Miedo
En política, la mejor arma para asegurar la victoria y la sumisión es el miedo, ya lo afirmaba Maquiavelo “es mejor ser temido que amado”, como también puede ser comprendido como un dispositivo de seguridad o como uno disciplinario, en la diferencia de Foucault.
El miedo es el arma más letal que pueda usar cualquier agresor en un combate, de hecho, podemos observar que la imagen de los soldados busca, entre otros muchos objetivos, la impactación y el miedo de la figura.
Cuando éramos niños y alguien, o algo, nos atemorizaba, corríamos a los brazos seguros de nuestros padres, nuestro cuerpo temblaba y, convulso, se encogía buscando una posición fetal que nos otorgaba tranquilidad, a la par que eliminábamos cualquier movimiento o actuación no presidida por la de nuestros padres o participando de su liderazgo.
En política, la mejor arma para asegurar la victoria y la sumisión es el miedo, ya lo afirmaba Maquiavelo “es mejor ser temido que amado”, como también puede ser comprendido como un dispositivo de seguridad o como uno disciplinario, en la diferencia de Foucault.
De uno u otro modo, el miedo es un arma política reprochable o loable; pero, en cualquier caso un método utilizado, por unos y otros, para la obtención de los resultados deseados.
En definitiva, el miedo, representado en la idea de inseguridad, es una de las armas con las que domesticar o aunar a las personas en torno a una idea preconstituida, un concepto o un liderazgo. Las personas buscamos la seguridad en el entorno de confort -la familia, los amigos, etc.-, necesitamos la seguridad en el desarrollo de nuestros proyectos personales, económicos, sociales, de forma que el mayor riesgo de una economía es el miedo o la inseguridad jurídica de las transacciones.
En estos días de epidemia, hemos loado la actitud de los ciudadanos, la responsabilidad a la hora de aceptar el confinamiento y la limitación de derechos, a pesar del riesgo de que algún listillo pretenda aprovechar la ocasión, pero, dentro de ese buen hacer, se esconde un profundo miedo a lo desconocido, al padecimiento de la enfermedad y al no saber cuál será el futuro que nos espera en lo económico, en lo social, en nuestro modo de vivir.
Algún personaje ha manifestado que volver al pasado no tiene futuro, a la par que señala el desarrollo posterior en una apuesta por un mundo verde y ecologeta, siguiendo los planteamientos políticos del presidente de gobierno y su agenda de transición ecológica, que no desestimo, pero que en el momento presente, con el miedo al futuro, lo único que añoramos todos es la tranquilidad de una vida segura y que no nos facilitan los tortuosos devenires del gobierno, los avisos de decisiones, las decisiones y que al final son modificadas.
Se dio como solución laboral los ERTEs, que no han podido tramitar, que han autorizado de forma tácita y que finalmente revisan la decisión y se están rechazando, a la par que no se abonan por el SEPE los salarios adeudados, generando tensión en la empresa que no puede pagar, en el trabajador que no cobra, en los funcionarios que no dan a basto y al final…la solución no existe, y unos y otros desesperan y no tienen seguridad. Se otorgó un aval para que los bancos diesen créditos que ahora no dan, no se sabe cuál será la solución, seguimos sin certezas.
Se manifiesta que sin test no podemos realizar el desencarcelamiento, pero ni llegan, ni se obtienen y cuando se obtienen no sirven, retrasando una semana tras otra su implantación generalizada. Reiteramos la causa de miedo y aprensión.
Necesitamos certezas, nuestra se resiente y pasamos miedo. Precisamos medidas de seguridad y salir de la crisis sanitaria o, al menos ver el horizonte, para afrontar la económica de forma urgente porque cada día que perdemos en ello es un puñado de familias que se van a la ruina irremediablemente, es una sangría que, egoístamente, tenemos que parar.