Cromañones y trogloditas
"¿Tenemos que aguantar esto? ¿Se pueden ir de rositas estos malhechores sinvergüenzas?"
Las hordas salvajes y enfurecidas de los autodenominados anti sistema o anti fascistas, han tomado las plazas, las calles y las avenidas de nuestras ciudades. En su odio e ira incontenible han provocado graves destrozos en la vía pública, han destrozado escaparates y quemado entidades bancarias, pero sobre todo, han atacado impunemente al las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Éstos se han visto acorralados, amenazados e intimidados por la violencia de estos cromañones y trogloditas, incapaces de hacer valer lo que está dispuesto en sus cometidos de mantener el orden público y la seguridad ciudadana. No se trata de que sean incapaces de controlar los desmanes y los desordenes provocados por estos energúmenos y delincuentes, verdaderos terroristas entrenados en la guerrilla urbana, se trata de las limitaciones impuestas por sus altos mandos, sometidos al capricho de los responsables políticos, muy dados a la carantoña y el guiño político a estos desalmados, radicales y bárbaros que actúan como manadas de chacales. La policía, local y nacional; los mossos de escuadra; la ertzaintza; la policía foral de Navarra; o la mismísima Guardia Civil, están suficientemente capacitados para una rápida intervención, disponen de medios, personal y conocimientos para poner fin a los desórdenes y el caos provocado por estos corsarios con patente de corso. Lo que ocurre es que son contenidos, replegados y están temerosos de sanciones, suspensiones de empleo y sueldo, traslados y denuncias, por el simple hecho de ejercer su trabajo. Es una vergüenza que sonroja, cabrea y enfurece a cualquier ciudadano de bien.
Estos vándalos, bucaneros y perro flautas reclaman –para descojonarse, perdónenme la expresión-, libertad de expresión, democracia, feminismo, ecologismo y la defensa de la ciudadanía. Ya saben aquello que dice que uno es no lo que dice, sino lo que hace. Creo que con esto basta para desacreditar a estos malnacidos, piratas y salteadores. Su forma de expresión y defensa ideológica –si es que tienen alguna- es el odio, la violencia gratuita, la destrucción, el quebranto y la intolerancia como bandera enarbolada. Las imágenes hablan por sí solas: barricadas, asaltos a comercios, destrozos del mobiliario urbano, quema de motos, vehículos, contenedores y cuanto puedan quemar, amenazas a los ciudadanos que les recriminan su actuación, profanación de símbolos nacionales y el ataque brutal y cobarde a los encargados de defender el orden público. Sus peroratas y soflamas incendiarias son abominables, braman consignas carentes de todo razonamiento, atacan a un sistema que les mantiene y da de comer, del que viven. ¿Cuál es su propuesta? La nada más ridícula y descerebrada que se pueda escuchar. Son vómitos de odio y eslóganes trasnochados, basados en cuatro letras escuchadas –que no leídas- en algún folletín revolucionario.
Estos anti nada, okupas, ácratas que no saben ni quienes son los ideólogos anarquistas (William Godwin, Lev Cherny, Émile Armand, Anselme Bellegarrigue, Pierre-Joseph Proudhom, Mijaíl Bakunin, Giuseppe Fanell , David Graeber, o el mismísimo príncipe Piotr Alelekséyevich Kropotkin), menos aún de los españoles (Diego Abad de Santillán, Fermín Salvochea Álvarez, Teobaldo Nieva Aguilar, José Sánchez Rosa, Pedro Vallina, Juan Gallego Crespo, Antonio García Birlán, Melchor Rodríguez García, Higinio Noja Ruiz, Manuel Pérez Fernández, o Federica Montseny, primera mujer en ocupar el cargo de ministra de Sanidad y Asistencia Social entre 1936 y 1937) no conocen el sustrato doctrinal que dicen tener. Dudo que muchos de ellos sepan juntar letras y leer un libro al menos una vez al año. Nada tienen de ilustrados, de lo contrario no provocarían las algaradas, revueltas y “revoluciones populares” de tres al cuarto. Lo único que les mueve a provocar la demolición de la paz social, el desequilibrio del orden social, el quebranto del estado de derecho y la democracia real es –lo digo sin miedos ni complejos-, la desolación, la perdición, la devastación y la ruina de muchos negocios, amén del daño infringido a las arcas públicas, con las que por cierto apenas contribuyen.
Días de kale borroka nos esperan, jornadas de vergüenza internacional, noticia de primera página en los informativos de numerosos países, destrozo de la imagen de la marca España y más de lo mismo, estupidez galopante, idiotez reconocida, imbecilidad autoproclamada y, para colmo de la tragedia, descerebrados convertidos en dinamiteros del quehacer diario. ¿Tenemos que aguantar esto? ¿Se pueden ir de rositas estos malhechores sinvergüenzas? ¿Debemos soportar el secuestro de nuestras libertades públicas? ¿La policía debe seguir siendo abandonada a su suerte por parte de sus superiores, verdaderos comisarios políticos de estos bucaneros? ¿Se puede tolerar la intolerancia y el fanatismo de estos sujetos matones? ¿Y qué me dicen de sus valedores en la escena política? Los podemitas de cualquier variante y mutación local y regional, alientan, enardecen los ánimos de sus acólitos callejeros, declaran la crueldad de la policía, vomitan alegatos exculpatorios de estos canallas y , sin decoro, con la aquiescencia de Pedro Sánchez, comparecen ante los medios de comunicación con chulería chabacana, arrogancia y prepotencia. Es inaceptable, motivo de denuncia en los juzgados por enaltecimiento del terrorismo, por incitación al odio, por promover y justificar desórdenes públicos, por menospreciar, calumniar y difamar el trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Estos listillos, representantes de la nueva casta política de peor versión que la anterior son culpables de estos y otros presuntos delitos.
Voy a hacer honor a la verdad y señalar a algunos tipejos que merodean y se enriquecen del sistema que tanto critican: Pablo Iglesias, el jefe de la camorra; el infame Pablo Echenique; Rafael Mayoral “el Escurridizo”; Isa Serra, alias la “Asalta iglesias”; Joán Ribó, alcalde de Valencia, entre otros, deberían sentarse en el banquillo de los acusados. Esto no tiene un pase. Son culpables por inducción.