Isabel Díaz Ayuso
"Isabel es, sencillamente, peligrosa para los sueños de liderazgo de mí querido amigo y alumno Pablo Casado".
Todos los españoles sabemos quién es la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, conocemos su quehacer gubernamental al frente de su gobierno regional, de igual manera hemos comprobado su forma de entender la política y su compromiso con los madrileños. A nadie se le escapa su bizarría y coraje en los momentos más duros y difíciles que ha afrontado durante la maldita pandemia, por descontado, muchos, hemos aplaudido su valentía al enfrentarse con nuestro oscuro y sectario presidente del, todavía, gobierno del Reino de España. Así pues, su valía, tesón y capacidad de trabajo ha sido suficientemente acreditada.
En estos momentos, la dirección nacional del Partido Popular, cómodamente instalada en sus despachos de la calle Génova, no tienen ni idea de lo que necesita Madrid, España y, por descontado, su propia organización. No hay ninguna causa objetiva, seriamente argumentada, que pueda justificar la censura, la discriminación y la descalificación de Isabel, no ya como presidenta regional de la comunidad autónoma más importante y pujante, sino como candidata a presidir a los “populares” –cada vez menos según las encuestas- en Madrid. Si no hay causas objetivas, menos aún probadas que demuestren lo contrario, por méritos propios, ganados a pulso, con no pocos disgustos y quebraderos de cabeza, las razones son otras.
¿Cuáles son los motivos de tanta ignominia, oprobio y excusas espurias? Mi pregunta, más una interrogación retórica que otra cosa, tiene una fácil y sencilla respuesta. La celopatía y la envidia de los éxitos alcanzados evidencian a los que las sufren. La alegre pandilla genovesa decide, en contra de los intereses nacionales, regionales y de partido, someterla a una discriminación impropia, sin fundamento alguno. Isabel es, sencillamente, peligrosa para los sueños de liderazgo de mí querido amigo y alumno Pablo Casado. Y en esto comete un gravísimo error que pagará muy caro en las elecciones generales, donde se juega el todo o nada.
Qué fácil es entender la situación y que sencilla es la solución. ¿Por qué no se toma una decisión de manera inmediata? ¿A qué se está esperando para convocar un congreso regional del partido? Aquí no hay más problema que el que los genoveses han creado artificialmente, provocando como efecto lo contrario de lo que pretendían. A Pablo Casado le rodean un grupo de aficionados que no tienen ni idea de lo que es hacer política y, quisiera no tener que decirlo, pero que están más pendientes de mantenerse como ilustres próceres de la organización, firmando de manera absurda y negligente, una derrota anticipada. ¡Qué pocas luces tienen! –o quieren tener-.
Pablo está muy mal asesorado por su cónclave y corte de aduladores, obsesionados con mantener su estatus más que de atender su conquista del poder. El secretario general de los azules –cada vez más descoloridos- quiere ejercer como tal, sin reparar en lo nefasto de su actuación, estando más preocupado de sus narcisistas aspiraciones personales que del bien común. Sí, queridos lectores, el problema no es Isabel Díaz Ayuso, es la solución que daría alas al ansiado triunfo electoral tantas veces anhelado y del que se podía estar muy cerca. Sin embargo, los electores, que son muy sensibles a este tipo de gestos, manifiestan su desagrado con las malas artes empleadas con quien, en lugar de ser reconocida, es menospreciada y sometida a la ley de la vulgaridad política.
En España, en todas las comunidades autónomas en la que gobierna el Partido Popular, el presidente del ejecutivo regional es el presidente regional de la formación liberal. Y es lógico que así sea, por tanto la carga de la prueba demuestra que los motivos son ajenos a la normalidad institucional que se viene desarrollando desde siempre. Lo gordo es que, incluso en algunos territorios, los presidentes regionales no cuentan con el respaldo ni las simpatías que Isabel tiene entre las bases de su partido y la masa electoral que la respalda. ¿Qué peros se la pueden poner? N I N G U N O.
El problema que ella tiene es ése, sus éxitos y logros alcanzados, que tiene personalidad y capacidad crítica, que no es una marioneta de nadie y que trabaja, lucha y pelea no para un jefe, sino para su comunidad, sus electores y su partido. Y es esto lo que no gusta a los cortesanos genoveses, que ella no haga genuflexiones, ni practique el amiguismo como otros cultivan a diario. Pablo se equivoca al despreciarla, al no sumarla a su empeño, dejándose llevar por la fingida adulación y piropo fácil de sus cortesanos. Su equivocación es supina, puesto que sabe que hay algunos que están viendo los toros desde la barrera esperando su traspié para manifestar su deslealtad que, de hecho, ya es evidente. Envenenado y endiosado por sus mesnadas mercenarias, sabe que durante las elecciones primarias celebradas en su partido, muchos que hoy le dan una palmadita en el hombro y le dan abrazos de Judas, entonces se mantuvieron en la sombra sin dar la cara por él, poniendo una vela a uno y a otro, en definitiva, manteniéndose quietos e instalados en el silencio sin haberle dado ningún apoyo explícito. Les podría referir una larguísima lista de los nombres de los “silenciosos” que apostaron en contra y que, en el mejor de los casos, no hicieron nada para que su triunfo fuese auténtico e incontestable.
Solamente hay un tren pendiente por llegar con destino a la Moncloa, no hay más y, de momento, todavía en Génova no han hecho la reserva. Queda tiempo, pero las plazas se van agotando y mañana será tarde. A algunos no les importa, puesto que siempre tienen billete y plaza asignada, pero Pablo todavía no le tiene y se está entreteniendo demasiado. En conclusión, el triunfo de Isabel, debidamente gestionado, garantiza un asiento en primera, derrochado inútilmente, supone perder el último tren que pudiera arrebatar el asiento a nuestro impresentable presidente del ejecutivo patrio. Isabel es parte de la solución.