Salgamos de la ponzoña

Cuando la amistad se ve truncada, no por un problema o circunstancia personal o de la vida, sino que se pierde por la disidencia política, algo estamos haciendo mal.

Cuando dos personas de diferente signo político, que han mantenido siempre una conexión personal se dañan o distancian por la crítica política, es que algo estamos haciendo muy mal.

Cuando la defensa del partido, del líder, de la posición, se encuentra por encima de la crítica e incluso de la vida, es que algo no está bien en nuestra forma de actuar.

Cuando quien siempre ha estado a tu lado, en los buenos y en los malos momentos, ha defendido tu diferente forma de pensar en aquellos círculos de disidencia política, quien siempre ha mostrado su afecto y ahora siente tu desdén por haber defendido determinada crítica política, es porque algo no está bien.

Cuando, con independencia de la posición política, ante una crisis como la que estamos viviendo, alguien critica la acción del gobierno, sea cual sea ese gobierno, por ver que se miente, se oculta, no se hace nada, ni se pretende hacer nada y es vilipendiado por quienes consideraba amigos de siempre, es que algo se ha podrido.

Cuando en las familias se rompen los lazos fraternales por culpa de una posición política o por defender o atacar una forma de actuar, es que algo se encuentra ya putrefacto. Cuando un padre siente el desdén público o privado de un hijo por no pensar como él, faltándole al respeto y al cariño esperado, es que algo estamos haciendo rematadamente mal o no funciona como debiera.

Cuando la política es la única que marca el modo de pensar y actuar de unos y otros, no existen senderos de humanidad, de sentimiento, de entendimiento y empatía, es que el virus alcanzó nuestro corazón y nuestra mente y sólo somos capaces de vivir con el soma que nos facilitan los líderes de barro que nos hemos creado.

Cuando la religión se considera un opio, no una forma de hacernos mejores los unos y los otros, y se destruyen los sentimientos, las creencias, los valores del amor, el respeto, la vida humana, etc. y únicamente buscamos discursos de odio, de enfrentamiento, de inoculación de sentimientos oscuros, es que algo no puede ser bueno y lo estamos haciendo mal.

Cuando ante una crítica, esta genera en un amigo sanitario la necesidad de desearte que te mueras o que no enfermes, no por afecto, sino para no tener que negarse a procurar tu sanidad, es que la ideología está por encima del ser humano, del amigo, del familiar, de aquel que te consideraba importante y la mierda inoculada en la sociedad alcanzó el nivel máximo.

Todo esto evidencia que la crisis económica a la que nos enfrentamos, siendo la ruina jamás conocida o la crisis sanitaria una de las más importantes padecidas por la humanidad, no son nada, ni deben de preocuparnos más allá de lo imprescindible si miramos la miseria moral en la que nos hemos sumido y en la que nadamos día a día.

Cuando la canalla, la inconsistencia, la inmoralidad, la sin vergüenza forma de vivir se convierte en el objetivo de vida y no se busca un proyecto de vida en común serio, solvente, moralmente sólido, la ponzoña se convierte en manjar y la basura en diamantes.

España, todos nosotros, necesitamos parar un segundo, reformular los planteamientos, recuperar los lazos rotos, fortalecer los valores y volver a ser referente moral del mundo, como ya lo ha sido en su historia, referente ético, económico y social como cuando fue el imperio más grande del universo; pero, para ello, la sociedad necesita dar un golpe en la mesa, exigir la verdad a los políticos, el esfuerzo a los ciudadanos, y comenzar a revalorizar la cultura, el esfuerzo, la valía intelectual, el rigor dialéctico y la solvencia discusiva para, con trabajo, sudor y, todos juntos, recuperar ese proyecto de vida imprescindible para ser cada día mejores, más y más fuertes.

Enrique de Santiago Herrero

Abogado. Máster en Ciencia Política. Diploma de estudios avanzados en Derecho Civil Patrimonial. Derecho penal de la empresa. Colaborador y articulista en diversos medios de comunicación escrita, radio y televisión.

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