Ante un golpe de estado. Por Pío Moa
Abascal ha denunciado, muy justamente, el golpe de estado que supone el control por el PSOE del poder judicial, que se suma a su control de la fiscalía, RTVE, el tribunal de cuentas, el CIS, el INE y otras instituciones clave que en un democracia deben permanecer lo más independientes posible de los partidos y gobierno.
Estas maniobras destructivas no responden a un capricho ni una manía de un falso doctor y su banda delincuente por disfrutar del poder, como dicen los obtusos. Tiene programa y objetivo dobles: la llamada agenda 2030 y la demolición de la herencia del franquismo, por tanto de la democracia, la monarquía, la cultura de raíz católica y la unidad nacional. A ese fin, la ley de memoria que los golpistas llaman por sarcasmo democrática, es la clave, la ley constituyente de la nueva situación.
El programa que está llevando a su conclusión este gobierno viene de lejos. Se expresó ya en la declaración por el PSOE, apenas llegado al poder en 1982, de “la muerte de Montesquieu”, en sí misma un programa golpista. Que aparte alguna denuncia inane, contó con la complicidad de un PP deseoso de repartirse el poder y el dinero público con socialistas y separatistas, en su concepción de “democracia de amigachos sin ninguna idea alta”, que habría podido decir el propio Azaña. Y en lo que han estado hasta hoy, mientras la democracia y la unidad de España se debilitaban progresivamente.
Después vino la condena del 18 de julio del 36 por el PP de Aznar, en 2002. Condena de la legítima rebelión contra los golpistas que intentaban desmembrar y sovietizar a España Y condena implícita, por tanto de su herencia: la unidad nacional, la transición democrática, la Constitución actual y la monarquía. Condena incluso del mismo PP, aunque esto carece realmente de importancia.
Aquella condena dejó el camino amplio y abierto para las acciones posteriores de Zapatero, ya un ataque directo al estado de derecho en complicidad con la ETA para salvarla del naufragio y recomponerla como potencia política en Vascongadas y Navarra; y la imposición de autonomías inconstitucionales que “dejaban en residual la presencia del estado” en varias regiones. Sin contar otras medidas demenciales del individuo. Y finalmente, tras la complicidad pasiva de Rajoy, ha venido un doctor fraudulento a reconstruir una situación parecida a la que llevó a la guerra civil, sin la violencia de entonces pero con fuerzas y objetivos similares.
¿Qué hacer? Abascal propone una moción de censura contra la pandilla que ha parasitado y corroído la democracia hasta llevarla al borde de la extinción. Es lo menos que puede hacerse, y será un éxito, como la anterior, en la medida en que permita explicar a la población lo que real y profundamente está ocurriendo en España bajo la alharaca despistante y desconcertante de mil politiquillas menores. Y en la medida, también, en que desenmascare a un PP que nunca ha sido cobarde, como dicen, sino cómplice interesado en estos movimientos que ya se acercan no solo a la destrucción de la democracia, sino de la propia España. Y debe quedar claro que ello no será consentido, bajo ningún concepto, por cuantos amamos unidad nacional, sin la cual no puede haber paz ni libertad.
¡¡ Gracias por seguir en el «candelero» de la historia !!.
Una Moción de Censura, más que conseguir «sumar votos», es «sumar noticias con el soporte legal del taquígrafo y la linotipia», ¡¡ que suene en las neuronas colapsadas por el NOM el sonido de la libertad !!.