Sin ti, no contra ti


Estamos acostumbrados a utilizar modelos de segregación social y de gregarismo que lo único que promueven es la crispación y, en la incultura y la falta de educación, la violencia.

O eres rojo o eres azul, en el paroxismo del apartamiento o eres comunista o eres fascista, o blanco o azul, no caben los grises en toda su gama, no comprendemos que las líneas rojas que no se pueden superar sólo son aquellas que rompen el sistema de juego, los principios básicos de toda sociedad, pero las formas, los modos o los planteamientos de actuación ante un problema, desde una u otra perspectiva, son igualmente respetables.

Vivimos un momento en el que no se pretende comprender al adverso, únicamente es contrario y, por tanto, no aceptable, creando maximalismos y posiciones inamovibles de imposible reconciliación, lo que supone la ruptura del modelo democrático en el que todos los actores se deben a los modelos formales e informales de interacción y negociación.

Por ejemplo: El aborto es un problema que debe de ser resuelto, de forma que unos sostienen que es un derecho de la mujer y el feto un problema a eliminar, los otros que es un ser humano independiente de la madre y es un asesinato su eliminación cuando, con independencia de la posición de cada uno, lo cierto es que es un problema que unos resuelven con la eliminación y los otros, prefieren conceder otras alternativas, económicas, sociales, personales y de apoyo a esa mujer para intentar evitar la eliminación del hijo. De este modo, si te desprendes del maximalismo generado con “asesinato” o “derecho”, lo que hemos de desarrollar son modelos que permitan resolver los problemas de esas mujeres y confrontarlos en igualdad de condiciones, para que el ciudadano decida.

No se puede imponer que el aborto es un derecho de la mujer y tildar de fascistas a los que no lo contemplan así, pues es la imposición de un planteamiento de forma unilateral.

No podemos llamar asesinos comunistas a los que únicamente contemplan el aborto como la eliminación de un grano que se ha producido en el útero de la mujer, pues es tan injusto como el anterior.

La clave se encuentra en permitir aplicar una política de ayuda a las mujeres embarazadas o una política de eliminación inmediata del problema con la supresión de una vida humana, pero que, cuando la mujer decida entre una u otra opción, esté perfectamente informada de ambas en igualdad de condiciones.

En lo personal defenderé el derecho a la vida pues, de no haberlo hecho, mi hija pequeña no estaría hoy entre nosotros y yo, sin ella, no podría ser yo.

Otro ejemplo: La igualdad de la mujer es un hecho en España y cualquier tipo de discriminación no sólo es reprobable, debe de ser perseguida; pero, afirmar que la mujer, en general, está discriminada es una falacia impuesta sin dato o realidad alguna, no existe una mujer que, por el hecho de serlo, tenga un salario diferente al de un varón pues, si así fuere, existen mecanismos potentes de resolución de esa disfunción.

Es cierto que dicha igualdad se ha conseguido en los últimos 35/40 años y que aún quedan restos de obstinaciones, pero existen modos, modelos y formas para eliminar esa resistencia u oposición, sin necesidad de generar políticas de discriminación del hombre por el hecho de serlo.

Que existen hombres que asesinan a sus esposas, es una evidencia, sin olvidar que existen mujeres que asesinan a sus maridos, por más que en un porcentaje inferior; pero, es indiscutible que, tras invertir millones de euros en la eliminación del problema, este no solo no decrece, sino que crece, de forma que el modelo se muestra ineficaz.

Si el modelo no funciona ¿no deberíamos plantearnos un sistema por el cual la inversión se produzca en mecanismos preventivos y no en criminalizaciones generalizadas que, por más que se pretenda, son injustas e inconstitucionales?

Una vez más, el problema existe, se le presentan diversas soluciones, unas son la criminalización del varón, la ruptura de los principios penales de presunción de inocencia y de carga de la prueba y la concesión de beneficios en el proceso conflictivo de divorcio en beneficio de una parte, lo que, evidentemente, genera más crispación y conflicto.

Otros son aplicar modelos de prevención, con independencia del sexo del agredido o paciente, la persecución del delincuente y la aplicación de la norma con agravantes por el ámbito de comisión del delito, distribuyendo los fondos en la justicia, las fuerzas de seguridad y sistemas de prevención telemática

Dejemos maximalismos como “el que no está con nosotros, está contra nosotros” y comprendamos que “el que no está contra nosotros, está con nosotros” y la crispación sólo beneficia a los extremistas que nos quieren dañar.

Enrique de Santiago Herrero

Abogado. Máster en Ciencia Política. Diploma de estudios avanzados en Derecho Civil Patrimonial. Derecho penal de la empresa. Colaborador y articulista en diversos medios de comunicación escrita, radio y televisión.

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