá

Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia. Especialista en Hª Medieval. Profesor. Autor del libro: Glosario Universitario.

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