La costumbre de acostumbrarse
Estuvimos encerrados varios meses:
– Nos acostumbramos a vivir la muerte, y nuestra nueva vida desde los balcones como monos enjaulados.
– Nos acostumbramos a comprar alimentos de forma distinta.
– Nos acostumbramos a no acudir a nuestro médico.
– Nos acostumbramos a lavarnos las manos y a usar mascarilla.
– Nos acostumbramos a escuchar un sinfín de mentiras por parte de nuestro gobierno y a creer en ellas.
– Nos acostumbramos poco a poco, a ver cómo personajes indecentes y grotescos, empezaban a formar parte importante de nuestra política más actual.
Y mientras nos tenían asustados, encerrados y callados, se iba tejiendo la tela de araña en la que estamos atrapados.
– Nos hemos acostumbrado a ver a partidos pro etarras sentados en el Congreso y decidiendo el futuro de España.
– Nos hemos acostumbrado a acatar órdenes de secesionistas catalanes.
– Nos hemos acostumbrado a mantener a cuerpo de rey a prófugos de la justicia.
– Nos hemos acostumbrado a escuchar a ministras incultas y enfermas de feminismo.
– Nos hemos acostumbrado a que nos escondan muertes.
– Nos hemos acostumbrado a borrar del mapa nuestra lengua vehicular.
– Nos hemos acostumbrado a que okupar viviendas sea un derecho.
– Nos hemos acostumbrado a ver a ilegales en hoteles de cuatro estrellas.
– Nos hemos acostumbrado a ver desahucios de ancianos y niños.
– Nos hemos acostumbrado a la corrupción de los políticos.
– Nos hemos acostumbrado a escuchar las mentiras más increíbles de un presidente ególatra y narcisista, que ha vendido su alma al diablo con tal de ser alguien.
– Nos hemos acostumbrado a tener más políticos y mejor pagados que en ningún país del mundo.
– Nos hemos acostumbrado a permitir subidas de sueldo por parte del gobierno en medio de una pandemia.
– Nos hemos acostumbrado a ver cómo se despilfarra nuestro dinero, en chiringuitos inservibles.
– Nos hemos acostumbrado a ver cómo se pagan los apoyos al gobierno con pactos intolerables.
– Nos hemos acostumbrado a ver miles de negocios cerrados y arruinados.
– Nos hemos acostumbrado a ver las colas del hambre.
– Nos hemos acostumbrado a no sentir, a no pensar, a no actuar, a consentir, a acatar, a perdonar, a callar.
Así nos quieren, y así nos tienen, porque es mucho más cómodo rendirse que luchar.
Exceptuando los abducidos, los subvencionados, los paniaguados y los imbéciles, no creo que haya nadie en su sano juicio, que apruebe lo que está ocurriendo.
Pero estoy empezando a pensar que los arriba citados nos ganan por goleada, y los únicos culpables somos los que hemos consentido que este gobierno llegara tan lejos, estábamos condenados a entendernos pero puede más la ambición de poder que el raciocinio.
Nunca es demasiado tarde.
¡Yo, nunca me rendiré!