Así gestionaba la sanidad y la educación la izquierda en el 36

La Segunda República tal vez hubiese sido un buen sistema de gobierno para España en los años treinta, pero los partidos de izquierdas supeditaron el significado de libertad democrática de un sistema republicano, a la sangrienta ideología que enloquecía sus mentes.

Una prueba más de que los de izquierdas anteponen su ideología a cualquier otro aspecto de la vida lo tenemos en la siguiente noticia publicada en la página 27 del periódico LA VANGUARDIA el 26 marzo 1936

—Después de la sesión celebrada por la Comisión gestora municipal de Gandía, los elementos proletarios marcharon al Palacio Ducal, del que se incautó el delegado de Hacienda cuando se llevó a cabo la expulsión de los jesuítas. Los obreros cantaron en el patio de Armas «La Internacional» y en el balcón central fue colocada la bandera nacional y la de la ciudad. Posteriormente desalojaron el convento que ocupaban las hermanas Clarisas, presenciando su salida el alcalde y el abad de la colegiata. Se hizo sin ningún incidente y sin que nadie molestase a las religiosas, que se han alojado en diversas casas particulares. También los padres Escolapios han desalojado su convento, dejando sin escuela a muchos niños. En cuanto a las hermanas Carmelitas, han suspendido las clases que daban a párvulos. La Gestora municipal se propone solicitar el envío de maestros para que los niños no permanezcan sin enseñanza-

Sintetizando: Los niños gandienses escolarizados en centros religiosos se quedaron sin sus clases porque el odio ideológico a los curas y las monjas debía imponerse al derecho de los niños a recibir una educación.

Solo con el odio enrojecido se puede explicar que los dirigentes de una ciudad primero prohíban a sus ciudadanos la enseñanza en centros religiosos y luego se “propongan solicitar” el envío de maestros. Cualquier dirigente inteligente se hubiera dado cuenta de que lo lógico hubiese sido cambiar el orden de sus decisiones.

Por mucho que los socialistas enarbolen la Sanidad y la Educación como si fuesen sus fieles y únicos defensores (…y pensar que todavía hay gente que se lo cree), existen innumerables pruebas históricas de que esto es falso.

No me gusta escribir artículos con más de 600 palabras pero en este caso creo que merece la pena que ponga un macabro ejemplo sobre esta sumisión ideológica en el ámbito de la sanidad. 

También en la ciudad de Gandía, recién iniciada la guerra, el Comité izquierdista que decidía sobre los fusilamientos de la gente (ricos, de derechas, curas y monjas), ordenó a unos milicianos que asesinaran a tres personas que tenían presas en los sótanos de la cheka de escolapios. Como el lugar habitual de fusilamientos, esa noche ya estaba siendo utilizado por otros milicianos, decidieron llevar a esas personas a un huerto próximo a Palma de Gandía, a unos 6 kilómetros de Gandía. 

Dos murieron, pero el tercero, llamado Cruañes (familiar de una conocida relojería de la ciudad), sobrevivió a los disparos. Cuando se marcharon los asesinos, Cruañes, aunque muy mal herido, consiguió llegar arrastrándose hasta la carretera. Un carretero de Rótova que pasaba por allí lo vio, y lo subió al carro para llevarlo a que le curaran. 

Ocurrieron otras peripecias que ahora no voy a contar porque lo importante es lo que sucedió al llegar al centro sanitario de Gandía.

Enterado el jefe del hospital de que iban a llevar a una persona que había sobrevivido a un fusilamiento, impidió la entrada del mismo y mandó a una persona a informar a los del Comité para que le dijeran QUÉ DEBÍA HACER con el herido, porque si entraba en el hospital, el Comité después no podría sacarlo. 

El Comité estaba formado por un grupo de políticos y milicianos armados que se habían apoderado del ayuntamiento destituyendo y encarcelando a los miembros legítimamente elegidos por los ciudadanos. De todos ellos tengo los nombres.

Me detengo aquí en el relato para que se den cuenta de la gravedad de este hecho: un MÉDICO de IZQUIERDAS tenía que preguntar al COMITÉ si debía curar o no a un ciudadano. 

Para explicar las inhumanas actitudes de su ideología, suelen mencionar los historiadores afectos y sometidos a la ideología, que esos “excesos” eran obra de “incontrolados”, de gente inculta; pues bien, en este caso y en otros tantos, esos “incontrolados” fueron un médico y toda la corporación municipal llamada Gestora Municipal (políticos); todos ellos obrando obcecadamente para dar gloria y pleitesía a la ideología más sanguinaria que ha conocido la humanidad. 

Por poner otro ejemplo de otro intelectualoide violento enceguecido por la ideología roja, citaré el caso de un veterinario de izquierdas entró en un bar para ofrecerle al jefe de los milicianos los “cojones” del obispo al que estaban torturando, por si se los quería comer cocinados. Los dejó encima de la barra del bar. (No les extrañe, infórmense de lo que son las “criadillas”)

Quería terminar el artículo aquí, pero he supuesto que ustedes querrán saber qué fue del señor Cruañes. Es natural. 

Tras la solicitud de médico izquierdista sobre el destino del señor Cruañes, la Gestora se reunió para “deliberar”, y finalmente decidieron que Cruañes fuera llevado a los bajos de San Juan, a unos tres kilómetros de Gandía, porque en ese momento estaba libre, con la orden de que lo volvieran a fusilar. 

Cruañes estaba tan débil que tuvieron que sujetarlo entre dos milicianos mientras el otro le disparaba. El cuerpo del ajusticiado, como siempre, fue abandonado en el suelo con gran satisfacción de las alimañas. Por eso no hay fosas comunes cavadas por los de izquierdas. No los enterraban.

José Enrique Catalá

Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia. Especialista en Hª Medieval. Profesor. Autor del libro: Glosario Universitario.

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