La violencia, línea roja de la democracia
La palabra democracia, de la que muchos abusan, no es otra cosa que reconocer que el poder emana del pueblo. Nuestra Constitución, en su artículo primero, parte del reconocimiento de que la soberanía reside en el pueblo español el cual, como todos los pueblos democráticos, elije periódicamente a sus representantes para que lo dirijan. Pero ¿cabe hablar de pueblo si se le tapa la boca? No cabe transferir el poder del pueblo a la raza (o tribu), al partido o a la religión. El pueblo es el conjunto de individuos que lo componen y, hoy por hoy, no se conoce ninguna otra solución mejor que el reconocimiento del voto individual. Durante 75 años no existió el pueblo ruso y ya lleva 63 años sin existir el pueblo cubano. Sus respectivos partidos comunistas lo tuvieron y lo tienen callado. También el nazismo tuvo callado al pueblo alemán durante 12 años. Ambos sistemas tenían, y el comunismo sigue teniendo, ya no oprimido sino aplastado al pueblo. Alguno podrá decir ¿y Franco qué? Y hay que responder a esa pregunta como a cualquier otra. Efectivamente Franco tuvo tras la Guerra Civil callado al pueblo español durante 35 años, aunque en mucha menor medida que lo hicieron el comunismo y el nazismo y que sigue haciendo el comunismo. Además, quien quiso pudo emigrar o vivir fuera, cosa imposible en otros lugares ¿o acaso no nos acordamos del Muro de Berlín? Tampoco hay que olvidar que esa trágica guerra española fue provocada, en gran medida, por la deriva marxista revolucionaria radical de la izquierda en aquellos momentos, que desde el primer mes de la proclamación de la República toleró la violencia y que a continuación tomó un camino que señalaba como modelo social futuro al régimen de Stalin.
Fue ante ello por lo que se dio la guerra civil y, si esta no hubiera ocurrido, probablemente España habría sido el segundo país de Europa en el que se hubiera instalado de forma permanente el sistema soviético. ¿O no nos acordamos que tan sólo en 1979, cuatro años después de la muerte de Franco, renunció el PSOE a su tradicional ideología marxista revolucionaria? ¿Qué hubiera ocurrido si no hubiera tenido lugar el alzamiento de Mola y Franco? Conviene recordar que los principales dirigentes de la república española habían estado tras el golpe de Estado armado, que ellos dieron en 1934 ¡contra la propia República democrática! ¿Qué iban a hacer tras tomar de nuevo el poder en febrero de 1936? Ya vimos su talante: violencia, intimidación, desorden, quema de iglesias, asesinato de Calvo Sotelo. ¿Dónde hubo entre los gobernantes republicanos un firme clamor contra la violencia? Todo esto, ahora, lo digo yo, que por mi edad fui antifranquista, y que prácticamente viví fuera de España durante los seis últimos años de la época de Franco y tuve así la posibilidad de conocer otros contextos políticos y otras libertades.
La violencia hace callar al pueblo, le suprime su libertad de expresión, de reunión. Es decir, elimina los fundamentos de la democracia. ¿O acaso cree alguno que los cuarenta años de terrorismo etarra permitieron la democracia en el País Vasco? Nuestra democracia de 1978 fue mal dirigida desde su inicio por un error capital: Suárez no debió tolerar nunca la violencia de ETA, debió haber frenado el proceso autonómico vasco hasta que no se garantizara allí la libertad y debería haber mantenido una lucha sin cuartel contra ETA, porque la violencia criminal, y marxista, de ETA era una agresión total contra los principios de la democracia. Estoy convencido de que si Suárez hubiese tenido esa línea de actuación la convivencia en España hubiese sido mucho más lograda y seríamos hoy un país mucho más valorado internacionalmente. Aún queda mucho por hablar de este tema.
Ayer, en Vallecas, el acto de inicio de campaña de VOX, se vio muy afectado por la violencia intimidatoria de grupos de izquierda, que no tienen empacho en ejercer la violencia. Parece mentira que todos los partidos con representación en el Congreso no hagan una condena pura, dura y sin paliativos a las actuaciones violentas de ayer. No hay excusas. La violencia que ayer se vivió en Vallecas por parte de los que iban allí a hablar o escuchar, ejerciendo su derecho inalienable a hacerlo, no es tolerable. Dio miedo hasta el final y después. Menos mal que estuvo allí la Policía Nacional, pero con unas órdenes tan escasas que toleraban que tan sólo hubiera 18 pasos desde la tribuna hasta donde estaban los vociferantes y lanzadores de piedras, palos y otros objetos. Fue el propio Abascal quien se bajó de la tribuna y comprobó esos 18 pasos. A continuación, llamó al ministro Marlaska, que no quiso atender personalmente su llamada telefónica, pero que al menos dio orden a la Policía que hiciera retroceder a la “izquierda democrática” que perseguía, empujaba y golpeaba a quien osara llevar una bandera española.
Lo que pasó ayer en Vallecas no hubiese sido tolerado en Francia, Alemania, Italia ni en ningún otro país democrático porque la violencia es la línea roja que toda democracia, que se digne de serlo, debe erradicar y castigar con penas adecuadas y disuasorias. Es irrisorio hablar de los delitos de odio y no percibir que la violencia de ayer era una expresión indiscutible del odio a las ideas de otros y de una actitud totalitaria. Eso sí, Marlaska destina 10 o 12 vehículos de la Guardia Civil a evitar que a Iglesias le hagan el menor “escrache” en su casoplón de Galapagar. Tengamos en cuenta estas realidades al votar porque todo ello es de enorme trascendencia para la paz cotidiana y por tanto también para la economía y la libertad de los madrileños y ciudadanos de Madrid.