Las pensiones de los boomers

“Al ministro se le ha escapado que tenemos un sistema de pensiones quebrado y que no va a hacer nada por solucionarlo, a excepción de seguir esquilmando a los de siempre.”

Al ministro Escrivá se le ha escapado lo de las pensiones, o no. Y los boomers, entre los que me encuentro, se han asustado e indignado a partes iguales.

Pues yo me alegro, a pesar de estar entre los presuntos damnificados de los salvajes recortes que, en materia de pensiones se avecinan, y que se unirán a los ya acaecidos en el pasado.

Me alegro por los boomers.

Por ignorantes, por indolentes, por ideológicamente estatitas, pero sobre todo, por cabezotas, por chulos, por orgullosos, por creerse moralmente superiores.

Porque cada vez que he intentado explicar el problema del sistema de pensiones que tenemos en España a individuos de esa generación de la que formo parte, he sido vilmente desoído, desprestigiado, atacado, cancelado y muchas otras cosas.

Puedo aceptar que muchos de los que me escucharan no se hubiesen planteado antes el funcionamiento de la cosa de la jubilación. Ellos trabajan, luego se jubilan y cobran. Ya está.

Puedo aceptar que muchos se lo hubiesen planteado y creyesen que funciona como no funciona. Ellos trabajan y pagan un dinero que les será devuelto a partir de cierta edad.

Puedo aceptar que algunos otros se lo hubiesen planteado, vieran cómo funciona en la realidad, pero que no hubiesen caído en el nada despreciable detalle del relevo generacional.

Incluso puedo aceptar que no me creyeran cuando les decía que el sistema es, simple y llanamente, una estafa piramidal y que ellos les pagan las pensiones a los que las cobran ahora y recibirán lo que el gobierno tenga a bien pagarles. Cuando les decía que no pagan un dinero para ellos, que ese dinero no se guarda en una hucha con su nombre puesto, que el problema no es que se invierta mal o alguien se lo gaste.

Que no me creyeran cuando les decía que existen sistemas alternativos, mucho más provechosos para todos, que se llaman de capitalización y que, con múltiples variantes, están implementados en la mayoría de los países de nuestro entorno.

Que no me creyeran cuando les decía que, aún aceptando un control o tutela del Estado en el asunto (si bien no es mi ideal), es mejor que solamente arbitre un marco general, unas protecciones destinadas a que nadie llegue a jubilarse sin pensión, y que las pensiones sean el fruto del ahorro y la inversión de cada uno, fruto de las decisiones libremente tomadas.

También acepto que no me creyeran cuando les decía que los recortes llegarían, es más que ya habían llegado, que ya se habían producido varias veces, y que llegarían independientemente de quién gobernara aunque, por lógica, los recortes con la izquierda serían mucho más graves (porque gestionan infinitamente peor), mucho más crueles (porque serían vendidos como un favor que te hacen) y mucho menos contestados (la parroquia está entregada hasta la muerte, literalmente).

Incluso acepto que, por mor de su analfabetismo económico, no crean que el sistema está quebrado ya por el mero hecho de que los jubilados sigan cobrando.

Acepto que no me vean como el experto económico que no soy.

Lo que no acepto es que, por decir todo esto, uno haya sido tenido por un tipo extraño, con unas ideas peligrosas en la cabeza, mezcla de la ultraderecha más rancia y del neoliberalismo más asesino, un tipo que desprecia a los pobres y que no haría nada por ayudarles, alguien que confía más en las despiadadas empresas y el mercado ese que es salvaje que en el magnánimo y paternal Estado.

Lo que no acepto es que, por decir todo esto, haya tenido que oír lo que he tenido que oír en mis círculos más cercanos.

Así que me alegro por ellos, por los boomers.

Los recortes eran inevitables, teniendo a esta tropa votando y a la otra tropa gobernando, pero uno ya lo sabía y lo daba por hecho, no como otros que aún están pensando que es un espejismo y que no se podía saber.

Y, por supuesto, tampoco aceptaré que no se me reconozca que dije lo que dije y se me balbuceen excusas peregrinas.

Disfrutemos de nuestras pensiones, amigos, que nos las hemos ganado a pulso.

 

Francisco Fernández Bernal

Católico, español, autodidacta de la libertad, eterno polemista.

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