Por qué triunfan los peores
All power corrupts, absolute power corrupts absolutely. Lord Acton
Todo poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Lord Acton
El libro de Hayek, El camino de servidumbre —en alusión a la frase de Alexis de Tocqueville “el camino a la esclavitud”— fue publicado en el Reino Unido el 10 de marzo de 1944. De inmediato generó controversia puesto que explicaba de manera sencilla y clara la relación entre la libertad individual y la planificación económica centralizada. Para Hayek, las ideas colectivistas —ya sean de izquierda o de derecha — no conducen a una utopía sino que al darle cada vez más poder al Estado para controlar la economía, inevitablemente conducen a horrores como los de la Alemania Nazi y la Italia Fascista o el poder bolchevique.
Cuando el premio Nobel de Economía Friedrich von Hayek (1899 – 1992) vio los derroteros por donde estaba discurriendo Europa con el desarrollo de los nacionalismos, fascismos, socialismo y comunismo escribió su famoso libro Camino de Servidumbre. En el impresionante capítulo 10, cuyo título reza: “Por qué triunfan los peores”, realiza un profundo análisis de los motivos por los que los peores sujetos de una sociedad suelen colocarse en los primeros puestos liderando los medios, partidos y el gobierno. Abre dicho capítulo con una famosa frase de Lord Acton advirtiendo algo sobre el poder: algo que debemos siempre mantener a la vista porque es el sol donde al final del camino tiende a gravitar toda la política: “Todo poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
La democracia es muy lenta
Sobre cómo nos podemos deslizar sin apenas percibirlo hacia una dictadura, según Hayek empieza por culpar al procedimiento democrático como más lento en la resolución de los problemas. Incluso llega a admitir la dictadura como una herramienta más en política, y parte de la discutible premisa de que un dictador buena persona con buenas intenciones puede hacer mucho bien a un país. Mientras reclama la urgencia como motor y que la gente suele demandar una acción rápida y eficiente por parte del Estado.
El pueblo pide eficacia y eficiencia
Eficiencia no significa eficacia. Mientras que eficiencia surge de la relación entre los recursos y el proceso la eficiencia se refiere al resultado final. Ese resultado puede convertirse en el erróneo: el fin justifica los medios”. Parece ser más eficaz un “ordeno y mando” que llegar a acuerdos.
Como no quiero alborotar al personal sobre la eficacia de las dictaduras omitiremos a Franco, la paga extra del 18 de julio, los hospitales, la ONCE, el paro, los pantanos, etc; y nos iremos a un ejemplo más lejano.
Decía el emperador Claudio cuando amplió el puerto de Ostia que pudo emprender ese inmenso proyecto en tan poco tiempo gracias a ejercer una dictadura, y que durante la República los senadores jamás iniciaron ni hubiesen iniciado semejante obra. Y tenía razón en desconfiar del Senado, ya que primero los senadores le presentaron al emperador Claudio unos planos donde los gastos de la empresa alcanzaban proporciones astronómicas. Las poderosas familias que controlaban el monopolio del grano en el puerto de Ostia no solo quisieron sacar la tajada del 3% sino que sobornaron a los senadores para que pusiesen obstáculos a su ampliación con objeto de elevar los precios del trigo. El grano llegaba de Egipto y un puerto en malas condiciones implicaba menos barcos, ergo menos entrada de grano con cuya escasez planeaban subir los precios. El emperador, a su vez, les sorprendió con los impresionantes planos diseñados cien años antes por los ingenieros de Julio Cesar, cuyo coste resultaba infinitamente más bajo, e hizo que en el Senado de Roma se inclinara por los de Julio Cesar. Como castigo, la ampliación del puerto lo financiarían los corruptos y ricos comerciantes de grano, bajo pena de destierro: muchos de los senadores también tenían allí inversiones en el negocio. Como colofón, el puerto lo administraría el propio emperador. Claro está, nunca sabremos la verdadera finalidad del uso de semejante información privilegiada por parte del emperador. Si fue una jugada maestra en la los senadores cayeron como chorlitos y de la que el mismo Claudio se benefició, o bien se benefició el pueblo.
Las dictaduras siempre acaban mal
Al emperador Claudio le siguió Nerón. Aunque presupongamos que el primero fue un “buen dictador” y tengamos que admitir que mientras Nerón se dejó guiar durante los primeros cinco años por el filósofo Séneca la cosa fue bien, todos sabemos que al final de su reinado Nerón fue tan nefasto que acabó hasta con la dinastía Claudia. El poder absoluto corrompe de forma absoluta.
Se busca líder que resuelva los problemas
Cuando las sociedades están pasando un momento crítico pueden caer en la tentación de apuntarse a un sistema totalitario como tabla de salvación rápida. Según Hayek:
“La probabilidad de imponer un régimen autoritario a un pueblo entero recae en el líder que primero reúna en derredor suyo a un grupo dispuesto voluntariamente a someterse a aquella disciplina totalitaria que luego impondrá por la fuerza al resto”.
Y casi inmediatamente Hayek define las tres características principales de semejante grupo, y añade que dicho grupo “no lo formen, probablemente, los mejores, sino los peores elementos de la sociedad”.
