Donde dije «digo»…¡coherencia!
Que difícil es alinear nuestros principios y valores con nuestra forma de vida. ¿Cómo superar la incoherencia que nos azota?,¿qué puedo hacer en mi día a día?
Intentar ser coherente es intentar que nuestros pensamientos no se contradigan con lo que decimos, ni con lo que hacemos. Utilizo “intentar” porque traerá dificultades a nuestras vidas y nos pedirá caminar contracorriente. No siempre lo conseguiremos, debido a nuestra debilidad humana, pereza o miedo. Decir lo que pensamos y hacer lo que decimos, atendiendo a la oportunidad, definirá nuestro grado de coherencia.
Hoy vivimos en una sociedad cuyos principios y valores están siendo continuamente negociados, y si no es así, nos perciben como alguien rígido, retrógrado e intolerante.
“No lo olvidéis, coherencia cristiana y fe. Pensar, sentir y vivir como cristianos, y no pensar como cristianos y vivir como paganos.” Papa Francisco
Pero coherencia y tolerancia no tienen por qué estar reñidos. Si entendemos bien sus significados, son complementarios y pueden trabajar en el mismo sentido. La tolerancia , para ser coherente con los valores cristianos,debe ir acompañada de misericordia. No debe ser un cheque en blanco ni un alarde de buenismo.
Modelo de coherencia
El modelo de coherencia de un cristiano es Cristo. Se enfrentó al poder establecido para cambiar la sociedad…y entregó su vida para ello!!.
Es también modelo de tolerancia, pues siempre actuaba guiado por la caridad; pero jamás toleró el mal, sino que lo combatía. A esta difícil coexistencia entre dos valores, en apariencia contrapuestos, es a lo que debemos dedicar una más delicada atención.
No obstante, no debemos olvidar que ser católico supone seguir radicalmente a Cristo, y hay cuestiones que no pueden quedar al criterio subjetivo de cada uno de nosotros. ¿Toleramos el mal?¿Lo combatimos?
El magisterio de la Iglesia, nos indica la hoja de ruta que debemos seguir para ser fieles a ese modelo que nos redimió del pecado. Nos debe llevar a ese “deseo de coherencia”, que nos ayude a superar las debilidades y limitaciones a las que nos lleva nuestra condición humana.
Unidad de vida
Retirar los nubarrones que nos tapan la luz es sumamente difícil en el mundo actual. El relativismo, la comodidad, el temor a las tendencias dominantes y al ostracismo social, e incluso la ignorancia, camuflan y confunden el sendero a seguir que nos marca la doctrina de la Iglesia.
“En su existencia (del cristiano), no puede haber dos vidas paralelas: por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra la denominada vida secular, esto es, la vida y la familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura”San J.P. II
La forma de evitar este doble estilo de vida (espiritual y secular), es combatiendo su origen (modas, ignorancia, miedo…)
Nos debemos cuidar de interpretar el magisterio de la Iglesia, a pesar de que sectores de esta, no nos lo pone nada fácil con su actitud contradictoria ante cuestiones e intereses de índole político-económicas. Complicado hablar de coherencia cuando vemos las posturas de las Iglesias vascas y catalanas ante las aspiraciones separatistas; o cuando atendemos a declaraciones de algún Arzobispo respecto al “feminismo” de la Virgen. Chocan con la actitud coherente, doctrinal y sin concesiones a la galería de obispos, como Monseñor Munilla. ¿Nos preocupamos de comentar estos hechos con algún sacerdote que nos guíe y aclare nuestras dudas?¿Intentamos ir más allá de los cortes parciales que nos presentan los medios de comunicación, de leer entre líneas?
Vida pública
Todos los cristianos estamos llamados a participar en ella, sobre todo en esta Europa descristianizada; reclama la activación de nuestra vocación apostólica de cara a una exigente re-evangelización.
La vida pública podemos identificarla con la política y su estructura (municipios, comunidades autónomas, estado central…). Tiene, por tanto, una enorme y decisiva influencia sobre el presente y futuro de nuestra forma de vida.
Todos los ciudadanos ejercemos funciones políticas (tanto los gobernantes como los ciudadanos de a pie), y podemos influir en la vida pública a través de nuestra participación en elecciones, referéndums, plataformas, manifestaciones…incluso con la desobediencia civil ante leyes que atenten contra la justicia y la moral (aborto, ideología de género…).
Debemos evitar la desidia en este campo, pues determina la forma de entender el mundo y moldea la sociedad según sus criterios. El espectro político es un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla.
¿Me reconozco en el escenario político actual? ¿No estaré siendo excesivamente indolente? ¿Presento como doctrina de la Iglesia mi criterio subjetivo en materias de opinión, para autoconvencerme?
Y en el día a día…
…todos caemos en incoherencia cristiana en algún aspecto de nuestra vida (al menos yo); cada cual tendrá “un charquito en el que se revolcará con más facilidad”. De conocer lo que nos pide la Iglesia a conseguir hacerlo fielmente, hay un trecho muy complicado y muy duro.
Incoherencia cristiana no solo es no cumplir con los preceptos dominicales o apoyar opciones políticas que nada hacen por evitar la descristianización de nuestra querida y vieja España.
Incoherencia cristiana es faltar a los dictados de la Santa Madre Iglesia, desde el asunto más nimio hasta el más grave, desde la más inocente mentira hasta el asesinato más cruel.
Es una buena propuesta intentar “sacudir el barro que nos ha dejado el revolcón en nuestro charco”: reparar esa relación perdida; incrementar la disposición al servicio; evitar juzgar a esas personas cuya actitud no nos gusta; tratar de formarnos en los aspectos en los que sabemos que fallamos; proponernos, en definitiva, mejorar en esas cosas que amenazan continuamente nuestro grado de coherencia cristiana.
Personalmente se me vienen a la cabeza muchas cosas; tengo claro que si no vivo como pienso, acabaré pensando como vivo…y eso es una condena permanente a “revolcarse en el charco”.