La deriva territorial del centro político

Una larga serie histórica de fracasos centristas nos muestra la poca coherencia ideológica de la estrategia planteada. La UCD, el Partido Reformista (Operación Roca), el CDS, la UPyD, y Cs ya no existen, o están en proceso de liquidación. En 46 años ha habido cinco intentos fallidos.

Desde 1977 hasta la actualidad han existido varias formaciones políticas autodenominadas como centristas. La estrategia que han seguido ha sido siempre muy similar. Según su criterio, la palabra derecha siempre ha tenido muy mala prensa, por lo que si se denominan de centro provocarían menos rechazo y tendrían más votos.

El definirse como centrista y ser “moderado” (es decir, inspirar el lenguaje y la acción política con cualquier contenido menos parecer de derechas) conseguiría atraer a votantes de centro o centro izquierda procedentes del socialismo, para así ganar las elecciones, y sin perder lo que ellos mismos suponen que son sus votos naturales, los electores de pensamiento conservador. Para ello incorporarían a su agenda política medidas de derecha y de izquierda, con talante moderado.

La principal dificultad para tener éxito con estos planteamientos consiste en que la base electoral de los centrismos ha sido siempre mayoritariamente de derechas.

Una larga serie histórica de fracasos centristas nos muestra la poca coherencia ideológica de la estrategia planteada. La UCD, el Partido Reformista (Operación Roca), el CDS, la UPyD, y Cs ya no existen, o están en proceso de liquidación. En 46 años ha habido cinco intentos fallidos.

En los dos últimos casos, UPyD y Cs, los primeros mensajes “patrióticos” con los que consiguieron un cierto éxito inicial fueron poco a poco relegados a segunda fila, hasta que los votantes descubrieron los vaivenes de estos partidos creados como “atrapalotodo”, que desarrollaban políticas erráticas y querían pescar votos en el abundante caladero electoral de los votantes de derechas.

El único partido superviviente del centrismo, el PP, ha seguido una estrategia similar. Especialmente en los últimos años hemos visto cómo han implementado sus políticas centristas: subidas de impuestos, administraciones infladas, dejación cultural en favor del progresismo, conservando todas las leyes socialistas (aborto, violencia de género, memoria histórica, inmigración, etc.), subvenciones, tolerancia hacia la corrupción propia y ajena, simultaneando una cierta retórica anti-PSOE, para mantener la ilusión de parte de sus votantes no progres. Se confunde el centrismo con decir una cosa y su contraria para arañar votos donde sea.

En el tema territorial recordamos cómo a partir de la elaboración de la Constitución, el suarismo optó por “el Estado de las Autonomías”, que se llegó a considerar como “café para todos”. En aquellos momentos supuso una simulación, una forma de camuflar con barullo regional a los separatismos catalán y vasco. Todas las regiones y sus élites políticas pasaron de la noche a la mañana a ser autonomistas, incluyendo a vascos y catalanes. No olvidemos que el primer gobierno del PP en 1.996 contó con el voto positivo de PNV y CiU.

El centrismo, desde entonces hasta ahora, ha pasado de “simular” ser autonomista a creérselo. Durante décadas, desde los años 90 hasta ahora, el PP (Partido Popular) ha intervenido en las numerosas reformas de los Estatutos de autonomía de las regiones, siempre para incrementar las competencias en detrimento de las estatales, y lo ha hecho de forma entusiasta junto con el PSOE. En treinta años se han producido más de 40 reformas de los Estatutos de autonomía con la anuencia del PP. En varios casos incluyendo el concepto de “nacionalidad” como definitorio de la Comunidad Autónoma: Galicia, Andalucía, Valencia, además de Cataluña y Vascongadas.

Pero… cuando no se vive como se piensa, al final se termina pensando como se vive, también en política.

Al interiorizar el mensaje territorial, y dado que en los aspectos culturales ya ejerce de centrista, el PP ha parcelado territorialmente su perspectiva para el gobierno del Estado y su visión general de la política.

