La Segunda República y la manipulación ideológica estudiantil.

La Segunda República no fue más que una pantomima de democracia.

La historiografía marxista-leninista que ha tomado por asalto la educación de nuestros hijos en los institutos, ha dividido el período de la Segunda República en tres partes: El bienio reformista (cuando gobernaron las izquierdas), el bienio negro (cuando gobernaron las derechas. No me lo estoy inventando, lo enseñan así a los alumnos) y el gobierno del Frente Popular en 1936.

Dicho así, parece que en el período reformista estaban los buenos, y en el “negro” estaban los malos, pero la verdad es que en el bienio reformista, la paz social era prácticamente inexistente: se quemaban edificios todos los días, se quemaban, se censuraban o se asaltaban violentamente sedes de periódicos de derechas y monárquicos, se asesinaba empresarios en la calle, estallaban bombas con bastante frecuencia en cualquier parte del territorio nacional, etc.

El Frente Popular: una dictadura republicana. Por José Catalá

 

Era tan grave la violencia social que desde el primer mes, el Gobierno republicano tuvo que decretar el Estado de Alarma. Se decretaron hasta 62 en cinco años. En los cuarenta años de la actual monarquía parlamentaria solo se ha aplicado dos: 2010, huelga de controladores aéreos, porque afectaba a muchos ciudadanos, y 2020, por la pandemia.

Una de las medidas estrella del bieno reformista fue la Ley de Defensa de la República.

Ni siquiera el dictador Miguel Primo de Rivera se atrevió a crear una ley en ese sentido en su gobierno, es más, entregó el poder de algunos ministerios a personas tan disidentes a su propio régimen como Largo Caballero, líder del PSOE, instigador de la Huelga General de 1917 contra el Gobierno Democrático en la que hubo más muertos que en el mismo golpe de estado del dictador, en el que, por cierto, no murió nadie.

En sus memorias, el republicano Manuel Azaña escribió:

Según me ha contado muchas veces Largo Caballero, durante la dictadura, la Guardia Civil se comportó rectamente con los obreros y campesinos, y no maltrató a nadie, como solía hacer en tiempo anterior.

Volvamos a la Ley de Defensa de la Segunda República. Esta Ley prohibía dar públicamente vivas al rey, símbolos monárquicos o cualquier cosa que algún militante de izquierdas considerase ofensivo al régimen republicano. Solo evaluando esa Ley, ya podemos afirmar que el primer bienio se asentó sobre una base extremadamente antidemocrática.

En la Segunda República existían partidos monárquicos, como en la actualidad existen partidos antimonárquicos, Pero, no es comprensible que aquellos estuviesen amordazados y considerar la Segunda República como una democracia. Es evidente.

La ley de defensa de la república permitía también multar a periódicos o incluso evitar su difusión, secuestro y censura de noticias que no favorecían al Gobierno (el Gobierno decía que era a la República, claro está). También, prohibir manifestaciones y huelgas.

Las infracciones a esa ley republicana de izquierdas no eran evaluadas por los tribunales de justicia sino que dependía directamente del ministerio de gobernación, es decir, de los políticos. Lo del odio al Poder Judicial parece que va en los genes de la izquierda.

La Ley de Defensa de la República era la medida más antidemocrática que ha conocido cualquier sistema democrático de la época pasada o actual, y solo se ha implantado de forma similar en estados de la URSS, China y en Cuba. Es una ley que ataca directamente a cualquier Constitución Democrática.

Durante la Segunda República, la Constitución creada en este bienio reformista, incluyó una ley llamada “DE VAGOS Y MALEANTES”. ¿Le suena, querido lector? Pues ya ven, no la creó ninguno de los dos dictadores españoles del siglo XX, la creó la Segunda República en su Constitución izquierdista.

Con esa ley el Gobierno podía actuar arbitrariamente sobre colectivos indefensos, sobre todo, mendigos. Me viene a la memoria que durante la Segunda República ESTABA PROHIBIDO dar limosna a los pobres, con multa. Y se aplicó en numerosas ocasiones porque siempre han habido y habrá católicos cuyos principios están por encima de las leyes (de unos y de otros).

También durante la Segunda República, la Pena de Muerte fue abolida, pero solo en un primer momento, luego fue vuelta a instaurar, y así estaba, cuando empezó la Guerra Civil. Sin embargo, durante la Segunda República hubo fusilamientos aprovechando los muchísimos estados de alarma dictados por el Gobierno Republicano. ¿A que eso no lo sabían?, claro, es una de esas cosas que conviene que los estudiantes no sepan sobre la Segunda República.

En fin, podríamos estar llenando hojas y hojas, pero creo que no es necesario. Queda claro que la Segunda República no fue un paraíso. No fue un período de paz social ni política. No fue ni tan siquiera una época de prosperidad para la clase obrera; el hambre se instaló dramáticamente en las casas de los campesinos y los obreros por el paro y por la destrucción de las infraestructuras industriales y agrícolas. Se quebrantaron derechos constitucionales, se asaltó al poder judicial en innumerables ocasiones. Hubo asesinatos que fueron alentados y protegidos por el propio Gobierno. Los documentos demuestran que el ministerio de la gobernación del Frente Popular estuvo detrás de la organización de los atentados a los dirigentes de los partidos de derechas y monárquicos en la noche del 12 al 13 de julio de 1936. Afortunadamente, los sicarios frentepopulistas solo pudieron asesinar a Calvo Sotelo. ¿Qué hubiese sido de España si esa noche hubiesen asesinado a los cuatro dirigentes de los partidos políticos democráticos a los que fueron a buscar a sus casas?

En definitiva, La Segunda República no fue más que una pantomima de democracia. Debemos desmitificarla y contar la verdad. Opino, como historiador y como ciudadano, que construir falsos mitos humanos e ideológicos y gloriosas épocas doradas repletas de volátiles ínfulas partidistas no es más que establecer inquebrantables pedestales donde encumbrar a personajes sin escrúpulos que se aprovechan de las democracias fomentando el odio entre la gente sencilla con la única espúrea obsesión de establecer su autoritario Gobierno Presidencialista. (Espero que sepan perdonar mi inevitable vena lírica).

Sé que ustedes piensan que estoy diciendo todo esto, pensando en “alguien” que conocemos todos.

Pero, no. Qué va.

¿Pueden los profesores de Historia manipular la mente de los estudiantes? Sí. Lo están haciendo

 

José Enrique Catalá

Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia. Especialista en Hª Medieval. Profesor. Autor del libro: Glosario Universitario.

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