Sólo un poco de seriedad

"Si la educación debe de ser presencial, también el médico, el juicio, la administración, los servicios públicos..."

         Nuestro presidente ha dejado todo, si en algún momento lo tuvo, para dedicarse a intentar convencer de la necesidad de unos presupuestos generales y, para ello, retoma ya consignas clásicas de este gobierno, que después calificaré: tenemos que apoyar todos; no es patriota el que no apoya; las decisiones no se discuten, se ejecutan, no son momentos de discusión; no hay plan b, no hay alternativa.

         Todas ellas son frases falaces que encubren dos cosas importantes; una primera, una falta de trabajo y vagancia extrema, bien sea por incapacidad, por negligencia o por absoluta desgana o desidia, pues un dirigente, quien se supone es un líder, siempre debe tener una salida, un plan B, una alternativa en caso de crisis, quien así se manifiesta es un sinvergüenza o un ser incapaz de afrontar las responsabilidades que le han sido encomendadas.

         En segundo lugar, que no por ser más duro, es el que creo que es la posición de nuestros dirigentes, sólo buscan la dominación, el sometimiento, la rendición y la aniquilación mental del ciudadano para poder ejercer un poder omnímodo y sin control, por lo que, por más que de corderos se vistan, son los más fieros leones.

         Con esta tesitura, cuando los gobernantes nos exigen a todos los ciudadanos el apoyo para sacar los presupuestos, sin presentar ni siquiera unas líneas generales de por dónde se van a desarrollar, no piden apoyo, piden sumisión, no quieren que mostremos nuestra anuencia, sino que nos sometamos a lo que a ellos les plazca hacer con nosotros.

          Junto a esta exigencia a lo que ellos decidan, sin criticar hay que cumplir, como oía el otro día en la radio a un dirigente “no es el momento de discutir las decisiones, sino de ejecutarlas”, se encuentra la presión que se está, cruelmente, aplicando al ciudadano al que se hace responsable de los rebrotes, de la pandemia, de la crisis sanitaria por no ponerse una mascarilla -que hay que ponerse-, por no tomar medidas -que hay que tomar-, como si todos los males de la epidemia recayesen en unos jovenzuelos que no han interiorizado la crisis y a los que un gobierno que no supo, no pudo, no quiso, o simplemente le vino grande, se le murieron 40.000 ciudadanos, le traslada su responsabilidad.

         Yo no voy a negar el apoyo a los presupuestos del gobierno mientras no se ponga negro sobre blanco, al menos las líneas generales de esos presupuestos, no voy a dejar de cumplir las medidas que coercitivamente me exijan, pero no dejaré de impugnarlas, recurrirlas, criticarlas o poner de relieve que son auténticas fórmulas de control social y no de control sanitario.

         Si exijo que a los ciudadanos nos trasladen con tiempo los protocolos sanitarios que quieren cumplir, que demuestren que están trabajados, que se sustentan en criterios sanitarios sólidos y que se limitan al ámbito sanitario, que me digan qué debo de hacer con un hijo discapacitado que cuando ve una aguja sale corriendo y no le sujeta ni un regimiento de ingenieros, lo llevo al centro de día, lo dejo en casa deteriorándose sus capacidades, si cae enfermo cómo lo van a tratar, pues la última vez que le pedí al médico que viera cómo extraían sangre a su padre para que viera que no tenía que tener miedo, desde su teléfono, sin verme, sin saber ni de qué hablábamos, se permitió echar una bronca cobarde.

Yo a mis dirigentes les pido seriedad y si se hacen cargo de las residencias, asuman la responsabilidad de sus muertes y que no digan que era responsabilidad del anterior; que si son mando único, lo ejerzan de verdad y no se limiten a acabar con el portal de trasparencia, saltarse la estructura normativa, someter a los ciudadanos y comprar por circuitos oscuros y repletos de comisiones, en lugar de hacerlo en las empresas nacionales donde el lucro de intermediación se limita, si existe.

Ya está bien de impedir reuniones en los bares, en una terraza al aire libre, de más de 10 personas y obligar a 25 chavales a entrar en lugar cerrado y permanecer en él durante horas.

Si la educación debe de ser presencial, también el médico, el juicio, la administración, los servicios públicos y las medidas sanitarias coherentes y debidamente explicadas por científicos y no por marionetas, como Simón.

Enrique de Santiago Herrero

Abogado. Máster en Ciencia Política. Diploma de estudios avanzados en Derecho Civil Patrimonial. Derecho penal de la empresa. Colaborador y articulista en diversos medios de comunicación escrita, radio y televisión.

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