¡Mentiroso!
Engañar a los demás se ha convertido en una muestra de inteligencia.
- ¡¡¡Mentiroso!!!
- Venga yaaa. No seas aduladoooor…
Esta mañana mientras almorzábamos en la terraza de un bar conversaba con un amigo sobre la conveniencia de tener una moral más permisiva, más tolerante, y también sobre la necesidad de abandonar los principios morales con los que fuimos educados en nuestra infancia, para poder sobrevivir en esta sucia y apestosa Sociedad Española del siglo XXI.
Todos los días, millones de personas se despiertan pensando en cómo van a conseguir los 50 € diarios (20 días laborables) que la sociedad, que el gobierno, les exige para tener derecho a seguir viviendo en este país. Tienen que pagar los impuestos municipales, los impuestos autonómicos, los impuestos gubernamentales, y comprar y gastar para mantener un nivel de vida impuesto también. Se despiertan pensando a quién van a convencer o embaucar o engañar o estafar para sacarle los codiciados 50 €.
No crean que estoy hablando de ladrones al uso, esos que van con navaja y saco, estoy hablando de gente honrada que se ven obligados a engañar para sobrevivir, por ejemplo, de un simple, educado y bien vestido empleado de banca a quien los jefes pagan lo mínimo para tenga necesidad de obtener más dinero engañando a los clientes, vendiéndoles cosas que no necesitan o que son inútiles.
Me refiero también a un administrador de fincas que incrementa los presupuestos cobrando un suplemento por cada trabajo que hace en sus fincas un fontanero, un electricista, un albañil, quienes, al mismo tiempo se ven obligados a mentir en las horas que han trabajado o en la calidad de los materiales que han utilizado para la reparación.
También se ve obligado a mentir el mecánico cuando la avería del coche es excesivamente simple y se convierte en una avería de seis o siete horas de trabajo, mas piezas. También se encuentra en esa necesidad el político que no ha dejado de cobrar trabajando en un bufete de abogados fraudulentamente mientras debería estar ocupándose de los asuntos del ayuntamiento o de la comunidad o del gobierno de la nación.
Todos lo sabemos. TODOS lo sa-be-mos. Pero nos hemos acostumbrado a que “eso es así”, la modernidad es así, y aún me dicen: “Si tú estuvieses en su lugar también lo harías.”
Pues no. Hay que decir que no es cierto. Yo NO lo haría.
Y además diré, que conozco a bastantes que tampoco lo harían.
Es necesario que empecemos a dejarlo claro: Nosotros no lo haríamos.
Los que me escuchan en el almuerzo hacen como que no me creen (pero sí me creen, porque me conocen) y lo hacen para justificarse a sí mismos. Su única fuerza moral radica en que ellos son más y los otros somos muchos menos. Su fuerza reside en que hoy todo el mundo comprende y les parece legítimo que un político mienta en una cámara de representantes o no reconozca de ningún modo sus errores haciéndolos compartir con todos de forma universal.
Esto se ha extendido a toda la sociedad. La gente cree que tiene derecho a mentir para defender sus intereses aunque sean ilegítimos. La gente tiene derecho a mentir en un juicio y también a mentir sobre si “ya ha pagado o no ha pagado el café” aprovechando un descuido del camarero y, lo que es peor, si la gente ve que el político, el enjuiciado o el del café consiguen engañar, aunque no convencer pero sí engañar, entonces, lo consideran como un héroe, un tío inteligente, un listo, un líder.
Si alguien se atreve a llamar a ese individuo: sinvergüenza, deshonrado, deshonesto, pierde el tiempo miserablemente, esos son calificativos que en la actual Suciedad (perdón, quise decir Sociedad) son poco menos que despectivos para el que los merece.