Una batalla cultural más a librar (además de, y previa a las ya existentes) (2ª parte)

Vimos anteriormente cómo la ideología socialista ha tenido un fuerte impacto negativo sobre los grupos naturales intermedios, o si se prefiere decir de otra forma, sobre la clase media española (https://www.infohispania.es/una-batalla-cultural-mas-a-librar-ademas-de-y-previa-a-las-ya-existentes/).

Decíamos en el artículo citado que las políticas fiscal, educativa, laboral, religiosa, así como los valores y el lenguaje que usa la socialdemocracia han perjudicado a los sectores más dinámicos de la clase media, hasta el punto de que si no se le pone remedio podríamos retroceder a escenarios próximos al tercermundismo.

Gracias a las observaciones atinadas de nuestros lectores, hemos comprobado que la labor erosiva alcanza a muchos otros aspectos. La visión socialista abarca a todas las políticas, y afecta a todos los sectores. Veamos algunos de ellos:

El suelo. La socialdemocracia tiene como creencia inamovible que el suelo “es de todos”, y por ello reivindica el derecho de los poderes públicos a administrarlo; es decir, está en favor del intervencionismo público del suelo a ultranza. Multitud de leyes estatales y autonómicas, junto con las presiones municipales han tenido como consecuencia que la oferta de suelo disponible para vivienda se estrangule; y que las cesiones de suelo pasen a ser un impuesto más. Por ello, el valor promedio estimado del suelo se ha incrementado en las últimas décadas hasta llegar al 32 % del coste total (datos de Asprima, https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/02/12/midinero/1518451000_001933.html); y los impuestos totales suponen el 28% del coste de una vivienda. Además de las corruptelas en las que han participado todos especulando con estos incrementos en los precios, y aumentándolos a su vez por este motivo, el elevado coste del suelo, los impuestos y las cesiones de suelo obligatorias han hecho realmente oneroso que las familias tradicionales, esas que “hay que destruir porque son reductos de la ideología burguesa” accedan a una vivienda.

La familia. El socialismo considera a la familia tradicional (padre, madre e hijos) como un instrumento más del “capitalismo” para explotar a “los trabajadores”. Consideran que la “abolición de la familia tradicional, -que ellos la llaman “burguesa”-, también es un objetivo para llegar al socialismo”. Además de todas las medidas descritas con anterioridad, que ya hacen muy difícil la permanencia vital de ese modelo, implementan políticas que tratan de acabar con la estructura tradicional de familia. Las ventajas fiscales por hijos son mínimas, la declaración conjunta fiscal castiga al matrimonio con dos ingresos, se toman medidas que favorecen cualquier modelo familiar alternativo y se permite la máxima facilidad para el aborto, o se implantan leyes de género divisivas, que favorecen la guerra de sexos.

Políticas COVID. Vamos a resaltar qué medidas han sido tomadas desde la perspectiva socialista, y que han erosionado seriamente a importantes sectores de la clase media. Uno de sus dogmas de fe inamovibles es el de la estatalización de la sanidad. Algo tan importante como la salud de la población, dicen, no debe ser objeto de negocio, sino que, al contrario, debe estar gestionado en exclusiva por el sector público. Por ello, cualquier tipo de privatización total o parcial, de libertad de elección entre sanidad pública o privada o de modelos de gestión de la sanidad pública con participación de entidades privadas es rápidamente demonizado y eliminado.

En el tema COVID, la socialdemocracia impuso su modelo mediante el monopolio exclusivo de la vacunación por la Sanidad Pública y el control total de la sanidad privada; en la contratación y compra estatal o supraestatal (europea) en exclusiva de vacunas y otro material sanitario, sin permitir ningún tipo de libertad de mercado o de compra, y en la rigidez en los controles a farmacias y a profesionales sanitarios en el ejercicio libre. Como están convencidos de que “lo público es mejor que lo privado”, no se consideran obligados a rendir cuentas, por lo que ha habido una nula transparencia en los procesos de compra. La política estatista de no permitir la libertad de compra y de administración de las vacunas, o de que no haya existido libertad de vacunación por sanitarios fuera de la sanidad pública ha tenido un coste en retrasos y extensión de las olas COVID (mayor expansión de la pandemia, fallecimientos, etc.) difícil de medir, pero no por ello menos cierto.

Con el asesoramiento de unos expertos desconocidos o inexistentes, la socialdemocracia impuso unas restricciones insoportables a sus enemigos naturales, la “pequeña burguesía”: pequeños comercios y empresas, restauración, hostelería, que ha motivado el cierre de muchos negocios (“negocios”, concepto también denostado y perseguido), y la pérdida en muchos casos definitiva de profesionales, cuadros y emprendedores por cierre definitivo de la actividad.

Asimismo, a causa de su perspectiva “internacionalista”, hubo una tenaz resistencia al filtro de entradas de viajeros a España; sólo se adoptó esta medida después de que otros países lo hicieran.

Si el socialismo en circunstancias normales trata de coartar la libertad (“libertades burguesas”, dicen despectivamente), en circunstancias extraordinarias tratan de restringirla al máximo. Están convencidos de que es mejor encerrar a toda la población que hacer participar en la lucha contra la pandemia a los múltiples colaboradores potenciales de la sociedad civil de una forma mucho más descentralizada y ágil (centros de enseñanza, empresas, profesionales sanitarios, entidades de todo tipo, sanidad privada, etc.).

Los Estados de Alarma en España motivados por el COVID fueron la consecuencia del pensamiento socialista aplicado en su máxima intensidad contra las libertades “burguesas”. En esta ocasión tenemos constancia de que fueron excesivos: el Tribunal Constitucional declaró inconstitucionales los dos primeros Estados de Alarma, a partir de los recursos de inconstitucionalidad interpuestos por VOX. La imposición desmesurada de los confinamientos ha supuesto un coste psicológico y moral, además del económico, cuyas consecuencias todavía hoy estamos pagando.

