Los fusilados por Franco y… los fusilados por los rojos

El autor señala en el presente artículo que cada vez son más los españoles e iberoamericanos que descubren las mentiras de la propaganda tejida en torno a la figura de Francisco Franco. Afirma, además, que las maniobras para sacar los restos del Generalísimo, del Valle de los Caídos, no se limitan a un ámbito estrictamente interno, sino que proyectan sus reverberaciones a toda Europa y la América Hispana.

La Autoridad fue instituida por Dios para velar por el Bien Común, fundamentado en la Paz y la Justicia.

En consecuencia, la Autoridad tiene el deber de defender a la Sociedad y a cada uno de sus integrantes, de quienes los ponen en peligro. Hablamos, simple y llanamente, de la Legítima Defensa.

El ser humano es la suma de cinco dimensiones: la corporal, la intelectual, la volitiva, la afectiva y la espiritual.

La Autoridad tiene el deber de defender a cada ser humano de manera integral, es decir, de  aquellos que ponen en riesgo su salud, su inteligencia, su voluntad informada, su capacidad de amar y su trascendencia.

De igual manera, la Autoridad tiene el deber de preservar a la sociedad de las amenazas contra su integridad material (la Patria); su soberanía educativa, científica y tecnológica; su independencia y libertad; su identidad y sentido de pertenencia (la Nación) y, finalmente, su derecho a trascender.

La más pura lógica indica que cualquier atentado contra los individuos en particular y contra la sociedad, en general, debe ser atendido por la Autoridad. Dicho de otra manera: lo debe hacer con base en el Principio de la Legítima Defensa.

Este derecho le asiste, también, a cualquier persona. Nada justifica que se le prive del natural derecho a buscar la plenitud. Nada, a menos que sus actos humanos hayan causado males morales a la sociedad o sus semejantes.

El razonamiento anterior tiene que ver con el feroz ataque que se lleva a cabo en contra del gobernante español, Francisco Franco, con el fin de “justificar” ante la opinión pública el que se saquen sus restos mortales de El Valle de los Caídos.

Masones, liberales, demócratas, socialdemócratas, socialistas, comunistas, anarquistas, librepensadores, gnósticos, agnósticos y ateos han sumado fuerzas con los siguientes propósitos:

  • Propinar la humillación definitiva a Franco y el franquismo. 
  • Desprestigiar y desarticular los pocos reductos nacionalistas que quedan en España.
  • Acabar con la Iglesia católica en España.
  • Hacer de España una nación musulmana.
  • Entregar a los españoles al internacionalismo globalista y al mundialismo (plagados de disolución social, aborto, ideología de género, desprecio por la dignidad humana y consumismo).
  • Privar de su sentido de trascendencia espiritual a la nación ibérica que fue pilar del catolicismo.
  • Acelerar el proceso de descomposición política, social, económica y cultural de Europa y América Latina, a partir de la “caída final” de la España católica.

Uno de los argumentos más utilizados por los antifranquistas es el de que el Caudillo aplicó la pena de muerte. Pues bien, nos hemos encontrado un muy interesante artículo que habla del tema con base en cifras comprobadas y comprobables. Lo escribe Javier Paredes, quien fue ayudante del reconocido historiador español Ramón Salas Larrazábal.

El material se titula “Franco fusiló a 22.642 personas, el Frente Popular a 70.000”  y lo publica el diario digital español Hispanidad.

Paredes escribe al respecto:

«A día de hoy, la cifra más creíble es la que proporciona Carlos Fernández Santander, que da un total de 22.642 fusilados en doce años, de 1939 a 1950. Cifra a la que si se quiere se puede añadir las 1.362 muertes violentas por causas desconocidas del año 1939 y las 1.474 muertes del año siguiente, lo que sumaría un total 25.477, un total bien alejado de los que han dado los autores citados anteriormente.

»Y sin el propósito ni de entrar en una guerra de cifras ni de justificar lo injustificable, pero por situarnos en las coordenadas de aquel tiempo, debo decir, que los ejecutados por el Frente Popular en los tres años de Guerra fueron 70.000, y que después de la Segunda Guerra Mundial las represalias en Italia provocaron 67.000 ejecutados. En Francia todavía fueron muchos más, casi el cuádruple que en España: nuestros vecinos fusilaron a 85.000 franceses». (1)

En otra parte de su artículo, Paredes hace una aclaración más que pertinente. Leamos:

«Conviene aclarar que todo lo de la Guerra Civil y sus secuelas es deseable que no hubiera pasado pero, puesto que pasó, contémoslo como fue. Los condenados a muerte después de la guerra lo fueron por sentencia de un tribunal y en todos los casos fueron condenados a la pena capital por haber cometido delitos de sangre, nunca por disidencia política, porque en ese caso, les caían penas de prisión.

Es decir que, en principio, estos condenados tuvieron más garantías que las dispensadas por los socialistas que asesinaron a Calvo Sotelo, y, desde luego, mayor culpa que la del jefe de la oposición de la derecha durante la Segunda República.

»Además, es de justicia reconocer que no es lo mismo juzgar y fusilar a un asesino, que matar y violar a monjas y laicas católicas como hicieron los socialistas y sus aliados del Frente Popular. Sin duda, y a pesar de todos los defectos que se quiera, tuvieron muchas más garantías los tribunales militares de la postguerra, que las actuaciones de los matones de las checas, regentadas por socialistas, comunistas y anarquistas.

