José Antonio Bielsa Arbiol: «La Agenda 2030 supone que España desaparezca como nación»

El historiador y filósofo aragonés José Antonio Bielsa Arbiol acaba de presentar su último libro Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad. Se trata de un texto que desgrana la agenda mundialista impuesta por la ONU en particular y los poderes globalistas en general y que supone un gravísimo peligro para la supervivencia de España como nación y de Occidente como civilización.

¿Qué es la Agenda 2030 y qué instituciones la promueven?

 Se trata de un pretexto difuso y variable (por cuanto carente de una metodología definida) al servicio del mundialismo transnacional, ese Leviatán sistémico sometido al Gran capital. Su meta es acelerar los procesos de control global: de los recursos naturales, de las humanas conciencias, de la nuda vida… por medio de toda suerte de maniobras legitimadoras ocultas en el subtexto de la Agenda. Y todo ello para sumir a la humanidad herida en la Industria 4.0., bajo el nuevo paradigma robótico de sustitución productiva. En cuanto a la nómina de instituciones promotoras de la susodicha Agenda, ésta es interminable (y angustiosa en su monotonía discursiva): bastará con fijarse en el logo circular y multicolor de marras para saber quiénes son (véanse como refuerzo las páginas web de estos propagandistas, con su promoción obsesiva de la Agenda 2030), puesto que todos ellos trabajan para el mismo Amo internacional, del arco que puede ir de la Fundación Rockefeller al mismísimo Gobierno de España… En el logo está la clave, pues obviamente ya no se ocultan ni tienen necesidad del “secreto” para llevar a término sus maniobras.

 

Teniendo en cuenta que la aplicación de la Agenda 2030 supone una transformación completa del mundo que conocemos, ¿por qué no se han sometido sus objetivos al debate público?

 Precisamente porque jamás serían aceptados por la sociedad civil, desactivada por obra y (des)gracia del corrupto sistema seudodemocrático imperante. En su día a día cotidiano, la gente es harto conservadora, ¡y es lógico! ¿Con qué garantías acataríamos renunciar a nuestra historia patria y nuestro paisaje histórico tras tantas sangres derramadas en su preservación? ¿Qué ganaríamos destruyendo la familia tradicional si hasta hoy ha funcionado como la más sólida y duradera institución nuclear? ¿Por qué supuesta necesidad tendríamos que deconstruir nuestra identidad genética tras innúmeras generaciones sanas y robustas? ¡El libre albedrío no se puede abolir de la noche a la mañana, con o sin vacunas transgénicas! A cambio, estos tecnólatras de la resiliencia asistida “nos ofrecen” en su onanismo tanático algo que sólo puede tildarse de inaceptable, al menos para las inteligencias rectas: la pérdida de nuestra libertad y conciencia individual, trasvasadas a un ente supranacional luciferino cuyos intereses son objetivamente contrarios a los de la civilización cristiana y la sociedad civil.

 

¿Es cierto que no hay ningún otro precedente o equivalente en la Historia similar a la Agenda 2030?

 Más o menos tímidos, precedentes los ha habido, pero nunca tan totalitarios ni transversales como es la Agenda 2030 (a la que me gustaría llamar “el monipodio de las mil y una trampillas”). Sin ir más lejos, la previa Agenda 21 era un borrador de ésta, bien que en clave medioambiental y, por tanto, limitada capacidad de implementación. Pero aquí asistimos a algo drásticamente nuevo, puesto que se aspira a amalgamar todas las cuerdas en un tañer simultáneo: política, economía, cultural, religión, alimentación, etcétera, todas estas cuerdas, decimos, cohesionadas en una misma monserga resiliente, sostenible y ecofeminista… Apoteosis del eufemismo asignificativo.

 

¿Cuáles serán los efectos más devastadores para España de la Agenda 2030?

