La Hispanidad: un león herido que puede volver a rugir
El libro El Imperio y la Hispanidad se ha gestado por medio de una multi redacción. Un total de 7 escritores han participado, firmando cada una de las partes y aceptando seis de ellos al restante como líder y coordinador. Carlos X. Blanco -doctor y profesor de Filosofía además de autor de numerosos ensayos, novelas, recopilaciones y traducciones- ha encabezado la presente publicación, cuyo punto central pretende visibilizar a la Gesta Hispana, esa que se encuentra al otro lado del océano. Las Españas peninsulares, insulares y americanas son los miembros de una poderosa familia cuya fuerza culminaría tras su unión: así lo dejaron ver los viajes colombinos presentando dos comunidades hermanas, dos lenguas en común y una misma religión y cosmovisión católicas que compondrían una alianza geopolítica imparable e inquebrantable.
El Imperio y la Hispanidad comienza señalando directamente una de las mayores amenazas para la civilización occidental: el globalismo y todo lo que comprende, siendo entonces promocionado como inofensivo, agradecido y necesario según los discursos de quienes lo están potenciando. La reestructuración de tradiciones, democracias y libertades ha confabulado un nuevo concepto de dignidad humana. Esto se aprisiona bajo las decisiones del poder oculto, además de las áreas geográficas que yacen a su servicio, recayendo ante las masas, las cuales son privadas de cualquier oportunidad que permita hacer uso de su voluntad fundacional.
En el primer episodio se nos recuerda que al consentir que se borre la Historia se da pie a una acción vergonzosa que supone impedir divulgar corrientes [históricas] que honran y enorgullecen al pueblo español. Por ello y según el juicio del autor de ese aporte (Ernesto Ladrón de Guevara) este libro es esencial “porque el legado [previamente expuesto] debe ser rescatado hoy para evitar la deshumanización que se vislumbra en un horizonte de tiempo máximo” (pág. 15). Al fin y al cabo, todos tenemos unas raíces, un pasado y una esencia, e ignorar todo eso sería un modo de autodestruirnos como individuos y como sociedad.
En la intervención de Eduard Alcántara prima esa llamada de atención hacia quienes creen que los conquistadores estaban únicamente sedientos de oro y otras joyas. Señala la fiel presencia de sacerdotes al lado de los soldados durante las travesías; los ánimos evangelizadores y deseos de civilización conllevaban un riesgo que se cobraba decenas de vidas humanas, especialmente cuando iba a batallarse contra miles de guerreros nativos: “Quien se aventura a una muerte más que probable -casi segura- defiende valores que están por encima de la materia, de lo exclusivamente contingente y, en definitiva, de la mera vida” (pág. 23). Un argumento que pretende tumbar las acusaciones sobre la mala gestión española ante los beneficios obtenidos de las tierras americanas, afirmando que siempre se ha apostado por el ámbito espiritual, degradando lo económico a un tramo más que secundario.
Carlos X. Blanco se aventura a tratar aquí, en pocas páginas, una espontánea ‘Teoría del Imperio’ que nace de sus propias palabras en base a la mención hacia María Luisa Roca Barea con su Imperiofobia y Leyenda Negra. Ofreciendo una comparación y desde la benevolente crítica en base al sabio análisis, este episodio repasa las gobernanzas más significativas de la civilización europea y añade las observaciones pertinentes. Un punto fundamental -para el libro aquí expuesto- y ordenado estratégicamente en este compendio ensayístico, pues nos reconecta con el resto de contenidos expuestos anteriormente y a su vez nos introduce en los siguientes. Sin embargo, si hay que destacar algo sobre todos los contenidos del libro es el protagonismo de la catolicidad, corriente que se superpone ante lo demás y del que nacen el resto de aspectos datados. Así lo reafirma José Antonio Bielsa, quien ofrece una relación entre la fe cristiana y la Hispanidad:
[la Hispanidad] debía exteriorizar su centro en virtud de un heroísmo católico vehiculado por unos principios reconocibles que justificaran tanto la guerra material como lo espiritual, así en el plano de lo humano… como sombra/reflejo del otro y decisivo combate: el divino.(pág. 39)
Enunciado en un subapartado, el señor Bielsa vincula la Nación con la Hispanidad, siendo España su corazón, volviendo en sentido circular a los términos precedentemente narrados por los demás coautores explicándose al respecto, mencionando a otros pensadores y patriotas y finalizando con el escrito de por qué el verdadero progreso es la tradición. José Francisco Rodríguez (economista) continúa la dinámica y reduce a la España del hoy en un “reflejo del pasado” debido a la profunda crisis de identidad que “pone en duda su historia y su destino como nación (…)” (pág. 51). De esta forma y partiendo de ello, el señor Rodríguez arranca desde el siglo XIX con la atomización de los territorios americanos. Así, se extiende a lo largo del bloque confeccionando en orden cronológico lo que se entiende por ‘Leyenda de color’ y lo que realmente es, además del motivo de su persistencia, la manipulación histórica, el endeudamiento de las nuevas repúblicas americanas, la inducción a la culpa, el silencio y deslegitimación al que hemos sido víctimas y la expoliación de Perú, México y Colombia.
Alberto Buela, el siguiente participante, nombra valientemente el ya no tan censurado término ‘Nuevo Orden Mundial’ y establece una distinción entre eso e ‘Hispanidad’. Haciendo un repaso desde el siglo XVII, disecciona el contexto sociopolítico desarrollado con un escrupuloso orden, centrándose posteriormente en -cómo no- la Hispanidad, totalmente disyuntiva al NOM tal y como especifica. A continuación, Eurasia se subraya por parte del historiador Antonio Moreno, quien dedica las próximas páginas a exponer qué es y qué se puede entender por ese término: “Dentro de Europa (…) siempre habrá varios bloques. En todo caso, en Europa, somos latinos. Nuestros intereses nunca estarán dentro del europeísmo” (pp. 82-83). También sugiere una actitud conciliadora en el repaso de nuestra historia, aunque admite que “no vemos esa unidad europea por ninguna parte (…) Podemos comprender la idea de Eurasia siempre y cuando se trate del gran espacio geopolítico que puede tocarles a los rusos en relación con tierras y pueblos inmediatos para ellos por herencia y vocación” (pp. 87-90). Pese a esto, habla sin tabúes del resto de países que hay tras las fronteras, y finaliza con una idea de fuerza: “Deberíamos estar preparados para mantenernos en pie en un mundo en ruinas. Pero preparémonos de verdad”.
El último episodio del libro no podría ser más acertado para el cierre de la publicación; Cómo despertar al león herido denota la existencia de una verdadera solución y a la vez conmueve al lector por esa cariñosa comparación con un animal fiero y considerado rey. El ensalzamiento de España no cae en saco roto gracias a los ejemplos y explicaciones que vuelven a hacer una revisión de los capítulos más impactantes desde el punto de vista social. La última frase genera un silencio prometedor: “Es el Imperio, siquiera como idea, y como espíritu reactivado, el que se alzará como maza que los aplaste y los ponga en la cuneta de la Historia” (pág. 100).
De modo que, en conclusión, vemos que se ha garantizado una constante unión entre los autores participantes, así como la gestión de contenido, la cual arroja algo de luz ante las medias verdades y contradicciones de otros informes históricos que estarían dirigiendo el pensamiento único de varias generaciones. Un planteamiento nada descabellado sobre ese enlace geopolítico que compone al león que fue Hispania.
Y que puede seguir siéndolo.