Refundación

"VOX tiene muchas batallas culturales abiertas, es el grupo que mejor entiende lo que significa España como concepto inspirador de propuestas políticas, y quien tiene más claro cuán nefasto para España ha sido y es el socialismo."

Tras las recientes elecciones generales del 23 J, se ha podido observar una “Ley de Hierro” histórica que nos afecta especialmente. La derecha española (en su más amplia acepción) adolece de una importante debilidad política desde hace décadas. Incluimos en este término al PP, no tanto por sus dirigentes como por muchos de sus votantes, de los que nos consta fehacientemente que están ubicados en el ámbito de la derecha.

Analicemos nuestra Historia reciente, de los siglos XX y XXI.

Esperamos no contravenir la rigidez inquisitorial de las leyes de Memoria si decimos que, desde los años 40 del siglo XX, el régimen franquista tuvo siempre el apoyo de las fuerzas políticas, sociales e instituciones de la amplia coalición vencedora en la Guerra Civil: la Iglesia en su conjunto, el Ejército, los monárquicos (carlistas o alfonsinos), la Falange, así como importantes sectores de la población que votaban a los partidos de derechas o católicos en la II República. A partir de los años 60, el Régimen incorporó nuevos apoyos: los denominados “tecnócratas”, y otros sectores de origen eclesial, algunos de ellos precursores del futuro sector democristiano.

En paralelo, la II Guerra Mundial supuso en 1.945 el triunfo absoluto de los países con sistema democrático-liberal y los de régimen comunista. Y todo aquello que era cercano a las potencias del Eje (nazismo, fascismos, sistemas autoritarios o totalitarios de derecha) fue condenado universalmente a muerte, ejecutada la sentencia y dispersados los restos. Los “antinazis”, “antifascistas” o partisanos, junto con los ejércitos de las potencias vencedoras (con aliados inconfesables) y los gobiernos de todos los países fueron los brazos ejecutores de la sentencia. Un proceso que duró años, hasta su total consumación.

La derecha posterior a la II Guerra Mundial se refugió en la Democracia Cristiana y en los partidos conservadores. En los años 40-50-60, los democristianos europeos actuaron en política siguiendo las directrices de la Iglesia Católica, cuando ésta todavía era consciente de ser “sal de la tierra y luz del mundo”, y aún existía una parte sana e incontaminada de la sociedad. En esos años los democristianos pactaron frecuentemente con los socialistas, especialmente en la construcción europea. Dos formaciones políticas con una fuerza similar, democristianos y socialdemócratas, cooperaban en ámbitos comunes (Europa, política y sociedad), de igual a igual, aun con visiones distintas.

Nada es eterno, ni siquiera las buenas intenciones terrenales de las jerarquías eclesiásticas. A partir de los años 60 se producen cambios importantes. Las corrientes disgregadoras surgidas después del Concilio Vaticano II y la revolución cultural de los 60 hicieron mella en la fortaleza democristiana. A partir de estos años, a la DC le entran las tentaciones -en las que cae- de ser “centro izquierda”, y empieza poco a poco a comprar el discurso socialdemócrata; es el principio del fin. En este contexto de cristianismo blando, la opción política del integrismo católico desapareció por completo, y se quedó en el anaquel de la Historia decimonónica, junto con el “Antiguo Régimen” fernandino y los pleitos dinásticos.

Volvemos a España. Si durante los años 40 a 60 pareció tolerarse por los poderes universales la “singularidad ibérica” de España y Portugal a causa de la Guerra Fría, a partir de finales de los 60-principios de los 70 se empieza a planear la “operación Transición”, el postfranquismo. Hay muchos interesados activos en el tema: USA, nuestros vecinos europeos, instancias españolas (desde las más altas hasta el resto), incluso buena parte de la derecha que apoyaba (y vivía de) el Régimen.

La letra pequeña de este guion, que nadie leyó ni fue publicada, y que pilló por sorpresa a la derecha de entonces era que, a semejanza de lo sucedido en 1.945, había que erradicar por completo todo lo que tuviera relación con el Régimen anterior, por su contaminado origen “fascista”: ideas, personas, grupos, instituciones, etc. El franquismo tenía que perder la II GM 30 años después, empleando el tiempo que fuera necesario. Para garantizar ese proceso, había que dejar durante largos años el Gobierno en manos de quienes perdieron la Guerra Civil. En los 28 años que ha estado el PSOE en el poder, el recalcitrante fanatismo antifranquista destruyó junto con los restos del franquismo todas las políticas de éxito del pasado, sólo por el hecho de coincidir temporalmente con el régimen anterior: la unidad de España, una fiscalidad bajísima, un Estado austero, la protección comercial de los españoles, el desarrollo industrial y de infraestructuras (el “Estado de obras”), el ascensor social de la enseñanza, las políticas solidarias del agua, las viviendas baratas, etc. Aspectos todos con escasa o nula relación con ningún tipo de “fascismo”.