Política territorial. El socialismo español sigue aquí un camino diferente al de sus compañeros internacionales. Nos extrañaría mucho ver en sus homólogos de otros países europeos el deseo de acabar con su nación (Francia, UK, Alemania, Italia, etc.). Probablemente porque consideran que su modelo de nación ya es “progresista”, o fruto histórico de alguna revolución, por antigua que sea. Incluso los modelos nórdicos de éxito socialdemócrata (Suecia, Noruega) ni siquiera tienen entes regionales ni nada parecido; les basta con un Estado unitario y organización administrativa en provincias, y sin Senado.

Pero el concepto de España va por otro lado. Toda nuestra Historia va, según su perspectiva, en contra del “progresismo”, “la clase trabajadora”, o en favor de “las clases dominantes”.

Si nos centramos en las últimas décadas, vemos cómo a partir de los años 70 del siglo XX el socialismo cuestiona radicalmente la estructura y el propio concepto de España. En el Congreso de 1.974 en Suresnes, el PSOE decía, aquí sí en su lenguaje genuino: “Al analizar el problema de las diversas nacionalidades el PSOE no lo hace desde una perspectiva interclasista del conjunto de la población de cada nacionalidad sino desde una formulación de estrategia de clase, que implica que el ejercicio específico del derecho de autodeterminación para el PSOE se enmarca dentro del contexto de la lucha de clases y del proceso histórico de la clase trabajadora en lucha por su completa emancipación.” …. “El PSOE se pronuncia por la constitución de una República Federal de las nacionalidades que integran el Estado español por considerar que este estructura estatal permite el pleno reconocimiento de las peculiaridades de cada nacionalidad y su autogobierno a la vez que salvaguarda la unidad de la clase trabajadora de los diversos pueblos que integran el Estado español.” (fin de las citas). En el año 1.976, en el Congreso del PSOE celebrado en Madrid, se continuó en la misma línea.

En aplicación de una planificada estrategia gradual, y modulando como siempre el lenguaje para no generar reacciones, la socialdemocracia española fue incrementando durante décadas las competencias de todos los estatutos de autonomía, con la colaboración entusiasta del centrismo, así como participando durante años en gobiernos autonómicos con quienes creen en ese modelo de “autodeterminación” (PNV, ERC, BNG, IU, UP, etc.), e introduciendo paulatinamente la idea del Estado Federal. Poco a poco la situación española se va aproximando al escenario que el “moderado” Felipe González diseñó hace casi medio siglo en Suresnes.

Además de los temas estrictamente políticos, esta desmembración a plazos ha traído como consecuencia una pérdida importante de la unidad de mercado interna, así como la creación de fronteras invisibles (o no tanto) que inciden en las expectativas de cualquier profesional, funcionario o emprendedor que quiera prosperar en el conjunto de España. Para muchos españoles se hace difícil buscar oportunidades de trabajo y familia en autonomías con legislación distinta para todo, con idiomas regionales minoritarios que imponen barreras, en poblaciones con ikastolas, con “ley del silencio”, que espían o multan a los castellanohablantes, o en entornos cerrados, hostiles, racistas o violentos. Nadie parece ver la pérdida de posibilidades de futuro que ello supone para sectores importantes de la población española.

Hay muchos otros temas en los que el socialismo ha ocasionado serios perjuicios a la otrora abundante y fuerte clase media española. Animamos a los lectores a que vean en su ámbito próximo más políticas o actitudes de este tipo que han actuado -nunca casualmente- en pro de sus objetivos finales, y contra importantes sectores: el sector primario, el desmantelamiento del sector industrial; el crecimiento de la deuda pública, etc., bajo eufemismos que ocultan su programa máximo. También es llamativo que muchos de los propagandistas socialdemócratas echan la culpa al “capitalismo” (otro concepto tergiversado y demonizado por ellos) de los males que ellos mismos han creado, al menos en España: depauperación de las clases medias, pobreza, paro, desigualdad y división. Y el estatismo creciente ha desmovilizado paulatinamente al ámbito civil; el dinamismo propio de gran parte de la sociedad española ha desaparecido en pro de un supuesto Estado providencia, mientras crecían las movilizaciones de los sectores de izquierda más radicales y destructivos.

Como conclusión, los sectores perjudicados (profesionales, cuadros, mandos intermedios, funcionarios, autónomos, empresas pequeñas o familiares, sector primario, etc.) deben organizarse para su defensa de forma independiente de los actuales sindicatos “de clase” o patronales globalistas; conocer muy bien y cuestionar con claridad todos los dogmas reales del programa máximo socialista, para poder desmontar la ingeniería social impuesta durante décadas, elaborar una propuesta alternativa, y luchar por ella. Hay que pensar que el socialismo es un invento ideológico del siglo XIX, creado en unas circunstancias científicas, tecnológicas, sociales y económicas que no tienen absolutamente nada que ver con el mundo actual, dos siglos después.

La solución no va a venir del centrismo, ni de la anglosfera, ni de la eurosfera. Va a venir de la mano de la Iberosfera.

Es la hora de la acción guiada por el pensamiento.

Julio García de Durango

Estudioso desde siempre de temas ambientales, políticos y económicos; dedicado a renovar nuestro ideario, con la intención de crear un proyecto sugestivo para la España del siglo XXI. Ingeniero Civil. Experto en Planificación y Cost Control. La batalla cultural y de las ideas es permanente, y en ella debemos concentrarnos.

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