En Cataluña sí se puede



Los ciudadanos de a pie, los verdaderos demócratas, los que queremos una España justa, los que hemos cotizado durante toda nuestra vida sin defraudar, los que nunca hemos trabajado en B, los que no hemos recibido subvenciones de ningún tipo para realizar cursos gratuitos, los que no hemos estado afiliados a sindicatos del fraude, los que queremos una sanidad y una enseñanza que funcionen, los que queremos vivir en paz, los que hemos conocido la España floreciente y moderna, los que hemos vivido la Transición, los que hemos sufrido las matanzas de ETA, los que sabemos lo que queremos y a quien no queremos, estamos excesivamente hartos.

La cosa empezó como si de un capricho se tratara, y se les dejó hacer; resultaba pintoresco llegar a Barcelona y escuchar el catalán, ese dialecto del valenciano, que para poder hablarlo hay que abrir la boca hasta límites insospechados, y que a los castellanoparlantes, por cierto, les es tremendamente difícil imitar, al querer pronunciar Maragall, Forcadell, Turrull, Meritxell, que más que hablando parece que estás eructando nombres imposibles, ocurre lo que ocurre, y la cosa queda tan light que se convierte en un Maragal, Forcadel, Turrul y Merichel.

Esta moda del catalán empezó a ser una obsesión, todos tenían que hablar catalán sí o sí, sobre todo los niños, y ahí empezó todo. El falso idioma invadió la historia, empezó a adoctrinar a propios y a extraños, y la bola se hizo tan grande que ahora ya no puede dejar de rodar y llevarse por delante todo lo que encuentra a su paso.

Y se les siguió dejando hacer, abrir embajadas, tener su propia justicia, su propio parlamento, su falsa identidad, su falsa bandera, sus falsas costumbres, su falso idioma, su falsa policía autónoma, su falso e ilegal referéndum. Su burla a la justicia ha ido in crescendo, y a la bestia ya no se la puede detener.

Ahora se identifican con un lazo amarillo, que tampoco es suyo, se lo roban al cáncer infantil y se lo apropian. Su máximo exponente, Puigdemont, se fuga al extranjero por estar perseguido por la justicia española, que no la catalana, esa misma que libera a Oriol Pujol, para que pueda trabajar, y no pasa nada, nunca pasa nada.

¿Qué nos pasa a los españoles con estos impresentables? ¿Qué clase de agradecimiento les debemos para tolerar toda esta farsa? ¿Qué ocurre con todo lo robado por los Pujol, que nadie habla de ello? ¿Qué nos ocultan los políticos sobre la farsa catalana, que nadie lo corta de raíz?

A la única conclusión que llego es que en Cataluña, si eres secesionista, sí se puede.
Hagas lo que hagas se puede, y nunca pasa nada.

Mª José Gómez Busó

Jubilada, apasionada del patchwork, rematadamente sincera, y enamorada de España, de su himno y de su bandera.

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