Por el contrario, se aplicaron políticas destructivas, que -aquí sí- han estado siempre ligadas al socialismo, sus socios comunistas o de extrema izquierda y los separatismos: el resentimiento social (la génesis de la lucha de clases), la introducción del odio en ideologías, territorios, géneros, etnias, históricas. Se pusieron las bases ideológicas de la autodemolición de los españoles.

La acción conjunta de las políticas antiderecha disfrazadas de antifranquismo (bajo el mandato de las potencias vencedoras, aceptado a pies juntillas por todas las instituciones españolas), y el vacío ideológico de la Democracia Cristiana (grupo europeo donde se encuentra el PP) han provocado que desde entonces hasta ahora un importante sector de la derecha española esté desprovisto de contenido, ideas, instituciones y personas. Y votantes.

A los hechos nos remitimos. Desde 1.977 hasta 2.023, el PP ha gobernado en el Estado Español 14 años de 46. En las regiones, lo mismo. En Vascongadas y en Cataluña no han gobernado jamás. En Asturias, Castilla-La Mancha y Extremadura, 4 años de 40; y en Andalucía, 4 años de 40 con el apoyo de VOX, y un año en solitario. En el resto de las regiones y ayuntamientos, salvo excepciones, han tenido esporádicamente gobiernos, alternándose con el PSOE. Ahora pueden gobernar en varias regiones gracias a VOX.

En general, el PP ha tenido siempre un papel subalterno del PSOE. El socialismo siempre ha podido gobernar con la extrema izquierda (a la que no ataca nunca, por considerarla su aliado natural), y con los separatistas de diverso pelaje, incluidos los peores de cada casa. Y el PP no ha tenido capacidad ni ideas alternativas ni aliados para cambiar el rumbo de las políticas socialistas. Ha aceptado lo que se ha dado en llamar el “PSOE state of mind”.

Ante este panorama ¿qué se puede hacer?

Por parte del PP, la solución es compleja. Bien por pragmatismo, por obediencia debida a directrices de origen desconocido o por ignorancia, no parece importarles la ausencia de ideas para llevar a cabo una política española. Están refugiados en un difuso centrismo con una base electoral mayoritariamente conservadora que cree elegir una opción de centro-derecha cuando les vota, y a la que ignoran una vez conseguidos sus votos. La excusa de dedicarse sólo a la economía sin dar la batalla cultural pierde peso tras los sucesivos fracasos o corruptelas en este terreno. Los actuales dirigentes (Feijoo, Ayuso, Bonilla) proceden del ámbito regional, lo que dificulta su acceso al poder del Estado, por defender intereses parciales, generar resistencias o tener una visión incompleta.

No son conscientes de sus apoyos limitados, y al estar situados en un entorno de escasez electoral (motivada por la falta de un genuino proyecto) actúan como los mendigos de las novelas picarescas, son como pobres que roban a otro pobre: se comportan de forma cainita con los únicos socios leales que tienen, VOX, para intentar arrebatarles migajas de votos. En ese sentido, aparte de la surrealista campaña electoral del PP en el 23-J, hemos visto a Bonilla, dirigido por un consultor desafortunado, atacando a VOX con una inanidad argumental que produce vergüenza ajena; y todo por disputar a Feijoo el trono del centrismo, después de su no-victoria del 23-J. Es preocupante la situación de Andalucía dirigida por semejante vacío intelectual. En el tema de relacionarse con VOX, tienen mucho que aprender.

En cuanto a VOX, el papel que juega es básicamente correcto. Para conformar la alternativa, es la formación política que tiene un papel clave en la visión cultural: suministra al conjunto un proyecto propio, ideas, una perspectiva unitaria (sin corrientes, por mucho que se empeñen quienes lo plantean todo en un marco partitocrático divisivo), honradez, un pasado limpio, y verdadero interés en transformar España.

VOX tiene muchas batallas culturales abiertas, es el grupo que mejor entiende lo que significa España como concepto inspirador de propuestas políticas, y quien tiene más claro cuán nefasto para España ha sido y es el socialismo.

Es muy probable que VOX se plantee en el futuro próximo muchas más batallas culturales por las que luchar: construir la alternativa social, defender a las clases medias, tener una propuesta de fiscalidad y económica integral, elaborar un programa de Estado priorizando la agenda política según la importancia social de los temas, así como desarrollar el concepto de seguridad o entrar con fuerza en la lucha contra la corrupción. Todo ello para adquirir mayor relevancia, ganar apoyos masivos y constituir el “partido de todos los españoles”, de los defensores del Bien Común y del Interés General de España.

Y no sólo como socio menor del PP; las posiciones relativas pueden cambiar. Giorgia Meloni, quien fue ministra con Berlusconi (con resultados electorales menores de los que tiene VOX en la actualidad), y ahora es primera ministra, es un buen ejemplo de lo que podría llegar a ocurrir algún día.

La lucha continúa. Queda mucho por hacer.

Julio García de Durango

Estudioso desde siempre de temas ambientales, políticos y económicos; dedicado a renovar nuestro ideario, con la intención de crear un proyecto sugestivo para la España del siglo XXI. Ingeniero Civil. Experto en Planificación y Cost Control. La batalla cultural y de las ideas es permanente, y en ella debemos concentrarnos.

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