Día del padre, guste o no
El día del padre, el de San José, el del trabajador es, como el resto de festejos de este tipo, un simple reclamo publicitario para animar el consumo que se inventaron las grandes superficies y que los «perritos sin alma» les compramos inmediatamente para ensalzar a una u otra figura de nuestra vida que considerábamos esencial: la madre, el padre, etc.
Luego se adjuntaron a algunas de estas fechas otras cuestiones, pues al día del padre se le anexó el del trabajador, aunque luego lo trasladaron al 1 de mayo en conmemoración del movimiento obrero de Chicago de 1893 que finalizaría con la revuelta y masacre de Haymarket el día 4.
El 8 de marzo, que era el día de la mujer trabajadora por ser el día en que los socialistas por vez primera celebraron una internacional de mujeres en 1910, ahora un movimiento feminista radical se apropia para teñir de morado el día en loor de la mujer vs hombre, llegando incluso a destruir a la mujer en post de un movimiento de trasnformación y manipulación sexual que cursa sobre la base y fundamento de que el sexo es alterable, por más que nazcamos hombres y mujeres.
Vivimos un tiempo de licuación intelectual y neuronal en el que pretendemos por una parte alterar la biología, la naturaleza, que despúes decimos defender y amparar, que se fundamenta en un hedonismo tan exagerado que pierde el norte de la vida y de la muerte, jugando a vivir como dioses y, por tanto, eliminando el respeto a la vida del prójimo que únicamente es útil si lo puedo usar como si de un mueble se tratase, de ahí el incremento de violaciones y acosos sexuales, de la pérdida de dignidad del ser humano y de la falta de respeto a esa dignidad que tienen los varones al ver a la mujer como objeto, y las mujeres que se mueven y dirigen en el mundo como un objeto en su propio beneficio.
La hipersexualización de la sociedad es un dato de lo expuesto que además sirve para que el soplagaitas que alcanza el poder se permita introducir su morro, pues nariz no usa, en decidir con quién, cómo, de qué forma, si quiero o no, practicar y dirigir mi sexualidad, como si fuese importante el sexo o el cómo lo practico en mi vida laboral, en mi vida social, en mi relación ordinaria del día a día con quienes me rodean.
Eso que ya de por sí me resulta indigno y muy molesto, pues supone una invasión en mi intimidad absolutamente inaceptable; además, se utiliza como modo o medio de control al ciudadano, de eliminación de su libertad.
Si propugnamos la igualdad del hombre y la mujer, muchos lo hacíamos en momentos en los que era mal visto, cuál es el motivo o causa para estar todo el día buscando o mirando la entrepierna de quienes tienes en frente para con ello generar disputas, construir muros, alzar controversias, animar la discrepancia y la crispación para, finalmente, pretender organizar, dirigir, enseñar, manipular, destruir la sexualidad de los que aún no han alcanzado la mayoría de edad, e incluso de los que ya peinamos canas, en un intento de sometimiento y minimización ante postulados de unas cuantas personajillas que no han sido nada en la vida y que, si se encuentran donde están, es gracias al sometimiento al macho alfa que, tras inseminarlas, las abandona, una tras otra, en un espectáculo esperpéntico de defensa de lo contrario de lo que defienden, pero que deja bien colocadas y empoderadas en su propia mierda.
A buen seguro que saldrá algún bichito a criticar el artículo pero, si te fijas en el gusanito, verás que es alguien que vive de la farfulla, de la construcción de un discurso de odio y frentista que no asume los modelos de la naturaleza y que los pretende cambiar, no por su causa, sino para crear una causa de la que vivir.
Que la naturaleza produce errores es indiscutible, que frente a un error hay que buscar solución y cariño al que lo padece, no cabe duda; pero, hacer de ello una estructura de algo que sucede de forma ocasional, no sólo es una estupidez, sino que busca generar un nicho de mercado con la vida de otros en la que no importa destruirla en favor del lucro.
Con la crispación, el frentismo, la estupidez y el ansia de lucro de una pandilla de desgarramantas que no han comido caliente en su vida y la neurona que padecen se encuentra dañada, estamos ocasionando daños irreparables, no a un grupo de personas, sino a toda una generación con un daño de difícil compensación, por no decir de imposible reparación. Dejemos a la naturaleza cursar como tal, no manipulemos la misma, dignifiquemos al ser humano y respetemos las decisiones de cada individuo siempre que no dañen al resto, ni impongan censos que los demás no tengamos que soportar.
Mientras tanto, feliz día papá allá donde estés, que seguro estarás cubriéndonos con tu mano y tu cariño, como hiciste siempre.