Control
Desde que nos sobrevino la dichosa epidemia del covid19, que no se quiso ver, nos hemos visto sometidos al uso que de ella se hizo para meternos miedo a los ciudadanos, para controlarnos, para introducirnos en la mente que debemos dejarnos controlar en pos de un bien mayor, la sanidad.
Es por tu salud, es por tu bien, es para evitar el contagio, es para conseguir salir de la epidemia, son los motivos por los que te dejas controlar, les permites que se metan en tu casa, que te metan en casa y ellos gasten los fondos públicos sin el control del portal de transparencia, al que además engañan, para desarrollar leyes injustas o indignas que, si no estuvieses siendo “responsable”, tú te hubieras movilizado en su contra, para actuar en el desmontaje de los pocos controles democráticos que restan por destruir con una sociedad amedrentada, desnortada y controlada que tiene más miedo a morir -como si no lo fuese a hacer jamás- que a perder la libertad.
La sanidad requiere control e impedir que el sector privado cumpla su misión en aras a una sanidad pública a la que tienen acceso todos, pero no acceden por estar haciendo una gestión caótica y aplicando procesos telefónicos tediosos, defectuosos y que impiden la percepción del enfermo por el sanitario, fundamental hasta el presente. Se limita la acción sanitaria para controlar la epidemia y se limita la acción sanitaria privada, lo que provoca graves resultados en enfermedades graves que no dejan de existir por la covid, se pierden recursos sanitarios por no ser públicos y controlados por el poder que, por otra parte, también deja abandonados sin epis, sin mascarillas, sin medicación, sin investigación. Se clama por la sanidad pública, de papá Estado, pero ese padre la desdeña y olvida, para malgastar los muchos o pocos fondos en controlar.
La investigación pública no gasta en España ni la décima parte del gasto aprobado para los medios de comunicación, con los que mantener el control ciudadano y a los que se controla con profesionales ad hoc y los fondos públicos, pero, cuando la vacuna se obtiene por medios privados, se quiere controlar y limitar su uso, como se persigue al medio de comunicación disidente. Papá Estado ni come, ni deja comer, te mata pendiente de controlar, e impide que otros te salven la vida y ahorren gasto público que poder destinar a esa sanidad.
Se dice, no sin razón, uno de los instrumentos es hacer test masivos, pues nada, hay que controlarlos, y así inicialmente se impidió al sector privado su uso, como se negó la necesidad de usar mascarillas porque ellos no las controlaban, como negaron a las empresas venderlas sin control público y aún no se hacen test masivos por la sanidad pública hasta que no existe una evidencia clara de un foco de infección; pero coño, ¿no sería mejor hacerlos para detectar los focos cuando son pequeños? No, no es necesario, no lo podríamos controlar.
Son necesarios rastreadores que vigilen las aguas residuales para prevenir los focos para, una vez detectado un foco, hacer un seguimiento y para evitar la dispersión del foco. Pues nada, que eso lo hagan los militares, contratar no podemos o muy limitadamente, pero que lo haga el sector privado o como sanción de los que incumplen normas administrativas, no que no podemos controlarlo.
Como no podemos controlar a los que incumplen las normas administrativas y deseamos ocultar nuestra responsabilidad pues nada, los responsables habrán de ser los ciudadanos que no se someten al control o que no proceden a la delación del que incumple. Y, así, en lugar de ser desobedientes a perseguir, nos convierten a todos en responsables de una epidemia que ellos no vieron o no quisieron ver.
La Justicia se habrá de practicar con controles, no sea que se produzca un brote; así, se celebran juicios en los que es imposible identificar al culpable por ir con el rostro cubierto, por medios telemáticos que impiden la inmediación sacrosanta hasta ahora, se exige a los letrados intervenciones mínimas, sometidas a control de tiempo, impidiendo su labor o al menos poniéndola bajo presión, pero es por el control sanitario, o se exige que los profesionales realicen intervenciones telemáticas pese a encontrarse enfermos, pero si es el funcionario el que tiene un uñero se da de baja y se suspenden los juicios sin problemas e inconvenientes.
La administración limita sus accesos, sus actuaciones y exige a los ciudadanos cumplir los plazos que ellos incumplen, llamas y llamas para contactar o pedir una cita y es imposible o sólo te puedes dedicar a eso.
La obsesión por el control hace que los ciudadanos, por otro lado perfectamente macerados por la falta de un pensamiento crítico y alimentado por medios de comunicación debidamente aleccionados, prefieran seguridad a la libertad, olvidando que ya tuvimos 40 años de seguridad, de crecimiento, de sanidad, de infraestructuras, de pensiones, de paz y que en la transición optamos por la libertad, por recuperar la democracia, y es ahora el social-comunismo el que nos lleva a la seguridad frente a la libertad, tildando de fascista a quien lucha por ella sin someterse a su control.