La teoría del «mal menor»
Tradicionalmente, al no haber alternativas, nos hemos conformado con el voto útil y el mal menor. Al surgir alternativas, los partidos tradicionales ven peligrar su suelo electoral ya que aparece la posibilidad real de terminar con ese «mal menor», MAL al fin y al cabo.
Dicen que equivocarse es de sabios, pero esto no es así si a la equivocación no le sigue una rectificación. Fui defensor del llamado «mal menor», y la etapa política que nos ha hecho desembocar en la situación actual, me ha abierto los ojos sobre algunas cosas. Las consecuencias las estamos sufriendo… aunque probablemente era necesario para que despertáramos del sopor.
Ningún partido político coincide al cien por cien con nuestras reivindicaciones, ni se ajusta a la totalidad de nuestros criterios de decisión. La diversidad social nos lleva a que no todos valoremos de igual modo los criterios empleados a la hora determinar nuestro voto (económicos, sociales, religiosos…)
Además, no todos los procesos electorales son iguales y por tanto, las normas de valoración y recuento de votos a la hora de determinar el número de escaños, no son los mismos en unas elecciones europeas que en unas elecciones generales, autonómicas o municipales. Podrían no ser tampoco los mismos, los criterios que barajemos para determinar nuestro voto, ya que no todas las Administraciones tienen las mismas atribuciones.
En elecciones europeas, al ser España circunscripción única – se cuentan todos los votos de España conjuntamente para determinar escaños– es posible que salgan elegidos candidatos minoritarios que se identifiquen mejor con nuestros criterios de elección. No sucede así en unas generales, en las que las circunscripciones son más reducidas. En ambas las personas electas tienen distinto peso para llevar a cabo sus programas.
En las elecciones europeas España es circunscripción única, sumándose todos los votos otorgados a una opción en la totalidad de la geografía nacional. No tiene ningún sentido el «voto útil».
No hay sistema perfecto. La democracia parece ser un sistema en el que tendemos a elegir la menos mala de las opciones con posibilidades de gobierno. ¿Es correcto?; ¿nos debemos conformar con elegir el mal menor o tenemos que luchar por lo que queremos, por difícil que nos parezca conseguirlo?
Definamos nuestros criterios
Es importante que tengamos claro qué es lo que más nos importa e intentemos elegir a aquella formación que mejor persigue aquello que de verdad es prioritario para nosotros. Definir qué queremos en Educación, Sanidad, Defensa, Economía…es necesario para poder decantarnos por una u otra opción. Tenemos la responsabilidad de saber qué estamos votando.
Podría haber varias formaciones que lleven en sus programas muchas de nuestras demandas y entonces ¿qué hacer?, ¿votamos al que más posibilidades tenga de ganar?, ¿es nuestra función confeccionar mayorías o es función de los políticos?, ¿derrotar el frente popular -integrado por socialistas, comunistas, separatistas y terroristas- nos reclama el «voto útil» o son las formaciones contrarias a ese frente populista las que tienen que negociar y articular estrategias para superarlos?. Hay que recordar que se puede concurrir a las elecciones en coalición o, una vez superadas estas, fijar una estrategia común y fijar apoyos posteriormente para formar un frente nacional que se enfrente a ese frente populista-separatista.
No somos los electores los que tenemos que traicionar nuestra conciencia para evitar «males mayores». Es una maniobra burda y miserable por parte de los políticos chantajear a los electores con el «voto útil» y el «mal menor» cuando son ellos los responsables de articular mayorías. Que negocien y se pongan de acuerdo si de verdad tienen puntos coincidentes. Lo contrario es dejación de funciones y contaminar al elector convirtiéndolo en un felón moral.
Si cada proceso electoral tiene sus particularidades, para cada uno la negociación será distinta. La existencia de varias formaciones hace que se vigilen y eviten la tentación de creerse imprescindibles, como ya ha pasado con la existencia de un solo bloque («Quien olvida su historia está condenado a repetirla»).
En elecciones europeas…
En unas elecciones europeas, la circunscripción única permite dar voz a opciones minoritarias que representen o cumplan nuestros criterios más excluyentes, ya que el número de votos necesarios para el escaño puede obtenerse por la suma de los conseguidos en toda la geografía nacional.
Aquí es casi obligado sacudirse los complejos y votar en conciencia dejando de lado el pragmatismo. Lo importante es poner personas en Bruselas que trabajen libres de complejos y de las obligaciones que el término progresista «corrección política» impone.
…y en unas elecciones generales…
En unas elecciones generales esta forma de actuar nos podría parecer tirar el voto. Realmente dice muy poco de una sociedad, que considere tirar el voto al hecho de votar en conciencia.
Como el número de votos necesarios para lograr escaño no es el mismo en cada circunscripción, votar con pragmatismo persiguiendo el mal menor, nos condena a reptar por la oscura senda de la mediocridad. Supone apoyar ese mal, que se instalará de forma permanente en nuestra forma de vida y jamás será derrotado.
¿Tenemos que optar por la formación con opciones de victoria que sea menos letal para nuestros intereses?; ¿debemos ser fieles a nuestra conciencia?; ¿buscamos el mal menor o luchamos por el bien absoluto?; ¿conseguiremos que la opción elegida elimine ese mal menor alguna vez o nos resignamos a él y nos convertimos en cómplices?
Quien se conforma con el mal menor en lugar de buscar el bien, es que no está dispuesto a salir de la mediocridad.
Es una opción muy personal a la que debemos llegar tras un profundo proceso de discernimiento, sin dejarnos llevar por razonamientos simples ideados por aquellos que utilizan al electorado en beneficio propio.
Un Frente Nacional
Por último, señalar que es signo de madurez democrática no obligarse a votar lo mismo en todos los procesos electorales (hay quienes nacen,crecen, se reproducen y mueren votando a las mismas siglas, sin importarles que hayan cambiado sus propuestas).
Es importante tener claro quién es el enemigo. Enemigos son los que amenazan a España, a la España bravamente recuperada con la Reconquista, a la España liberada del yugo opresor de comunistas, masones y separatistas. «El enemigo» son los que se autodenominan Frente Popular. Y contra este, nada mejor que un Frente Nacional que integre a todas las formaciones que compartan el mismo concepto de España, cada una con sus matices. Y está bien que existan varias formaciones para que ninguna se instale en su zona de confort y olvide lo importante.
Porque las hay que tienen un pesado lastre que superar tras traicionar a sus electores. Los engaños tardan en superarse y, como dijo el cónsul Escipio a los asesinos de Viriato cuando fueron a reclamarle el pago, «Roma no paga traidores»…sobre todo cuando surgen alternativas.