Quien no tiene una ilusión no tiene esperanza, ni tiene vida
"Para dirigir lo designios de todos se debería exigir un alto grado de honor, honradez, decencia y sentido de sacrificio".
El destrozo intelectual, moral y político que se viene produciendo desde hace décadas en España, no tiene precedentes y es el resultado de un abandono absoluto de los criterios educativos y formativos en asignaturas y habilidades que sirven de base y fundamento de una cultura y explicación del presente, del pasado y que interesan para tener una visión del futuro.
La debacle moral y política es proporcional y derivada de la intelectual o formativa, pero se retroalimenta para profundizar en la sima en la que nos encontramos y en la que, el hedonismo y la falta de esfuerzo, son el fulcro sobre el que se sustenta una sociedad carente de sentido, de valores y de criterio por los que dirigirse.
La política ha dejado de ser el arte de organizar la vida social de los ciudadanos con lo que alcanzar determinados objetivos de orden colectivo, para recuperar la visión del poder como único sentido y fin de un personaje para cumplir sus más íntimos deseos, el detentador obsesionado por detentar la vida de sus conciudadanos por la mera detentación, o lo que un amigo mío describía como el juego del jefe de la montaña: el que está arriba y no lo derriban es el dueño y jefe.
En la política actual, de cualquiera de los 5 líderes relevantes, su única intención o voluntad es obtener el poder, por el sólo y único disfrute de su posesión, pues ni saben qué hacer, ni defienden valores concretos, ni otra cosa que no sea apropiarse les inspira. Ya puede demostrarse que se utilizó el poder para colocar a su mujer, que no tiene la formación que dice poseer o utilizó a terceros para conseguirla, que les han demostrado sus corruptelas o corrupciones, que han mentido, que su obsesión es el sexo o que no es fiel ni a su propia pareja… da igual, sólo tienen que aguantar y soportar la embestida para con ello mantenerse en el poder y hacer bonancible lo que es repugnante.
Para dirigir lo designios de todos se debería exigir un alto grado de honor, honradez, decencia y sentido de sacrificio, pues efectivamente el poder engola el ego con la púrpura, pero debe de ser exigente con la capacidad de trabajo, con la renuncia a lo propio para desarrollar lo de los demás, de ser capaz de asumir con antelación y valentía los sacrificios que vas a pedir a los demás, tener un altísimo grado de servicio; pero, si no cumples tu palabra ni con tus hijos o tu pareja, cómo lo harás con los demás que no conoces; si eres incapaz de sufrir tú antes de que sufran los tuyos, cómo vas a ser capaz de aplicarte las medidas que aplicarás a los que no conoces; si eres un machista, racista, canalla con los de tu sangre, cómo no serás con los que sólo pueden servirte.
La vergüenza, la dignidad, el respeto a los que sirves, la seriedad en los planteamientos, la humildad, el liderazgo, son virtudes del que pretende ser dirigente de un grupo humano, pero hemos preferido aplicar la mano dura, la prepotencia, la mentira y el “resistiré” caiga lo que caiga para seguir en el poder, en una demostración palpable no sólo de la falta de liderazgo mínima exigible, sino de una increencia en la democracia que se fundamente en la necesidad del cambio.
La oposición tiene la obligación y compromiso democrático de “derrocar” al gobierno por medios y métodos democráticos y el gobierno la de cambiar a sus miembros cuando se demuestra su falta, error, mala praxis o falaz forma de actuar. Resulta inadmisible, en democracia, el “a mí no me echa nadie de aquí” el “es impensable que me pueda ver investigado”, el negociar con personas “manchadas de sangre” y todo esto, lo haga quien lo haga, es repugnante y deberíamos, los “perritos sin alma”, no permitirlo, dejar de ser perritos silentes, de admitir “barco como animal acuático” de exigir que se nos trate como adultos, se nos diga SIEMPRE la verdad.