Semana Santa

Con independencia de la creencia personal, estos días son días de introspección, de encuentro con uno mismo, de meditación y encuentro, al menos, con el yo de cada uno, de recuerdo del que falta, de añoranza por el que está lejos, de sentimientos a flor de piel.
La religiosidad de un pueblo, por más que se esté perdiendo o, al menos, cursa de modo diferente al que la vivimos en otros momentos que, ni era peor, ni debió de ser mejor, sino distinta, sí marca el modo de superar los días, los meses, los años. Y, así, la católica, les guste o no les guste a unos y otros, remueve los corazones, sensibiliza al más duro, hace que afloren los mejores deseos y se fortalecen las uniones, pues se conforma en torno a Jesús como ser de luz y amor, que predica el amor entre todos.
Que luego los hombres lo puedan haber torcido, que podamos haber manipulado su discurso, que quienes les siguen le traicionan, ni lo pongo en duda, ni serán afirmaciones puestas en mi pluma, pues lo innegable, lo que es inalterable, es que su doctrina es el AMOR y que, sin ella, gracias a ser hijos de Dios, la igualdad entre los hombres, la superación de las diferencias y el desarrollo social, no hubiere sido posible.
Él no promueve la disputa, la discusión, la violencia, sino la vida, el amor y la comprensión, por más que nosotros seamos violentos en su nombre, o generemos crispación enarbolando su cruz, o incluso desde la Iglesia y con la Fe se puedan haber cometido actos horrendos, que no son, en ningún caso, dictados o promovidos por Jesús.
Que por alzar su cruz, alentar el amor fraterno y defender la vida exista quien nos agreda, o se sienta agredido, es algo que no podemos evitar, ni podemos dejar de pensar, defender y creer en lo que lo hacemos, de forma que no busquemos, no enardezcamos nuestro discurso en la disputa o disidencia, sino que suframos las embestidas sin respuesta, comprendiendo que su falta de comprensión es la que les lleva a la violencia.
         En estos días de influencia judeo cristiana, de olor a incienso, de meditación profunda, de creencia o descreencia pero que nos acerca algo más, no podemos, no debemos, olvidar que ese Jesús que muere nos obliga a defender la vida, a defender al enemigo, a defender su palabra. Y en estos días de abortos, ley trans, sí es sí, enfrentamiento sexual y político, en los que aquellos que incendian las redes, la prensa, el día a día, lo que buscan es la destrucción de nuestro pasado, de nuestra transición, de nuestro sentimiento cristiano que viene de más alla de los Reyes Católicos, por más que algún personaje pretenda lo contrario para obtener un motivo de agresión, creamos o no, admitamos que ese Cristo que dio la vida hace ya 2000 años, lo que predicó es el amor entre las personas, el respeto, la verdad y la felicidad, que es el padre de esos hijos autistas que somos nosotros y que no comprendemos sus designios, pero sabemos que está ahí y que Él no busca nuestro mal, no quiere nuestros enfrentamientos y que, si se producen, son debidos a quienes prefieren el Odio al Amor, los que quieren la Guerra y no la Paz.
         Desde el interior de nuestros corazones, que disfrutes de una Santa Semana y que la resurrección de Jesús nos permita esperar, soñar y añorar la nuestra y la de los nuestros.    Para ti, que no crees, ¿qué tiene de malo o en qué perjudica que algunos nos ilusionemos con esto?

Enrique de Santiago Herrero

Abogado. Máster en Ciencia Política. Diploma de estudios avanzados en Derecho Civil Patrimonial. Derecho penal de la empresa. Colaborador y articulista en diversos medios de comunicación escrita, radio y televisión.

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