Feminismos: liberticidio y desigualdad
Las ortodoxas contra las heterodoxas, a hostias. Las clásicas contra las transcirueladas variadas. Puras versus impuras. Las de «el feminismo no es de todas, bonita» ( Mutante y Egabrense Calvorota dixit) contra la destarifada tribu de la madre de los hijos de Che Pablenin. Lo dicho: como si se matan.
Sin libertad, sin igualdad
En ambos casos, religiosos dogmas de fe ideológicos a cuestas, cosmovisiones de odio, rencor y venganza, funestas varcárceles contra las nuevas y transempoderadas: todas, liberticidas. Las transzumbadas, como mucho, vuelta de tuerca. Y aunque discrepen abiertamente en ciertas cuestiones (pedofilia, prostitución, pornografía, vientres de alquiler…) en los dos casos se promueve abierta y desorejadamente la desigualdad. Y la diestra en el “poder”, sin tocar una sola coma (y sus portacoces mediáticos, aplaudiendo a las siniestras falcones de turno), de las aberrantes legislaciones de los zurderos.
Desigualdad. Ante la ley, por ejemplo (memento aciaga Ley Integral contra la Violencia de Género: 1/2004). Feminismo (junto a los otros dos cerditos: ideología de género y elegetebeí), enemigo por antonomasia tanto de la libertad como de la igualdad ante la ley, de la misma forma que antaño lo fueran otros ismos. Y, obvio, el mismo enemigo, cohesionando sendas demencias: hombre, blanco, hetero. Razonablemente orgulloso de serlo.
Ideologías opresivas
El feminismo, o lo que la zurda ha hecho de él, en sucesivas «olas», evidentísimo caballo de Troya, triturando sacrosantas libertades (conciencia, pensamiento, expresión…), tanto de hombres como de mujeres. Opresivas ambas, asfixiantes, so capa de igualdad, reclaman ya, sin la más parva pudicia, la pura y dura punición/ergástula para cualquiera que las matice u ose diferir de ellas.
El siniestro y obsceno mainstream, por supuesto, al alimón. Mass mierda y universidades, top dos, perpetuando un hondísimo y casi irreversible sistema de discriminaciones e injusticias.
Desideratum
Tal vez, algún día, los historiadores del futuro, en el caso de que tal profesión (como la de periodista) no se encuentre definitivamente amordazada por alguna orwelliana ley de desmemoria totalitaria (o de prensa o de «seguridad» nacional), comprobarán mejor los estragos originados por tales delirios: elitistas y globalitarias reducciones y mutaciones (étnicas) demográficas. Y transhumanas.
Y sin (casi) posibilidad de reversión. ¿Vox? Juas. Rejuas. En fin.