La Navidad en Google
Buscando la Navidad, he encontrado Gog y Magog
He escrito en Google/imágenes la palabra «NAVIDAD», y me ha salido esto.
Hay, aproximadamente 200 fotografías en Google. Todas, supuestamente referidas a la Navidad. Sin embargo, el resultado me ha sorprendido.
He visto árboles decorados con guirnaldas, velas, trineos, renos, bolas brillantes (muchas bolas), varios muñecos de nieve, decoración luminosa en calles y balcones, Mickey Mouse vestido de Papá Noel, muchísimos gorros de Papá Noel y demasiados Papá Noel.
De todas ellas, solo una, mostraba a la Sagrada Familia en el establo. Eso significa, menos de un 0.5% respecto al total.
Sinceramente, no sé qué decir. Me parece absurdo. Ese porcentaje es, para mí, muy desalentador. Me hace pensar que no estoy en la “onda”, que no vivo en este mundo. Había escrito en Google la palabra «Navidad» para encontrar una imagen del portal de Belén, y me he dado cuenta de que, de doscientas personas, solo para una, la palabra Navidad, es decir, la Natividad de Jesús, significa «NACIMIENTO».
En los países de habla inglesa, la expresión más utilizada en esta época del año es «Merry Christmas» que significa «Fiesta de Cristo». No obstante, esta frase aparece en las fotos, escrita junto a un árbol conífero o unos renos y un trineo, o cajas decoradas con lacitos o un hombre de nieve o un señor rechonchete vestido de rojo y con cara de haberse tomado unos vinitos. Muy pocas veces ponen a Cristo.
El próximo día 25 de diciembre, habrá 199 personas —Las que han colgado en Internet la imagen con el título «Navidad»— que estarán celebrando una fiesta que no entienden. Como quien se ríe de un chiste que no entiende y se ríe porque todos se ríen.
Ya casi nadie piensa en la Navidad como en el cumpleaños de Nuestro Señor, en su primera venida a nuestro mundo para instruirnos de cómo debemos actuar para merecer un mundo mejor.
Tal vez, haya llegado el momento de que se produzca una Segunda Venida. No se extrañen, ocurrió una vez y volverá a ocurrir, porque forma parte del Credo Cristiano (“…Desde allí ha de venir…”). En todas las misas del mundo, todos los días, recordamos que le estamos esperando.
Será muy triste ver que, en esta segunda venida, a muchos católicos os encontrará en la indiferencia, o esperando sin hacer nada, sin avisar a nadie por miedo a hacer el ridículo, con los mismos talentos que os dieron al nacer, sin aceite en las lámparas. Sí. Será muy triste.
Existen actualmente algunas profecías que nos hablan de una Nueva Venida. No me estoy refiriendo a individuos como Nostradamus o Rappel. Me refiero a profecías claras y sin motivación socio-económica. Estos profetas pueden pertenecer al entorno religioso, como el Padre Pío, el Padre Gobbi, la beata Elena Aiello, Eata Canori Mora, Akita (Japón), etc. o al entorno mundano, como las niñas de Garabandal, los niños de Fátima, los de La Salette, Bruno Cornacchiola, o los niños de Ruanda. Profetas, todos ellos del siglo XX. Tan creíbles, o no, como lo fueron en su tiempo Daniel, Isaías y Ezequiel.
No resten validez a estas profecías de seglares. Tengan en cuenta que, cuando Jesús vino por primera vez, no eligió a ningún religioso de la época para su grupo de apóstoles. Vino porque, precisamente muchos de los que dirigían la comunidad religiosa, no eran personas dignas: los escribas, los saduceos y los fariseos.
Algunos de esos profetas recientes cuentan, desapasionadamente, que la llegada de Cristo es inminente, pero esto lo vienen diciendo desde hace más de cincuenta años. Personalmente, agradezco al cielo que esa “inminencia” no haya sido según el tiempo humano, porque a muchos nos hubiese pillado «sin confesar» y yo no estaría escribiendo ahora este texto para que usted se prepare para lo que viene.
Visto el entorno apóstata que me rodea, voy a celebrar esta Navidad como si fuese la última; como si la apostasía fuera tan grande, que la Navidad se haya convertido en una simple «Fiesta de Invierno» —como pretenden algunos políticos—, organizada y dirigida por ellos.
Estoy convencido de que después de este difícil período, llegará una etapa de gran esplendor y paz para todos nosotros.
Esta Navidad voy a pensar más en Dios. Voy a ser más generoso con los pobres (daré hasta que me duela), procuraré no disgustar ni a Dios ni a los hombres con mis acciones o no-acciones, y procuraré darles sinceras alegrías. Intentaré, además, dar a conocer a Dios a la gente o hacer que lo recuerden. El día 25 bendeciré la mesa para que Dios esté presente. Y poco más. Quiero que mi Navidad sea tan sencilla como un portal de Belén.
(Procuraré, también, que el espíritu navideño me dure, por lo menos, hasta febrero o mediados de enero. A ver si este año lo consigo).