Desconcierto educativo
"El panorama genera estrés por momentos a los que serán los protagonistas, o víctimas, según se mire, de las negligencias y torpezas que se están cometiendo. El desconcierto es mayúsculo".
El curso académico 2019/2020 será recordado por la historia durante largo tiempo. El estado de alarma decretado alteró su normal desarrollo y las clases presenciales fueron suspendidas durante confinamiento. El último trimestre supuso un reto de enorme magnitud para el conjunto de la comunidad escolar. Padres, alumnos y claustros de profesores dieron respuesta telemática al necesario e imprescindible funcionamiento de la vida educativa. El esfuerzo fue magnífico por parte de todos y encomiable la labor de gestión de los centros educativos para afrontar el desafío. Mi reconocimiento es sincero, leal y honesto.
En unos días, el uno de septiembre más concretamente, sobre el calendario aprobado por las consejerías de educación, comenzará un nuevo periodo académico. El curso 2020/2021 se presenta todavía más complicado que el anterior. La preocupación es compartida por todos los afectados por la incertidumbre, el desconcierto y la falta de concreción de medidas previstas. Todavía no se ha producido la reunión inter territorial de los consejeros de educación de las distintas comunidades autónomas. Se espera, si no interfieren nuevos acontecimientos, el 27 o 28 del mes en curso. Tarde, a todas luces, y con grandes sombras de dudas sobre protocolos de actuación a seguir. En estos momentos, cada territorio gestiona, desde sus competencias reconocidas en esta materia, el inicio del nuevo curso. La coordinación, a día de hoy, no existe, solamente unas advertencias y sugerencias en materia de sanidad propuestas por el ministerio de Educación y Formación Profesional. El panorama genera estrés por momentos a los que serán los protagonistas, o víctimas, según se mire, de las negligencias y torpezas que se están cometiendo. El desconcierto es mayúsculo.
Como profesional del sector, como profesor en ejercicio me encuentro abrumado por la desinformación y la falta de previsión, claridad y eficacia en la toma de decisiones. Mi personal apreciación es que todo queda en manos de la diosa Fortuna. Parece como si se estuviera esperando a que la maldita pandemia remita y, si la suerte nos acompaña, el denominado contagio social no se extienda. Lo que sí es cierto es que las medidas sanitarias de seguridad no se podrán cumplir conforme a las directrices señaladas. Las instalaciones, el número de clases por aula, la desinfección, la distancia social exigida en otros ámbitos, o cómo afrontar la vida colegial no es posible conforme a lo planteado por las autoridades educativas.
Las soluciones pasan, entre otras cosas, por efectuar mayor inversiones de recursos humanos, técnicos, sanitarios y de infraestructuras. ¿Es posible? La contestación es no. ¿Cómo puede haber una distancia social en aulas en las que hay veinticinco alumnos?¿Se pueden reforzar plantillas de profesores al realizar los desdoblamientos de los grupos? ¿Hay garantías para que todos los alumnos afronten su aprendizaje en iguales condiciones? Estas y otras interrogaciones tienen la misma respuesta. No.
Las clases presenciales, que parece ser la propuesta aceptada, no se pueden desarrollar en condiciones normales. Las clases telemáticas tampoco. Los resultados y la evaluación del proceso de aprendizaje con el que se trabajó en el curso anterior, no son concluyentes. Como docente, impartí docencia, pero no puedo confirmar bajo ningún concepto que hubiera aprendizaje. Muchas dudas tengo al respecto.
Ha pasado el verano, se levantó el estado de alarma y los rebrotes, que no segunda oleada, se han producido antes de lo previsto. Se esperaban para el comienzo del otoño. La incapacidad de nuestra ministra de educación, Isabel Celaá, ha sido clamorosa. Se ha quitado de en medio y ha dejado todo en manos de las autonomías. Cada cual que se las arregle como pueda. Diecisiete modelos de educación y diecisiete respuestas distintas serán la conclusión. ¿Esto es aceptable? Los desequilibrios territoriales, como en tantas otras materias, garantizan la desigualdad en el acceso a este servicio público. Es verdaderamente traumático.
Pero el desconcierto también se proyecta en otros dos supuestos fundamentales: ¿Cómo se van a distribuir los fondos para el Plan de Reconstrucción pendiente de aprobación? ¿Qué va a pasar con la nueva ley de educación? Con respecto a lo primero, el gabinete ministerial ya ha declarado sus intenciones. La enseñanza concertada queda fuera del reparto. Solamente la enseñanza pública será la destinataria de las cantidades previstas. Se deja por tanto fuera del beneficio a más de dos millones de alumnos que representan el total del conjunto, es decir un 25,7% del alumnado. Esta decisión es verdaderamente caprichosa y carente de todo principio de equidad y respeto a la libertad de enseñanza. Es una apuesta ideológica decidida a favor de la estatalización de la enseñanza. La indignación del sector afectado es evidente. Con respecto a la nueva ley de educación, la LOMLOE (Ley Orgánica de Modificación de la LOE), el debate va a ser duro. Malos presagios y augurios tengo sobre el borrador que será debatido en sede parlamentaria. Muchos de sus párrafos ya han producido un firme rechazo en amplios sectores de la opinión pública. Un nuevo desordenamiento educativo, y ya van seis, sin contar aquella con la que se inició la era democrática. Los resultados de tanto vaivén nos los apuntan desde los informes PISA, poco amables con el acontecer de nuestro sistema.
Les aseguro que les hablaré de cuestiones más precisas, más concretas, pero la urgencia de la situación, la inminencia del comienzo de las clases y la inseguridad del escenario, complicado ante las actuales circunstancias y las que puedan llegar, ha provocado desasosiego y temor fundado en la comunidad escolar. El desconcierto es real. No podemos hacer un brindis al Sol y esperar un milagro. Los colegios, institutos y universidades son focos potenciales de contagios. Centenares de personas en un ir y venir permanente, conviviendo durante horas bajo el mismo techo y retornando después de la exposición a sus domicilios. ¿Qué se hará si se detecta algún positivo, o alguien se contagia? ¿Alguien me lo puede explicar? Yo desconozco la respuesta. De otra parte, el derecho a la educación debe garantizarse, pero en igualdad de oportunidades a todo, sin ninguna discriminación por razones económicas, técnicas o de cualquier otra naturaleza. Mucho ánimo a todos, que lo vamos a necesitar.