Los modelos federales no son malos en sí mismos, desde el punto de vista técnico. Pero sólo funcionan razonablemente bien cuando “el gran territorio”, la Patria común, está firmemente asentada en la conciencia de sus ciudadanos, junto con otros valores comunes necesarios: la Historia gloriosa, sentimientos religiosos, objetivos compartidos, como el sueño americano, por ejemplo; o cuando está justificado por razones de tamaño geográfico de país o gran población.  Por eso puede desarrollarse bien en otras latitudes que cumplen esos requisitos, como en USA. Si no se defiende el amor a la Patria común ni existe lealtad institucional, o la única intención es defender a ultranza ventajas de territorios regionales a costa de los demás, se quiere debilitar el Estado, no se practica la solidaridad con todos los compatriotas de su propio país, o se inventan regiones minúsculas, el federalismo puede fracasar.

En España, décadas de adoctrinamiento recalcitrante en pro del autonomismo/separatismo han transformado radicalmente la perspectiva regional. Se ha pasado de considerar a los nacionalismos vasco y catalán como una autonomía más -allá por los años 80-90-, al extremo opuesto: que el comportamiento actual de las autonomías sea una réplica de la cantinela separatista. Se crean fronteras materiales e inmateriales entre las regiones, y se realza la historia de cada poblacho. Cada región busca el beneficio para sí, importándole poco lo que suceda más allá de sus ridículas fronteras aldeanas, exacerbando la competencia meramente económica y la insolidaridad regional.

Y el centrismo no va a ser menos en esta carrera. Ya no tienen líderes nacionales, con una visión integradora; se observa una cierta dependencia del propio aparato partidista en favor de los diferentes barones, que son los que llevan el peso de las decisiones; es decir, el poder.

Es curioso que el socialismo, que fue el primer defensor de la autodeterminación de las nacionalidades (manifiesto de Suresnes, 1.974) no haya caído en esa dinámica. Probablemente porque tiene más influencia en su ideología el pensamiento socialista y estatista heredero del decimonónico Marx. Ninguno de los presidentes de gobierno socialistas ha procedido del ámbito regional-autonómico. Quizás por ello llevan muchos más años en el poder que sus competidores del PP.

El centrismo actual presenta ahora dos opciones contrapuestas para alcanzar el poder: el madrileñismo ayusista, y el modelo feijooista; este último recuerda a la denominada “Galeusca”, una antigua organización que intentaba juntar varios separatismos para hacer políticas antiespañolas. Ambos están basados en perspectivas autonómicas de las que están convencidos, porque viven de ello. No son conscientes de la desigualdad real que se perpetúa entre los españoles sólo por su lugar regional de residencia, o no les importa.

Al final, las opciones políticas centristas tienen como eje básico la defensa de los intereses concretos y materiales de determinadas regiones (Madrid y su entorno, o alternativamente las “nacionalidades históricas”), con escasa visión española, de conjunto. Todo ello defendido y camuflado por los formidables aparatos de propaganda subvencionados a costa de los contribuyentes, o por intereses de lobbies de la más variadas procedencias y latitudes. Hay un cierto mensaje “anti-PSOE”, para evitar que la mayoría de sus bases electorales se vayan a VOX (algo que no van a poder evitar, por otra parte); y en el resto de su agenda política (aborto, eutanasia, memoria histórica, viogen, subvenciones a chiringuitos y prensa, inmigración, tolerancia con la corrupción) son una fotocopia del PSOE, en algunos casos, como vemos ahora en Extremadura, con seguidismo entusiasta.

Defensa insolidaria del propio territorio y mensajes diferenciados según dónde, dejación cultural imitando al socialismo, pseudoretórica conservadora sin contenido real, o denominarse “centro derecha” para rascar votos. Decir una cosa y su contraria. Centrismo.

La defensa de la Patria supone un esfuerzo permanente de sus hijos. Quienes olvidan esta lección están condenados al vertedero de la Historia Universal.

 

Julio García de Durango

Estudioso desde siempre de temas ambientales, políticos y económicos; dedicado a renovar nuestro ideario, con la intención de crear un proyecto sugestivo para la España del siglo XXI. Ingeniero Civil. Experto en Planificación y Cost Control. La batalla cultural y de las ideas es permanente, y en ella debemos concentrarnos.

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