Es evidente que el espejo que Hayek nos pone ante los ojos refleja la situación política angustiosa que en estos momentos estamos viviendo. Todos tenemos en mente una caterva de siniestros personajes de todo pelaje y para todos los gustos que han pasado y siguen en el gobierno y los de las CC.AA: no podemos decir que ninguno de ellos hayan sido ni sean los mejores en nada; a menos de que los consideremos los mejores políticos en provocar problemas donde antes no existían y encima no solucionarlos. Son verdaderos expertos en cargar losas sobre los hombros de aquellos ciudadanos que madrugan para ir a trabajar.
Los peores son quienes triunfan y llegan a los puestos más altos
¿Cuáles son las tres características que componen este nefasto grupo de triunfadores? ¿El grupo compuesto por los peores elementos de la sociedad para dirigir un gobierno o una Comunidad Autónoma?
a) En primer lugar, apunta Hayek: “si deseamos un alto grado de uniformidad y semejanza de puntos de vista, tenemos que descender a las regiones de los principios morales e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más primitivos y comunes instintos y gustos”.
Por el contrario se deduce que cuanto mayor sea la educación, grado de instrucción, nivel intelectual e inteligencia de los individuos, mayor serán sus diferencias y menor la probabilidad de llegar a acuerdos en una jerarquía particular de valores. En resumen, la individualidad implica inteligencia mientras que la igualdad se reduce a falta de valores e instrucción. Dicho en cristiano: cuanto más iguales más tontos.
Luego viene b) “el segundo principio negativo de selección: será capaz de obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos, que no tienen convicciones firmes y propias, sino que están dispuestos a aceptar un sistema de valores si estos se repiten en sus oídos con suficiente intensidad y frecuencia”. De ahí la ingeniería social mediática que intentan aplicarnos como apuntaba Goebbels, el astuto jefe de la propaganda Nazi: “repitiendo las mismas mentiras mil veces para convertirlas en verdades”. Y cuelan para los poco instruidos: ejemplos palpables son las ideologías relativistas y la nueva religión de esa pos verdad que llaman corrección política: ideología que ha llegado a niveles verdaderamente paranoicos y que ha reducido nuestra rica lengua española a 150 palabras, por ejemplo, prohibiendo el uso del resto no sea que ofendamos a las mujeres, los negros, a los maricas, a los gitanos, a nosotros mismos… (todo dicho con perdón) donde ya resulta pavoroso hablar libremente. Es más, ya se están metiendo hasta en lo que pensamos. El fin de toda dictadura es el control total. De ahí el término régimen totalitario.
El tercer factor es: c) “quizás el más peligroso se halla en la forja de un cuerpo de seguidores estrechamente coherente y homogéneo. Parece una ley de la naturaleza que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio al enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva. La contraposición del <nosotros> y el <ellos>, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común”. Es el factor de cohesión definitivo. Por eso los nazis alemanes inventaron al enemigo judío y el separatismo catalán han inventado al enemigo español o la extrema izquierda ve a un enemigo en lo español y el capital.
El razonamiento de Hayek resulta evidente porque nadie con una formación intelectual sólida tiende a someterse sin coerción a los dictados de ningún líder. La persona inteligente e instruida no se encuentra entre la masa de palmeros que aplauden hasta con las orejas los discursos de sus líderes sintonizado con ese nosotros y considerando enemigos al ellos: al “no nosotros”; y menos si es burdamente inventado.
Esa constante contraposición entre el “nosotros” y “ellos”, al que hace referencia Hayek, es una de las características relevantes de lo oficial y judicial al servicio de la corrupción, como también lo es el de ponerse de acuerdo en un programa negativo en vez de una tarea positiva.
Ello nos lleva a situaciones que explican los motivos por los que se han ignorado injustamente los fallos de la justicia fuera de España con los golpistas y los posibles indultos antes de ser juzgados, o las arbitrariedades del más abyecto y descarado “racismo positivo” a la hora de distribuir ayudas sociales, o las cometidas contra ciudadanos, por parte de ciertas autoridades, por el hecho de llevar una bandera de España en ciertas regiones de España donde impera el nacionalismo exacerbado y el golpismo, o el dogmático desprecio por la libertad de expresión, antes aludida, con el ejemplo de la corrección política, y otros muchos con los que nos han regalado los políticos mediática y legislativamente; y que van desde permitir un golpe de Estado constante en aras de una fingida democracia y libertad inexistente, confiscaciones ilegales permitidas como la “okupación” de un inmueble, consumo del capital para financiar el populismo e infinidad de otros ejemplos fáciles de encontrar con solo abrir un periódico.
Muestran todos ellos a una fuerza política intensamente concentrada en un proyecto político negativo y destructivo llevado a cabo por los menos capaces: por lo peor de lo peor de la sociedad.
La gente más capacitada para administrar el país no comparte este tipo de políticas, por lo tanto, termina siendo inevitable que se espere como agua de mayo una democracia real que enfrente los poderes y donde el ciudadano instruido y preparado se halle representado por ciudadanos que no surjan de las cloacas de la sociedad y de los populismos, sino del sentido común. Y si no están tan preparados, por lo menos que sean honrados y se rodeen de buenos consejeros preparados: de funcionarios de carrera elegidos por oposiciones sin chanchullos.
Políticos preparados en vez de cantamañanas serían los primeros interesados en rodearse de un equipo preparado. Necesitamos el cambio de la dedocracia por la meritocracia. Y eso solo lo garantiza una democracia de verdad, que es el único sistema político capaz de tener el factor de corrección que evite los postulados de Hayek donde los peores sean los que suban al poder.