¿Hasta cuando?
¿Hasta que la guerra de balas terrestres se convierta en atómica y la desolación y muerte destruya el planeta?
Pertenezco involuntariamente a una generación a la cual le ha correspondido vivir muchas cosas buenas y malas que en otras edades no se han podido vivir. La que estoy viviendo en la actualidad con toda seguridad es la peor, la de la incertidumbre permanente, la del miedo, más bien la del terror.
Como comunicador Social, he narrado noticias puntualmente difíciles, de esas que me han afectado en lo personal, que han traspasado la coraza de la objetividad y que me han llegado al alma, pero jamás en más de cuatro décadas y media tuve que identificarme con tanto dolor, y hasta con lágrimas en los ojos con una situación como la que estamos viviendo: la invasión de Putin a Ucrania y sus consecuencias.
Ver la dureza, crueldad e impotencia de la despavorida humanidad que huye de la satrapía, maldad, psicosis, inducidas por el autócrata, mafioso, demoníaco e indescriptible y satánico sujeto. Rostros de niños, ositos de peluche, lágrimas chorreando por las caras, dificultad para entenderse, frío, hambre, dificultades de todo tipo. Sueños rotos, familias truncadas, correr para salvarse y salvar la familia, dormir en cualquier parte, hambre y sed.
Consecuencias inimaginables, ricos, poderosos y millonarios que se vienen abajo y gente de a pie que sabe que cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos del mundo, parafraseando a mi paisano poeta, gente que sigue en su propio e ignorante mundillo particular, egoísta, insolidario.
De momento varias grandes y transcendentales preguntas: hasta dónde llega la ambición de este engendro demoníaco, qué harán quienes tienen el deber y el poder para tomar acciones para detener «inmediatamente», lo que ocurre. La diplomacia es vital, pero contra los tanques y bombas es estéril. Muchas discusiones y reuniones, pero mientras tanto tenemos 2 millones de emigrados por miedo esparcidos por Europa y otros sitios del mundo y cada día se ve más destrucción y desolación en esa Ucrania rica en recursos naturales, ambicionaba por el tirano y sus secuaces.
¿Hasta cuando? ¿Hasta que la guerra de balas terrestres se convierta en atómica y la desolación y muerte destruya el planeta?
Podría estar horas escribiendo pero no tiene sentido. Si quienes tienen que tomar decisiones siguen pensando solamente en pérdidas económicas, futuros energéticos, competencias entre países y en manos de quién tendrá el poder.
¿Dónde está la humanidad? ¿Tendrá algún futuro el niño con frío que está llorando con su peluche en los brazos y que no se imagina a qué sitio va en el autocar que está abordando?