Cierra los ojos, encierra a la gente y tápales la boca
Desde hace ya tiempo, la transformación del derecho patrio de un derecho de originario romano, se le han ido introduciendo tumores, benignos o malignos, que han transformado la responsabilidad civil en una responsabilidad civil objetiva mucho más reparadora, se han introducido matices jurídico morales para defender al consumidor, abren la puerta a un derecho preventivo, de auge más que notable, con la imposición de la prevención de riesgos laborales, ahora también, penales, de seguridad, etc., es decir, hemos ido construyendo un nuevo constructo jurídico.
No existe empresa que no tenga un plan de prevención de riesgos laborales muy centrado en la salud del elemento social, cada vez hay menos empresas que no desarrollen planes de prevención de riesgos penales (Compliance) o incluso contraten empresas de seguridad para prevenir todo tipo de riesgos y, todo ello, consecuencia de obligaciones legales y no actuaciones propias del mercado.
Si en una empresa se produce un siniestro con resultado de muerte, el protocolo de actuación comienza por la apertura de diligencias penales en las que el juez investigará a los administradores y exigirá el cumplimiento de los parámetros de prevención y del cumplimiento debido para exonerar a estos.
Sorprendentemente, en España, teníamos, desde 2005, un Plan Nacional de Preparación y Respuesta, en 2013 se creó el Sistema Nacional de Alerta Precoz y Respuesta Rápida, y, así mismo, en el Ministerio de Sanidad existe, desde 2005, un Plan para la Pandemia de Gripe y, además, un Centro para el Control y Prevención de Enfermedades que junto con una amplia legislación sanitaria, deberían de haber servido de “Plan Nacional de Riesgos”, resultando evidente que no ha sido así, han fallado los “planes de prevención de riesgos laborales, sociales, de seguridad, etc”, ello, en otro orden, hubiera supuesto no sólo la investigación del administrador, sino muy posiblemente su condena.
Ciertamente una situación como la vivida, a la luz de la falta de previsión nacional, hubiere supuesto un problema de coordinación y estructuración para cualquier gobierno, pues la preparación, más allá del papel y de la imagen, era sencillamente inexistente. Una vergonzosa responsabilidad de todos y de su directivo principal, el Dr. Simón, como responsable del Centro de Prevención de Enfermedades y pandemiólogo de referencia que, no sólo no vio, no quiero pensar que no quiso ver, pero es evidente que no supo ver el bicho al que nos enfrentábamos, seguido de una gestión de la situación manifiestamente mejorable.
Hemos vivido una situación de crisis sanitaria brutal por dos circunstancias concretas. La primera, nos creíamos que teníamos una sanidad puntera y del más alto nivel y, ciertamente, nuestra sanidad es buena, pero con grandes carencias materiales, personales y técnicas, que se podían haber superado de haber tenido desarrollados planes de contingencias inexistentes, o manifiestamente mejorables y, en segundo lugar, una miopía profesional de los técnicos que debían de haber evaluado mucho antes (consideremos que Italia nos marcaba la pauta con 15 días de antelación) y promovido actuaciones más eficaces.
Las líneas de acción política no han colaborado en la resolución de la crisis sanitaria, pues han sido tres claramente diferenciadas. Una, la anulación de la transparencia y la detentación del poder de forma omnímoda y totalitaria, por más que legal, o no. Dos, el confinamiento de la totalidad de la ciudadanía lo que elimina el riesgo de contagio, pero asesina a la economía y supone la alternativa sencilla y fácil. Tres la gestión mediática de la crisis con la ocultación de los muertos, la creación de un estado de “felicidad estúpida” de “resistir”, la persecución del crítico o disidente, la anulación de la oposición a la que se considera “resistencia”, aliñada con la prepotencia, la altanería y los modos del “no es no”. Un Gobierno que tuvo el apoyo, casi unánime, de la oposición y que la ha ido echando de su vera, en lugar de trabajar, en y por, la unidad y desarrollar protocolos de acción colaborativa, ha ido imponiendo la técnica de “o estás conmigo o estás contra mí”, convirtiendo el apoyo en un trágala y no en una conversación o negociación sincera.
Lo siento, 40.000 muertos se merecen respeto, explicaciones, asunción de responsabilidades por parte de todos y sin color político, o sea este cual sea, se merecen reconocer que no se ha sabido hacer y que, el país con más sanitarios infectados y con más muertos por millón de habitantes del mundo, no puede salir con cánticos de sirena y sin reconocer que somos menos, menos fuertes y arruinados.