Manifiesto de los caminos de Damasco (Yo era un español, y lo que estoy viendo me ha hecho doblemente español)
Yo había escrito libros, pero ningún artículo periodístico, ni había hecho vídeos, hasta que me decidí a hacerlo para combatir la invasión de los bárbaros globalistas que amenazaban mi querida Patria.
Yo nunca había imaginado que un país presuntamente civilizado como el mío pudiera travestirse en república bananera, pero del País Plus-Ultra hemos desembocado en el país MK-Ultra.
Yo voté durante muchos años a la izquierda, hasta que comprendí que la progresía sociocomunista es una franquicia de la Sinagoga de Satanás.
Yo pasaba algo de la política, hasta que entendí que con mi templanza ayudaba a la demolición de la identidad y los valores de mi país.
Yo no pensaba mucho ni en valles ni en caídos, hasta que me indigné cuando entendí que van a por la Cruz más alta del mundo.
Yo no presumía demasiado de bandera ni de himno, hasta que los vi profanados por quemaduras y silbatinas.
Yo creí en la democracia por un tiempo, pero he comprendido que realmente nunca la hemos tenido –ni ha existido en ningún otro país–, y que, en caso de que existiera, solo serviría para ser lacaya de la Sinagoga de Satanás.
Yo nunca había sentido mucha manía contra nadie, hasta que aparecieron estos marxipijos con su rancio olor a guayabera caribeña, con su puño en alto descerrajando estupideces, escupiendo consignas bolivarianas, amenazando al cielo con sus populistas monsergas cojoneras.
Yo no me sentía muy monárquico, pero ahora me declaro súbdito de la monarquía tradicional católica, encarnada en la Comunión Tradicionalista del carlismo.
Yo me declaraba antitaurino, hasta que me indigné con la hipocresía de los que condenan los toros mientras aceptan sin rubor la carnicería de los abortos.
Yo reivindicaba los carriles bici en las ciudades, hasta que comprendí que su proliferación actual es una estrategia más para acabar con la autonomía que nos dan los coches, otra vuelta de tuerka con el kojonero kambio klimátiko.
Yo fui vegano durante 5 años, en tiempos pretéritos, y durante muchos años sentí simpatía por el veganismo… pero, por favor, no me pregunten ahora por esos que dicen que “no es jamón, es cerdo muerto”, a la vez que dicen “no es un niño, es un feto muerto”.
Yo defendía a las mujeres, en aquellos tiempos, contra el machismo… pero tampoco me pregunten ahora lo que opino sobre el feminismo misándrico, que dice que las mujeres necesitan a los hombres lo mismo que un pez necesita una bicicleta.
Yo llegué a enseñar a mis alumnos la “verdad incómoda” de Al Gore, pero ahora no cejo de dar caña al Himalaya de mentiras del kambio klimátiko.
Yo nunca pensé que fuera a ser posible que un día hiciera esfuerzos tan desesperados por reprimir una palabra, pero esta gentuza ha conseguido que para mí «sostenible» sea un vocablo maldito que evito pronunciar.
Yo siempre he sido rebelde a la autoridad despótica y a las leyes injustas, pero ahora –a mis años– me he echado al monte: nunca hubiera imaginado que fuera a ser un disidente total, un lobo estepario de pura cepa.
Yo creía que mi tiempo de activismo ya había pasado, pero mi indignación contra las tropelías de la mafia globalista me ha llevado a la calle otra vez.
Yo afirmaba que la multiculturalidad podía ser una riqueza para España, hasta que observé que la inmigración descontrolada es una estrategia globalista para diluir la identidad nacional de España.
Yo no creía mucho en la televisión, pero jamás pensé que fuera posible una campaña tan descarada y escandalosa de mentiras como la que montaron con el coronavirus, la guerra de Ucrania, y el kambio klimátiko… y la memoria histórica, claro.
Yo admiraba a los médicos, pero ahora… Bueno, no hace falta que lo explique ¿verdad?
Yo no entendía de virus, de epidemias, de medicina, de bakunas, de leyes… pero ahora me he hecho virólogo, epidemiólogo, abogaaaaado…
Yo amaba a la Iglesia católica, y canté también aquello de “una espiga dorada por el Sol”, y “Tú has venido a la orilla”; pero ahora, asqueado de la secta modernista en que la han convertido, solo asisto a misas tridentinas en latín.
Yo desde un principio supe quién era Bergoglio, solo que ahora las pruebas de su identidad son absolutamente irrefutables.
Yo intentaba amar a todos mis prójimos –por mi carácter y por mi profesión cristiana–, pero os confieso que cada vez me cuesta más sentir simpatía por la borregada que se enmascarilla, que se pincha, que vegeta en las cloacas de este hediondo sistema.
Yo sabía que este mundo lleva tiempo en las garras de Satanás, mas en el tiempo actual la humanidad está absolutamente esclavizada por el Maligno, danzando su lobotomía en las noches de Babilonia.
Yo jamás había pensado que fuera a vivir el Apocalipsis, pero aquí estoy, escrutando las señales del Fin, mientras desde mis palestras intento advertir a la gente de que se convierta a la verdad y al Bien, antes de que sea tarde.
Yo amaba a mi Patria con discreción, pero al ver la conspiración por destruirla de esta chusma luciferina, ahora la llevo mucho más adentro en mi corazón.
Yo era un patriota, pero al ver a todos estos pretorianos matapatrias asaltándola desencadenados, desmochando sus torres, profanando cadáveres, incendiando sus campos, tergiversando su historia, llevándola a la ruina absoluta, me he hecho dos patriotas.
Yo era un español, y lo que he visto y estoy viendo me ha hecho dos españoles. Pásalo.
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