»Además, cuando se habla de los fusilados de la postguerra por cometer delitos de sangre, conviene recordar que, por entonces, la pena de muerte estaba vigente en muchos países con regímenes democráticos. Sin ir más lejos, nuestros vecinos, los franceses, abolieron la pena de muerte en 1975». (2)

Hoy, la globalización (al estilo del Consejo de Relaciones Exteriores, de la Comisión Trilateral y del Club Bilderberg) y el mundialismo (de George Soros) han penetrado tanto en las estructuras civiles como eclesiásticas, que han logrado la abolición de la pena de muerte en buena parte del planeta.

En aras de respetar los derechos humanos, han conseguido que los peores criminales políticos y económicos, así como los más sanguinarios criminales de guerra o de las mafias y cárteles, conserven la vida e, incluso, vean abreviadas sus sentencias cuando, efectivamente, son llevados ante la justicia, lo cual es poco frecuente.

Estas organizaciones globalistas y mundialistas han conseguido, por otro lado, que se sepulten bajo un alud de mentiras, desinformaciones o silencios culpables, los crímenes de los suyos, en especial, los de comunistas, socialistas y anarquistas. la actualidad, hasta cargos eclesiásticos del alto nivel se llenan la boca al condenar la aplicación de la pena de muerte. Lo hacen por ignorancia o por ser cómplices de las ideologías globalistas y mundialistas.

San Agustín, Santo Tomás de Aquino y la pena de muerte

A los clérigos que niegan por ignorancia la licitud de la pena de muerte, bajo ciertas reglas, les diremos que San Agustín, en el libro primero de la Ciudad de Dios, establece con toda claridad que es válido privar de la vida a un ser humano cuando se hace por mandato de Dios o por una causa justa. ¿Cuáles son las excepciones que enseña San Agustín al quinto mandamiento, el de “No matarás”: Veamos:

«[…] siempre que Dios expresamente mandase quitar la vida a un hombre, ya sea prescribiéndolo por medio de alguna ley o previniéndolo en términos claros, en cuyo caso no mata quien presta su ministerio obedeciendo al que manda, así como la espada es instrumento del que lo usa; por consiguiente, no violan este precepto, “no matarás”, los que por orden de Dios declaran guerras o representando la potestad pública y obrando según el imperio de la justicia castigaron a los facinerosos y perversos, quitándoles la vida». (3)

Santo Tomás de Aquino, en su Summa Teológica, es aún más explícito:

«Según se ha expuesto […], es lícito matar a los animales brutos en cuanto se ordenan de modo natural al uso de los hombres, como lo imperfecto se ordena a lo perfecto. Pues toda parte se ordena al todo como lo imperfecto a lo perfecto, y por ello cada parte existe naturalmente para el todo. Y por esto vemos que, si fuera necesaria para la salud de todo el cuerpo humano la amputación de algún miembro, por ejemplo, si está podrido y puede inficionar a los demás, tal amputación sería laudable y saludable. Pues bien: cada persona singular se compara a toda la comunidad como la parte al todo; y, por tanto, si un hombre es peligroso a la sociedad y la corrompe por algún pecado, laudable y saludablemente se le quita la vida para la conservación del bien común; pues, como afirma 1 Cor 5,6, un poco de levadura corrompe a toda la masa». (4)

Más adelante, el propio Santo Tomás de Aquino, reitera y aclara:

«Es lícito matar al malhechor en cuanto se ordena a la salud de toda la comunidad, y, en consecuencia, el realizarlo le compete sólo a aquel a quien esté confiado el cuidado de conservar la comunidad, igual que al médico le compete amputar el miembro podrido cuando le fuera encomendada la curación de todo el cuerpo. Pero el cuidado del bien común está confiado a los príncipes, que tienen la autoridad pública. Por consiguiente, solamente a éstos es lícito matar a los malhechores; en cambio, no lo es a las personas particulares». (5)

Brutales y sádicas torturas en las checas de la Segunda República

 

Conclusión

La pena de muerte es justa, según el Magisterio de la Iglesia, cuando se aplica para el cuidado del bien común. Las guerras son válidas cuando se llevan a cabo según el imperio de la justicia divina.

Los fusilamientos llevados a cabo durante el franquismo afectaron a criminales, a culpables de delitos de sangre. A individuos peligrosos para la sociedad española. Fue una acción de legítima defensa. Todos los sentenciados tuvieron abogados defensores.

A los enemigos políticos del Estado en tiempos del franquismo se les dictaba, cuando mucho, cadena perpetua.

Esos mismos medios callan, que milicianos, guerrilleros y mercenarios (carentes todos de una legítima autoridad), mataron a 70 mil personas (monjas, curas, mujeres, niños, ancianos, etcétera). Las mataron a mansalva, sin posibilidad de defensa. Con premeditación, alevosía, ventaja y… fanatismo.

El poder masónico en España es muy fuerte. Por eso confía en sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Con lo que no cuenta es con que su insidia está rasgando los velos de sus propias mentiras, lo que despierta una legítima inquietud en cada vez más españoles e iberoamericanos acerca de lo ocurrido en su pasado reciente.

No hay sombra, por más densa que sea, que resista el avance de la luz. Eso pasará más pronto que tarde en España, México e Iberoamérica. “La verdad os hará libres”.

 

Notas:

  1. Javier Paredes. “Franco fusiló a 22.642 personas, el Frente Popular a 70.000”. Periódico digital Hispanidad. Recuperado el miércoles 5 de diciembre de 2018. https://www.hispanidad.com/la-resistencia/franco-fusilo-a-22-642-personas-el-frente-popular-a-70-000_12003624_102.html

2. Ibid.

3. San Agustín. La Ciudad de Dios. (México: Porrúa, 1990), 20.

4. Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica. Parte II-Iiae. Cuestión 64. Recuperado el miércoles 5 de diciembre de 2018. http://hjg.com.ar/sumat/c/c64.html

  1. Ibid.

 

Jorge Santa Cruz

Periodista mexicano, católico y conservador.

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