Comunidad Europea: cobaya de monstruosa ingeniería social
Uno empieza a cuestionarse seriamente las ventajas de pertenecer a este experimento de ingeniería social en el que se ha convertido Europa apuntando hacia un suicidio social en aras de una globalización y el mestizaje programado. Las políticas monstruosas encaminadas a crear el efecto llamada de inmigración en connivencia con las mafias que mercadean con carne humana desde África así parecen confirmarlo: algo absolutamente peligroso para conservar nuestra forma de vida.
Al parecer quienes de verdad dirigen nuestra nación parecen ser un grupo de bufones burócratas desde Bruselas. Me pregunto sobre los conocimientos ético-jurídicos con los que operan los jueces de Bruselas y Alemania que han dejado libre a un fugado de la justicia española como un Puigdemont; viviendo de lujo y dando conferencias por toda Europa sobre cómo llevar a cabo su particular derecho a romper España: algo por lo que ya estaría en prisión si hubiese intentado dinamitar otro país cualquiera.
Jamás un juez europeo, nada menos que de un Tribunal Supremo, ha sido perseguido por otro juez mindundi europeo. Y la palabra clave aquí es perseguido. No olvidemos que el juez Llarena se convirtió en perseguido y el huido en perseguidor: el mundo al revés. Ningún español con un mínimo de dignidad puede desear que España esté sometida a este tipo de humillaciones. Humillaciones cortesía de la globalización, tengámoslo en cuenta.
Peor todavía, quienes de verdad cortan el bacalao en ese particular grupo de funcionarios en Bruselas puede que sean meros figurantes sirviendo a intereses inconfesables de los ingenieros de la globalización, y cuya capacidad profesional no está puesta al servicio de los intereses de la sociedad civil europea y mucho menos de la sociedad civil española.
De ser así, como ciudadanos, debemos poner en cuarentena continuar perteneciendo a la Comunidad Europea porque todo el juicio de los encausados por el golpe de Estado perpetrado en Cataluña más bien parece un trampolín preparado; y no por nuestro Tribunal Supremo, a la exoneración de toda culpa de los encausados por parte de tribunales extranjeros o siguiendo órdenes del mismo Sánchez.
Hay que romper una lanza por el Tribunal Supremo que debe ser muy consciente de ese peligro y se ve obligado a tratar a los encausados con guante de seda. La arrogancia de los abogados de los encausados pareció apuntar hacia esa dirección y los discursos del mantra secesionista de los mismos encausados contrasta con el tratamiento chocantemente suave y con guante del resto interviniente en este drama