No tiene perdón
Un presidente que ha mentido descaradamente a los españoles, que se ha cargado la independencia de la justicia, que ha soltado a violadores, que ha indultado a golpistas, que ha blanqueado y pactado con asesinos etarras, que ha torpedeado las relaciones con Argelia y Marruecos, que presume de sus excesos (23 ministerios, Falcón a gogo, etc), que utiliza el CIS y todas las instancias del Estado a su antojo, que ha conseguido que el poder adquisitivo de los españoles esté un 6,6% por debajo de cuando llegó al poder, y que 1,7 millones de hogares españoles ya no tengan para llegar a fin de mes (a pesar de la chulería de decir que “la economía en España va como una moto”, la mentira mayor, y quizás la más grave), no puede tener ninguna clase de perdón.
Y si a eso añadimos que durante su mandato él solito ha incrementado la deuda pública en 350.000 millones (más del doble de la media de la C. Europea), habría que procesarlo por su tremenda irresponsabilidad y por la terrible herencia que nos deja.
Y si agregamos su desprecio hacia las sagradas vacaciones veraniegas de millones de españoles, y que además no tiene tan siquiera el arrojo y la valentía de pasearse por las calles de España, porque sabe que lo van a abuchear y a pitar en el momento que lo tengan delante (solo se refugia en los platós de las radios y televisiones afines, o haciéndose ridículas autoentrevistas con sus ministros), no merece ni siquiera que un partido como el PSOE lo mantenga como candidato, pues es un demérito para el partido y una deshonra nacional.
Pero la guinda la ha puesto en el pasado debate con Feijóo, en el que toda España pudo comprobar como Sánchez perdió los papeles y mostró su talante déspota y soberbio.
Por eso, la cita del 23 de Julio es crucial y trascendental para España, porque nos jugamos nuestro futuro y el de nuestros hijos.
