Pasa página y limpia el suelo

Mirabas para atrás y contemplabas tiempos en los que la libertad se ganaba sin violencia, se conseguía con la muerte de un anciano, con el agotamiento de un régimen, con la ilusión de mucha gente que quería mirar adelante, pasar página y vivir con la luz como bandera.

La Transición fue, es y será el momento en que conseguimos mirar todos juntos al frente, superar las divisiones y construir un edificio que, con el tiempo, el mal uso, los envites de las inclemencias, le han surgido problemas, deficiencias, goteras, pero con muros de hormigón, que hay que fortalecer, limpiar, pintar de nuevo, pero no destruir, ni demoler. Se hizo con buenas calidades, la estética cambió, las paredes precisan un poco de pintura, reparar algún inodoro, recomponer alguna humedad, pero la estructura sigue siendo sólida y robusta. No nos empeñemos en destruir una construcción de calidad, para construir una chabola, sin buenos arquitectos y con peores albañiles, que es la casa de todos y una gotera no puede servir de fundamento para quedarnos en la calle y sin cobijo.

En la vida es importante saber pasar página, no releer las mismas letras, no revivir los sufrimientos y superar los dolores, pues cuando te empecinas en ver, rever, y volver a ver una página, lo único que obtienes es el dolor propio de resucitar fantasmas, el ajeno de construir cortafuegos y el de los que quieres de los que te alejas. Cuando derribas un muro y finalizas con una división, no lo vuelvas a mirar si no es para construir calles entre ambos extremos, si lo reconstruyes del otro lado es el mismo muro, con los mismos sufrimientos y los mismos padecimientos.

Con ilusión, con ansia y con unas grandes expectativas, enfrentamos el nacimiento de la democracia, con la que pasamos años de plomo, superamos exaltados, construimos algo nuevo, deconstruimos muros de contención, y nos enfangamos en la corrupción. Nos montamos en el vagón de la montaña rusa y nos poníamos como motos con la ilusión socialista, la de la nueva derecha del PP, y caíamos en la depresión con la corrupción de unos y otros.

Pasamos los tiempos y volvimos a tener un chute de adrenalina cuando las movilizaciones del 15-M, en las que creímos los de la derecha y los de la izquierda, pensamos que sí se podían cambiar las cosas, que sí podíamos volver a abrir las ventanas y dejar pasar la luz y el aire; pero, aún recuerdo cuando, tras sentarme en la Plaza de la Constitución, una persona me insultó, me llamó fascista y me quiso agredir por reconocerme de otra forma de pensar a la suya… Poco después, padecí cómo una manada de energúmenos nos insultaba, nos escupían, nos chillaban, nos empujaban y nos amenazaban por defender la regeneración política desde otra visión a la que ellos tenían.

Habíamos inoculado el ansia por cambiar y regenerar la política por una democracia más sólida, más real, con más controles al poder y en la que los dirigentes sirvieran y no se sirvieran del poder; pero, junto a ella, se introdujo el virus de la intolerancia, la crispación, la mirada sesgada a un pasado no vivido y que se pretende reconstruir con otras letras, en lugar de dejar a la historia la sentencia de aquello vivido y que sólo sirve para volver a levantar muros, alzar alambradas e imponer cinturones ilusorios fruto de ensoñaciones y manipulaciones interesadas, finalmente, totalitarios que no buscan la libertad, sino el control, el sometimiento de la población sumisa y esperanzada de nuevo en un constructo irreal y meritorio pero vano e ilusorio.

Recuperemos la ilusión, rompamos las construcciones que sólo buscan la crispación, la violencia, la diferencia y pasemos página, limpiemos los pasillos de la política de putillas y chaperines, desalojemos las moscas y la inmundicia de las habitaciones del poder y construyamos controles que nos permitan evitar el volver a tener que utilizar lejía para acabar con la mugre, exijamos el servicio, la temporalidad, la grandeza de aportar a los demás aquello que has construido con el esfuerzo y no aportarte otra cosa a tu escarcela que no sea el orgullo y la vanidad de trabajar al servicio de los demás.

Enrique de Santiago Herrero

Abogado. Máster en Ciencia Política. Diploma de estudios avanzados en Derecho Civil Patrimonial. Derecho penal de la empresa. Colaborador y articulista en diversos medios de comunicación escrita, radio y televisión.

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