La enfermedad política del nacionalismo
Ver a una madre defender a un asesino, aunque sea su hijo, y lo que es peor, justificar lo que hace en nombre de la defensa de Euskal Herría, me parece de una atrocidad que se escapa a mi entendimiento de lo que debe ser el amor de una madre por un hijo, eso es maldad de la peor calaña.
Ver a una mujer que reniega de sus amigos, y les abandona simplemente por que se niegan a pagar el impuesto revolucionario, esto no hay persona de bien que lo justifique.
Ver a un hombre que abandona a su mejor amigo de la infancia por miserable cobardía, es muy doloroso.
Ver a un cura proteger y defender a asesinos, solo porque el descerebrado quiere que se rece en euskera, y para más pecado decirle a la madre del asesino que Dios está con ella y con su hijo, se escapa a cualquier ley, divina y humana.
Ver a un asesino sin otro oficio que el de ser terrorista, que acaba en la cárcel por matar al mejor amigo de su padre, un etarra que solo ha vivido de extorsionar y matar, y lo que es peor, jactarse de ello, sentirse un héroe, y no arrepentirse de nada, es de una crueldad inusitada.
Ver a un pueblo entero que reniega de un vecino y amigo de toda la vida simplemente por tener una empresa y ser punto de mira y objetivo de ETA, cuando él se ha portado bien con sus empleados y ha ayudado a mucha gente es mezquino.
Ver cómo una familia es destrozada única y exclusivamente porque a unos enfermos de odio y de nacionalismo, se les ocurre que son sus enemigos y deben dejar de existir, no me vale.
Ver como a unos guardias civiles y a unos policías en la serie se les exhibe como opresores y maltratadores, y a los etarras les deja como los buenos de la película y los luchadores por la libertad, es poco menos que denigrante y además falso, su libertad empieza donde acaba la de cientos de muertos, incluidos niños, sin justificación alguna.
Sinceramente NO.
Hay que contar toda la verdad, cómo se formó la banda terrorista y cuál era su única finalidad: MATAR.
La banda terrorista ETA nunca tuvo justificación alguna. No se extorsiona, ni se atemoriza, ni se asesina en nombre de nada, ni en nombre de nadie, y justificar a los asesinos te convierte en cómplice.