 Es difícil predecirlo, pero mucho me temo que de aquí a unas pocas décadas desaparezcamos como Estado nación: paradójicamente, la balcanización de la Patria está a la vuelta de la esquina, y empezará con el establecimiento de la república de Cataluña. Se sabe, pero no se dice: los enemigos internos y externos se la tienen jurada a España, y no van a ceder un ápice por llevar a término nuestra destrucción por medio de un desgajamiento en cierto sentido contrario al gobierno mundial, pero necesario para quebrar un repositorio histórico-cultural de primer orden en su memoria civilizadora: España. Sin obviar que estamos al borde de un cataclismo demográfico del que la gente no se hace idea: los pronósticos más alarmistas vaticinados por Deagel.com hablan de una reducción de hasta el 44 % de la población española de aquí a 2025. ¿Cómo se logrará esta reducción? ¿Acaso está ya en curso?

 

La práctica totalidad de los partidos políticos españoles, instituciones públicas y empresas del Ibex35 se han sumado rápidamente a defender los objetivos de la Agenda 2030. ¿Podemos decir que España o, en su defecto, sus élites están absolutamente subyugadas (o compradas) por el globalismo?

 Así es, algo de todos modos previsible: trabajan para el Gran capital, y por tanto son terminales del poder oculto sin rostro. Es un bucle sin solución de continuidad.

 

¿Cómo ha pasado España de ser una nación baluarte de la civilización occidental a ser uno de los Estados más abiertamente volcados con la imposición del Nuevo Orden Mundial?

 La muerte del General Franco es el evidente punto de inflexión de esta traición sin límites a la Patria. A esta escenario se ha llegado por medio de una herramienta fatal para España, el denominado “Régimen del 78”: quien desee saber mejor de qué se trata, le remito a mi reciente libro, aparecido el pasado mes de enero: Contra el Régimen del 78.

 

¿La imposición de la Agenda 2030 será la victoria definitiva del globalismo?

 En sus mediaciones económicas el globalismo ya triunfó. Falta ver cómo se terminarán de disolver las identidades y los residuos del discurso soberanista en un caldo inextricable. Los próximos diez años van a ser cruciales.

 

¿Qué papel juega la crisis sanitaria del coronavirus en todo esto?

 Es la piedra clave de la actual coyuntura, el pretexto que tiene en pie la performance (in progress), el simulacro acelerador que rematará tan abominable escenario una vez se toque fondo. Sobre la pandemia, sólo puedo repetir las sabias (y malévolas) palabras del oligarca Nicholas Murray Butler, miembro del CFR: “El mundo se divide en tres categorías de personas: un número muy pequeño que produce acontecimientos, un grupo un poco más grande que asegura la ejecución y mira cómo acontecen y, por fin, una amplia mayoría que no sabe nunca lo que ha ocurrido en realidad”. Ese tercer grupo (la amplia mayoría que no sabe nunca lo que ha ocurrido en realidad) es el principal garante de la “nueva normalidad”: sin esa amplia mayoría de bípedos sumisos y obedientes al terrorismo desinformativo del día, a las nuevas formas de delación psicosocial, esta “nueva normalidad” no sería posible, ni términos tales como “mascarilla”, “gel hidroalcohólico” o “PCR” constituirían la desalmada pesadilla paranoica del día a día.

 

¿Todavía es posible defender la soberanía e identidad española a día de hoy?

 Depende de qué concepto de soberanía y qué concepto de identidad estemos hablando… Como Diógenes de Sinope con su linterna, me gustaría salir a la luz abrasadora de un mediodía y gritar por las plazas y las avenidas: “¡Busco un español! ¿Hay algún español entre los presentes?” Mucho me temo que, ebrio en mi fiebre identitaria, acabaría por quedarme solo y acompañado por el eco de mi voz estremecida. Por momentos me asalta la hipótesis de que somos los últimos españoles: ¿acaso no hay repuesto ni reserva relevante para el día de mañana?

 

José Antonio Bielsa Arbiol: Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad. Letras Inquietas (Marzo de 2021)

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Redacción

Digital independiente de derechas

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