Reconstruir la fortaleza
Primero se nace sin fuerzas, sin dinero, sin apoyos, con la ilusión de unos pocos locos que apuestan por un proyecto que pretende la regeneración y la austeridad política, la unidad de España y apuestan por una forma nueva, diferente, honrada y temporal de la vida política, a la que se acuda a servir y no a servirse, siendo imprescindible transportar una mochila que aportar y no un maletín vacío que rellenar.
En esos momentos, no hace falta ser joven, guapo, aparente, sino preparado, serio, solvente y, con ello, ser consciente de que el que acude se juega su “nombre”, su “palabra” y no permitirá que ni el proyecto lo contamine, ni emponzoñar lo por él conseguido.
Al poco, cuando se obtiene un mínimo de presencia, acuden los arribistas, los advenedizos, los que “muertos de hambre” acuden en pos de un lugar donde abrevar, son el desecho de los proyectos que critican y que, por supuesto, se envolverán en la esencia de los ideales a los que sólo servirán en su propio y único interés. Y, así, se apartan, o se han apartado, los parteros, que no están dispuestos a ser comidos por la marabunta.
Sorprende que una vez se observa que los nuevos dirigentes son unos paniaguados, desde la dirección nada se haga, todo se acepte, pues ya se consigue velocidad de crucero y los capitanes dan igual, lo que vale para los coroneles es aparecer en el mercado, hasta que, en cada bastión, ni se sabe quién es el que lo dirige, ni se hace nada para ser conocidos por los ciudadanos, conscientes de que si se sabe quiénes son, no obtendrán su respaldo.
En este modelo, y gracias a ese modo de actuar, en Castilla y León los proyectos desaparecen, se diluyen, se rellenan con el tirón nacional que los absorbe, pero no conforman un plan que pueda presentar una opción o alternativa.
Se podrán deglutir otros proyectos minoritarios, se podrán obtener resultados sorprendentes, pero no servirá de forma transformadora, alternativa o de gobierno, pues ni se quiere, ni se puede, ni se tiene preparación. De este modo, sólo se orada la posición del más fuerte, pero no se juega a ser el más fuerte, sólo se alcanzará un 15, un 20 por ciento de apoyos y se podrá dividir el sector, pero no se presentará como una alternativa de gobierno.
Se observa en territorios mucho más preparados y que han desarrollado mucho más a sus capitanes y, aún así, se ha optado por la altanería, la imagen, la crispación, pero poco, muy poco trabajo, muy poco reconocer que se tiene que aprender y muy poco, pero que muy poco, de cumplir los criterios básicos de austeridad, formación y temporalidad.
Salvo 2 ó 3 coroneles que dan buena imagen, se presentan con cierta prestancia, no se han preocupado de hacer lo propio en los territorios y construir fortalezas coherentes; es más, el general no ha querido, no ha podido o no le han dejado, apoyar a sus capitanes y se han dedicado a rellenar con debilidades inconsistentes y canallas que nada aportan, más que el completar el panorama sin dar luz al sol, sino apagando su iluminación.
Se vivirá de la llama de la ilusión un tiempo, en la medida que otros mueran por el camino y los dineros no falten, pero no servirá mas que de muleta, de báculo de otros, pero no de alternativa, pues para eso se debe de trabajar, demostrar la valía, ganar en principios y valores para perder en crispación e imagen o de simple postureo.
Vivimos en una sociedad de la imagen y el plexiglás, pero poco a poco se irá viendo que tras una buena foto no está esa belleza que se vende, sino una imagen deleznable que nos daña. Y así, muy despacito, buscaremos la esencia y no la imagen, la fortaleza y no al cachas, la verdad y no la bisoña lisonja repleta de mentira.
España necesita la confluencia de las derechas en una nueva marca, un nuevo proyecto integrador, un nuevo partido regenerador, austero, que proponga la austeridad política y, sobre todo, que postule y practique una forma nueva de hacer política en la que la palabra tenga valor de ley, el respeto al ciudadano parta de servirle y no de servirse de él y que defienda la libertad individual frente a un Estado Saturno que devora a sus hijos. Pero, para eso, debe de tener una estructura formada, solvente, seria y que transmita, por haberlos interiorizado, esos valores que, además, les son propios por vivir en ellos.