La unidad en verbo reflexivo
"Aún es posible demostrar que sí se puede cambiar la forma de hacer política, haciendo que en ella se sirva a los ciudadanos y no se sirva de los ciudadanos".
En estos días hemos observado cómo un partido político anuncia que, para septiembre, presentará una moción de censura, pese a que por más que hacemos cálculos esta no tiene ni la más mínima posibilidad de prosperar.
Nos estamos acostumbrando a que los instrumentos políticos establecidos constitucionalmente son usados para cosas diferentes a aquellas para las que se pensaron o se articularon, de forma que, en lugar de servir para la reprobación de un gobierno, sirven para el plexiglás, foto o lucimiento de líderes que de otro modo no tendrían luz propia o para intentar desgastar un gobierno al que se le admite todo.
Cada uno establece sus estrategias, modos de caminar y formas de actuar, pero resulta un tanto sorprendente que, aquellos que venían a hacer política de otro modo, con otras formas, a dotar a la política de ética y modos diferentes, hagan exactamente lo mismo que criticaron en su día y se acomoden al film desarrollado por los criticados.
Se supone que la regeneración ética de la política es la máxima que desde Aznar se quiere traer a la política y, comenzando por José María, hasta el momento presente, algo tiene la cosa que cuando tocan pelo todos pierden esa voluntad e intención ética para asumir una estética contradictoria con ella y gozar del cambio, a la par que destrozan al electorado, que se siente traicionado.
Aznar no regeneró la política, Zapatero la desencajó, Rajoy la traicionó, Sánchez ni siquiera conoce la ética ni la estética, pero sí cómo alcanzar el poder, no soltarlo y ni siquiera usarlo en algo que no sea él mismo. Los morados decían que querían regenerar y se acomodaron en el casoplón, y los nuevos adalides de la decencia ya son los más indecentes.
¿Cuándo podremos los ciudadanos obtener lo que realmente queremos, políticos decentes, honrados, que vengan a servir, cumplir y regresar a su casa, por tener una mochila que les mantiene sin necesidad de robar, mentir o simplemente vivir de las redes sociales, de la imagen?
¿Cuándo conseguiremos políticos que deseen poner al servicio de los demás su trabajo para, con ello, alcanzar un prestigio, a la par que los ciudadanos obtenemos el beneficio del trabajo bien hecho, que lo hagan sin mentir, sin traicionar, sin aprovecharse de los que les rodean, con sinceridad, limpieza de espíritu, independientemente de la ideología, buscando el bien de los compatriotas y de España?
A ver cuándo se enteran los de la derecha que, con fotografías, posturitas, crispaciones impostadas y sin aportar soluciones, no alcanzarán el poder, que se precisa la unificación del segmento o, al menos, el trabajo en equipo, para no dividir, sino sumar, para no buscar enemigos entre los propios, para enfrentarse al adversario de la siniestra desde una única fórmula que permita la concentración del impacto y la victoria final.
Los partidos de la diestra deben de plantearse su integración en un modelo nuevo, ilusionante, sincero, en el que todos pierden para ganar todos, con planteamientos nuevos de formas nuevas con políticos nuevos que estén dispuestos a servir, a cumplir la palabra, a trabajar en proyectos, en buscar soluciones a los problemas, a reducir el gasto para incrementar el beneficio.
Un partido nuevo que tenga como bandera la lealtad, la honradez, la trasparencia, el servicio y la libertad, en el que se pueda demostrar que las cosas se pueden hacer de otro modo y que no todos pueden ser absorbidos por esa dinámica en la que todo lo que se toca por la política se emponzoña, dejando claro que eso ha sido, pero se puede salir de ese pozo, que no exista el apego a la poltrona, sino las ganas de trabajar sin pensar en la foto o el qué dirán, sino en qué es lo mejor y lo que beneficia a los demás.
Aún es posible demostrar que sí se puede cambiar la forma de hacer política, haciendo que en ella se sirva a los ciudadanos y no se sirva de los ciudadanos.