Por ti, por mí, por todos. Sin color
"Nunca debimos permitir que a la política se dedicasen los más mediocres..."
Mientras los ciudadanos de centro derecha padecemos la ignominia de un gobierno comunista y socialista que, en lugar de fortalecer el sector privado que se hunde, rearmar ética y laboralmente el sector público y prestar un óptimo servicio, opta por la ideología y la lucha política, desarrollando su proyecto de país, cuando en este momento lo fundamental es salvar España.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Nuestros dirigentes, del partido que sean, se están dedicando a limitarnos en nuestras libertades, a patearnos en nuestros derechos, a tratarnos como “perritos sin alma” que no tienen derecho ni a pensar, ni a manifestar su opinión, cuanto menos a exigir trasparencia y control a quienes no han desarrollado ni una sola política o actuación de solidaridad con los que sufren, ni una sola medida de acomodo de sus emolumentos a la hecatombe social, ni la más mínima empatía para con quienes sostenemos el chiringuito y sufrimos, para que ellos nos miren desde arriba como dioses del olimpo, consiguiendo dicha posición con la lengua negra, sin desarrollo de capacidad productiva alguna y con la “neurona de una ameba”, como dice algún amigo.
Ante una situación como la presente, sólo los mejores profesionales de la medicina, de la biología, puestos al mando son los que pueden señalar las medidas sanitarias que debemos realizar; pero, un filósofo dedicado a la política y una pandilla de destripaterrones venidos a más por el foco mediático, sometidos a los designios políticos del interés del líder, no pueden dominar esta situación.
Los mejores y más preparados juristas, los mejores gestores de empresas y economistas, los más destacados gerentes del tercer sector, todos ellos arriesgando sus prestigio, su profesionalidad y al servicio del ciudadano son los que, ante esta situación, pueden implementar medidas de construcción de la nueva economía que nos permita sobrevivir tras la epidemia.
Nunca debimos permitir que a la política se dedicasen los más mediocres, los menos preparados, los más incapaces, pues, con título o sin él, a la política deberían de acudir las élites de cada sector que, tras demostrar que sirven, sirvan a los demás, con el sólo orgullo y pago de ser observados y loados como los mejores; pero, eso, no lo hemos hecho, nos dirigen los peor preparados, los que menos principios, ética y moral tienen, los más patrañeros, los más engolados y menos consistentes y los hemos puesto al frente de la crisis más brutal que podamos padecer, más importante que la que queda tras una guerra y pretendemos resurgir de las cenizas. Jope, y luego soy yo el iluso.
No podemos, con la que está cayendo, seguir en guerrillas de alto nivel ideológico pero escaso valor político y menor nivel humano, en disputas de pasillo de las cortes o de barra de bar, para remangarnos las camisas, olvidarnos de ideologías, de objetivos políticos y mano con mano, sin prejuicios de verdad, salvar vidas. Y, en ese trabajo, al primero que se le ocurra clamar por el refuerzo de la sanidad pública frente a la privada, en lugar de currar, o al que se envuelva en la bandera para salvar vidas, apartarlos y seguir currando y currando, unos en sanidad salvando vidas, otros en conformar las estructuras precisas para que la economía funcione, a salvar empresas, trabajos, futuro; otros a planificar ayudas, reducir impuestos, generar campos de actuación social para que nadie lo pase mal y, todos juntos, en pos de un objetivo común: España, que no es otra cosa, en este momento, que los españoles de Lugo, de Bilbao, de Barcelona, de Valencia, de Zaragoza, de Salamanca, de Madrid, de Guadalajara, de Murcia, de Badajoz, de Córdoba, de Mallorca, de Ceuta y Melilla, de Las Canarias y de Gibraltar, sin otra bandera o símbolo que el rojo y oro que nos marca desde nuestros principios, sin escudos, con orgullo y sólo pensando en los españoles.
Luego el liderazgo se lo apuntará el gobierno y la oposición habrá de unificarse en un proyecto único y común para disputar la posición, pero lo harán, uno y otro, con el sentimiento orgulloso de haber salvado a España.
Estas cosas las debemos exigir cada ciudadano, cada “perrito sin alma” independientemente de nuestra ideología, en cada núcleo de influencia, pues ninguno de los grandes partidos hará nada de esto y si pueden, lo destrozarán, pero gota que cae, gota que queda y, al final, gota que cala hasta horadar la roca.