La leyenda negra española: el «genocidio» en América

"No hay ningún documento que pruebe la existencia de ningún genocidio por parte de los españoles en América".

La maldita y esperpéntica Leyenda Negra que sigue pesando sobre España, abunda, sobre todo hoy con la creación manifiestamente marxistoide del «indigenismo», en que España llevó a acabo en América un terrible genocidio, palabrita que mal se usa y de la que se abusa desde la Segunda Guerra Mundial cuyo significado suelen ignorar o tergiversar esos mismo que tan torticeramente la utilizan.

Apréndanlo bien y no lo olviden para así poder rebatir a los mal intencionados, que genocidio es: “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad». Ergo, para que haya genocidio deber haber un plan «sistemático» –o sea, un conjunto de reglas ordenadas racionalmente– para la exterminación de un grupo humano por razón de su raza, etc.

¿Hubo tal plan, repetimos sistemático, por parte de España en América para exterminar a los indios por razón de su raza, religión, etc.? ¿Hubo tal regulación para ello? Pues no, no y no, sino todo lo contrario.

Para empezar digamos que no hay ningún documento que pruebe la existencia de ningún genocidio por parte de los españoles en América, no hay ninguno que establezca ni tal intencionalidad ni mucho menos la reglas para llevarlo a cabo, sino todo lo contrario, ya que toda la legislación española en América fue desde el primer instante especialmente proteccionista para con los indios incluso hasta extremos sorprendentes. Otra cosa es que, claro está, hubo que conquistar aquellas inmensas tierras y para ello hubo que guerrear y la guerra nunca es ni fácil ni suave.

Por el contrario, dada la escasez de españoles allí desplazados –durante la primera mitad del siglo XVI, época de la conquista, el número total de españoles rondó los 40.000 varones para una población aborigen de cerca de 30 millones–, nuestros antepasados tuvieron la necesidad y la suficiente inteligencia, así como la generosidad, de proceder siempre buscando alianzas con los pueblos oprimidos por otros mayores, ponerles de nuestro lado y lanzarlos contra aquellos para conseguir su libertad y para que así apoyaran nuestro posterior dominio. La conquista de Méjico por Cortés es un ejemplo paradigmático, pero las demás fueron idénticas.

En el testamento de Isabel la Católica en 1504, quedó legislado que los indígenas no podían ser esclavizados ni maltratados, que se prohibían las prácticas abusivas y que se obligaba a los españoles a dar un trato justo y digno a los indígenas, respetando sus modos de vida y costumbres, calificándolos de súbditos castellanos con los mismos derechos y deberes que los demás. Fernando el Católico promovió las Leyes de Burgos de 1512 que recogieron el trato que debía de proporcionarse a los nativos, detalladamente y en ordenanzas, a partir de las conclusiones adoptadas por la Junta de Burgos, comité de teólogos y juristas convocado como respuesta al sermón de adviento de 1511 del dominico Antonio de Montesinos que denunció las condiciones sociales y los abusos (nunca genocidio) a los que eran sometidos algunos los indígenas por parte de algunos encomenderos en La Española contraviniendo el codicilo de la Reina Isabel. Es decir, que muy al contrario, la legislación no era genocida, sino proteccionista desde el principio. ¿Había abusos? Pues como hoy en la mayoría de las partes del mundo, pero puntuales, mínimos, con la salvedad de que se denunciaban por los propios españoles y que los monarcas tomaban acciones para impedirlos y enmendarlos.

Hecho sobresaliente, entre otros muchos, es que gracias a los españoles y a su interés por las culturas precolombinas en lo útil y bueno que tenían, no en lo malo que lo había y mucho, es que se han conservado aproximadamente unas 200 lenguas autóctonas al transcribir sus sonidos al español.

Seguimos. En 1542, Carlos I promulgó las Leyes Nuevas de Indias, una ampliación de la ya inmensa jurisdicción existente para la regulación legal del trato que debía dispensarse a los nativos, principalmente revisando el sistema de la encomienda. Más adelante, su hijo, Felipe II, dictó una ley que castigaba a los españoles con más rigor que a los indios por el mismo delito: «se ordena castigar en adelante a los españoles que injuriaren, ofendieren, o maltrataren a los indios con mayor severidad que si los mismos delitos se cometiesen contra los españoles» (Cédula a la Audiencia de Lima de 29 de diciembre de 1593).

Más. Ya Isabel la Católica estableció en 1503: «e que ansímismo procure que algunos cristhianos se casen con algunas mugeres yndias, e las mugeres cristhianas con algunos yndios, porque los unos e los otros se comuniquen e enseñen» y 1514 se aprobaba una real cédula que validaba cualquier matrimonio entre varones castellanos y mujeres indígenas.

Por la contra, y por ejemplo, los matrimonios mixtos en el imperio británico no se legalizaron hasta prácticamente el siglo XX y aún con pegas. Caso paradigmático fue el rechazo que sufrió siempre nuestra compatriota Anita Delgado casada con el maharajá de Kapurthala en la India en 1908. Para qué hablar de las leyes racistas en los EE.UU. mantenidas hasta los años 60 y 70 de dicho mismo siglo. También el verdadero genocidio que supuso la práctica a niveles industriales, sistemáticos y planificados por parte de los propios indios de sus enemigos mediante sacrificios humanos.

Por último un apunte definitivo: si hubo genocidio, o al menos eliminación sistemática de población india fue por parte de los tan liberales como masónicos independentistas americanos que, tras lograr hacerse con el poder separándose de la madre patria, abolieron las leyes de indias y se volcaron contra los indios cometiendo mayúsculas masacres diezmando a la población indígena.

Por Toribio

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