Asexuados o sexuados sin conflicto

 El ruido que generamos día a día nos impide escuchar los latidos del compañero de viaje, del cercano, de nuestro prójimo, e incluso el nuestro propio.
Me da igual el color político, el club de fútbol al que animas, las aficiones que tengas, el sexo que disfrutes y cómo lo practiques, lo que realmente importa es el sentimiento que tienes y que nos une.
Cada vez que hacemos bandera de algún tipo de discriminación o situación de diferencia hacemos grande nuestra alma, pero cuando esa bandera se convierte en modo de generación de confrontación y de exigencias, más allá del objetivo primigenio, se convierte en un modo de destruir el alma, de dañar el corazón y de perjudicar a los demás.
Que mueren mujeres a manos de sus maridos es innegable; que mueren los hijos a manos de sus madres en mayor número que de los padres, está constatado por el ministerio del interior; que los mayores sufren malos tratos y violencia, no puede ser objeto de negación.
Que la criminalización del varón en el caso de la víctima mujer, de la mujer cuando la víctima es el hijo, de los hijos cuando la víctima es el padre o madre, sólo generará discrepancias, confrontación y no resolverá el problema, pues el problema es la violencia.     Demos protección a la víctima, sea esta la que sea, creemos agravantes para el supuesto de violencias relacionadas con las familias, su seno o de relación afectiva frente a las violencias genéricas, pero no generemos criminalizaciones genéricas. Se ha demostrado que esas leyes no funcionan, no rebajan el índice de víctimas, generan más violencia y no la eliminan.
Lo fácil, lo políticamente correcto, es afirmar que mis manifestaciones son machistas, sexistas, homófobas, transfóbas o multífobas, pues de cada chiringito creado con las fobias hay muchos ganapanes que viven de la desgracia, diferencia o discriminación de otros.
La lucha por la igualdad, por la no violencia, por la no discriminación… no debe suponer nunca la confrontación con el otro, pues si es así no busco la igualdad, sino la superposición; si diferencio entre los enfrentados, no busco la paz, sino la eliminación del otro; si frente al discriminado tengo que sufrir discriminación o imposición, no busco la superación de las diferencias sino la vuelta de la tortilla.
Tenemos que proponer la asexualización de las relaciones humanas para contextualizarlas en lo que se desarrolla en cada momento, de este modo debe de ser igual que trabajes con un hombre o con una mujer, pues lo importante debe de ser el ser humano, debe de dar igual que sea hetero, homosexual o fluido, pues lo importante debe de ser el ser humano y la relación que tengas con él en ese momento.
No alcanzo a comprender qué diferencia existe entre relacionarte laboral o amistosamente con un hombre o una mujer, si esa relación no tiene  contenido sexual, o qué diferencia hay entre un homosexual y una persona célibe, si con ella mi relación será exclusivamente mercantil, social o laboral.
Las relaciones humanas son mayoritariamente asexuadas, carecen de intención, sentido o contenido sexual… compras en el super, trabajas, conduces, paseas, tomas copas, y en ello no existe componente sexual alguno, o al menos yo y quienes me rodean no van por la calle de cacería sexual buscando presa, de forma que aquel que lo sexualice, en un sentido u otro, no busca la igualdad que debe de cursar como normal, sino la imposición, generación de diferencia o disputa o la sexualización de las cosas para obtener algún tipo de rédito. Es decir, la lucha no debe de ser por la normalización que debe de cursar como normal, sino por eliminación de la sexualización en la medida que ella sirva para la confrontación, venga de donde venga, que muchas veces viene del supuestamente discriminado, dañado o perseguido o de todos aquellos que, con la bandera de apoyo al discriminado, encuentran un lucro que de otro modo no hubieren obtenido.
Disfrutemos de las relaciones sociales que nos diferencian de los animales, gocemos de la vida y, cuando toque, saboreemos del sexo que nos guste, sin necesidad ni de hacer bandera, ni de explicitarlo más allá del ámbito en que se produzca y actuemos con la normalidad y la discreción que corresponde para no dañar a nadie, respetando a todos en su modo de vivir la vida, siempre que no sufra o genere perjuicio o atente contra la dignidad de la persona.

Enrique de Santiago Herrero

Abogado. Máster en Ciencia Política. Diploma de estudios avanzados en Derecho Civil Patrimonial. Derecho penal de la empresa. Colaborador y articulista en diversos medios de comunicación escrita, radio y televisión.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba