El derecho a tener una mamá y un papá
Incluso Verona, una espléndida ciudad de arte italiana, vio el desfile del orgullo gay, con el alcalde «católico» a la cabeza. Unos días antes, el alcalde había recibido a una delegación de «familias arcoíris» asegurándoles que inscribirá en el registro civil a los niños resultantes de la gestación subrogada.
Las escenas mostraron los medios de comunicación de este «carnaval de terror», hacen que cualquier persona, con sentido común, se pregunte si los hombres con peluca, en efusiones amorosas, con tacones de aguja y ropa sadomasoquista, podrían ser adecuados para criar a los niños.
Para entender si es correcto o no dar hijos a parejas del mismo sexo, necesitamos situarnos en la perspectiva del niño, titular de derechos que podrá ejercer años después de su nacimiento. La literatura científica, la psicología y la antropología, así como la pedagogía, coinciden en afirmar que un niño necesita crecer con el apoyo de dos figuras de diferente sexo y que estas figuras son, específicamente, la Mamá y el Papá.
Siempre fue así, desde que existió el hombre. La naturaleza y la biología son evidentes en el fondo y, por supuesto, no se le puede pedir a un niño que sea un conejillo de indias para diferentes experimentos. La responsabilidad por los resultados fallidos sería enorme porque uno correría el riesgo de arruinar la vida de una persona.
Es a partir del origen que se sientan las bases para construir bien la propia identidad y, en consecuencia, plantear un proyecto que vaya en la dirección de un fin muy concreto. Si no hay respuesta a la primera pregunta existencial «¿De dónde vengo?» no podrás dar pleno sentido a tu propia existencia.
El problema del origen afecta a los niños adoptados y, más aún, a los niños de probeta, ¿cómo podemos pensar que los hijos de «padres» del mismo sexo no lo tienen y que, incluso, no lo amplifican?.
La construcción de la identidad, el desarrollo de la autoestima, la formación de una personalidad equilibrada y la capacidad de relacionarse con los demás están íntimamente ligadas a nuestro origen, a que seamos hijos de un solo padre y de una sola madre. Por eso, la familia y la educación de los hijos no pueden nacer sólo del afecto ni estar determinadas por un contrato o acto administrativo…
Nuestra identidad sexual se desarrolla siempre a partir de una diferencia, a través de una relación con las figuras paternas. La relación casi simbiótica del niño con la madre que lo sostenía en su regazo y lo amamantaba es interrumpida por la figura del padre que permite así que el niño pueda construir su propia subjetividad, distinta de la de la madre. Mamá y papá son, por tanto, figuras fundamentales y complementarias para el desarrollo armónico del niño.
Para la protección de los menores, es de esperar que la gestación subrogada se convierta pronto en un delito internacional.